noche terminamos tarde en casa del amigo Pepe Silva, viendo joyas que guarda su familia desde tiempos de su abuelo, tanto de calesas, o el salón del flamenco, en buena compañía, entre amigos aficionados hablando de todo, degustando buenas y ricas viandas regadas con mejores caldos, si cabe.

Hoy, hasta la hora de comer no nos acercamos a San José Del Valle, así que estamos con suficiente relajo para seguir de visitas por la ciudad del Caballo. Y aprovechamos la mañana de paseo, con parada, siempre obligada, en la farmacia Agarrado. Están volando las mascarillas, nos cuentan, y no hay manera de conseguir ni las pocas que le pidió Josetxo.

Es febrero, y la gente está con cierto run run. Salimos tranquilamente de la ciudad, camino del campo. Hemos quedado a comer en la Venta Durán, en San José del Valle y hasta allí nos llegamos, con tiempo más que suficiente para ir abriendo boca con un aperitivo, mientras nuestros anfitriones terminan sus labores.

Abrazos con Crisanto, saludos al padre y a toda la buena gente que trabaja en este gran referente de la comida serrana gaditana, y a la que, al menos un par de veces al año, hay que venir a visitar. Y en ello, ya se unen a nosotros Alfonso Vázquez y su mujer Pauline. Y es que por la tarde, casi al ocaso, visitaremos la ganadería de Fuente Ymbro, la casa del ganadero Ricardo Gallardo, y de la cual, su mano derecha y hombre de confianza, su conocedor como se dice en el campo, es Alfonso.

Con ellos comemos de todo aquello que tienen a bien ponernos, porque el apetito hasta ahora no falla, mientras charlamos de cosas nuestras. Sí que surge el tema del regreso a Pamplona. Y es que desde su debut en 2005, esta casa no había fallado ni una sola vez, dando tardes de gran triunfo. “Al final, como en el 2017 y 2018 las cosas salieron regular, decidimos pasar en blanco el pasado año, dejando a la Casa que fueran otros, y marchándonos antes de que siguiera esto a peor, y al final te echen a patadas”, comenta relajadamente Alfonso con nosotros. “Siempre podría ocurrir que todo fuera de perlas y que la Feria repitiera a todo el mundo, porque esas cosas ocurren, más en Pamplona, donde la Casa de Misericordia respeta y premia a quien cumple -continúa-, pero con eso hay que contar. Y oye, que no nos alegramos de que fallen los demás. El jefe siempre quiere cumplir con nota, y por eso el pasado año decidió hacer ese paréntesis”, termina por explicar.

Cosas que de todos modos, muchos ya sabíamos, y por eso se las cuento, porque la pregunta que se repetían desde finales de 2018 los aficionados, o que a mí me preguntaban mucho, era a ver si Fuente Ymbro no tenía toros para venir a los Sanfermines. Y en eso nos reímos los dos. Bueno, los cinco. Porque si esta casa tiene algo, son toros para ir a todas las principales plazas del mundo taurino. Otra cosa diferente es que, por mucho que se trabaje, reseñe, o elija con mimo y profesionalidad, luego la tarde no salga todo lo que se espera. Y por eso personas como Ricardo Gallardo, capaz de echarse a un lado para que otro ocupe su lugar, no abundan en este negocio. Y eso hay que reconocerlo.

Alfonso se marcha a terminar sus labores, yo me marcho con Pauline a la guardería, porque mi visita taurina empieza hoy con el pequeño Theo, que es un becerrito ya, que hace un año que no veo, y que enseguida entra en roce. Y ya se queda toda la tarde encima mía, viendo los toros, tomando café y hamburguesas de su cocina de plástico, o de visita a los perros. Ya. Me dirán. Y los toros, ¿qué? Todos negros. Bueno, hay un castaño. De hechuras que ahora mismo dan pavor a los más corajudos de los de a pie. Y es que no tiene seis toros para Pamplona. Que sí, que seis irán. Que tiene para correr seis encierros.

Fuente Ymbro desde hace tiempo no tiene ningún problema para pasar con nota cualquier exigente control veterinario. De hecho en Madrid estuvo con tres corridas de toros y tres novilladas de las de Madrid de verdad, el pasado año. Con eso todo está dicho. Y las fotos, pues cualquiera sirve para que lo vean. Porque es muy pareja en hechuras, cuernas y, como suele decir siempre su propietario, de líneas abiertas. Ósea, uno de cada padre y cada madre, sin estar emparentados entre ellos.

La tarde se va pronto. Aún estamos en invierno, y la luz, aunque estemos en estos lares, se va antes de lo deseado, pero pasamos un rato muy agradable visitando cercados, toros y novillos para casi una veintena de sitios, mientras a la vez se van haciendo las últimas labores con ellos. Y no es fácil tener una ganadería como esta, tan larga me refiero. Porque al final, el control sobre todo se puede salir de madre. Pero aquí, debajo de la sierra de Grazalema, bordeando la finca el pantano de Guadalcacín, el trabajo está bastante controlado, y por eso el resultado es el que tiene esta casa, que a pesar de venir de Jandilla, después de veinticinco años nada tiene que ver con aquella, y ni los toreros que las lidian son los mismos. Salvo cuando alguna de las figuras dicen ahora hacer un esfuerzo y se apuntan a una de esta casa al año.

Terminamos la tarde en noche, y en el calor del hogar seguimos en amable conversación porque el día se fue, pero tampoco nos queremos ir tan pronto porque siempre es muy agradable pasar un rato con esta familia, y así, a oscuras, volvemos por las carreteras camperas camino de nuestra casa en Jerez. Vaya pedazo de lote, dice Gabino. Bueno, toda la camada. Y vamos comentando el día y planificando el de mañana, que toca viaje a Tarifa. Los kilómetros pesan, pero creo que los kilos que vamos acumulando pesan mucho más, aunque para los de la parte de adelante del coche les parezco un exagerado.