- Teniendo en cuenta los últimos textos que ha publicado, la reflexión en torno a la literatura parece haberse convertido en uno de los asuntos centrales de su trabajo. Así se percibe también en Una ventana a la oscuridad.

-Está presente en algunos, efectivamente, aunque no en el anterior a este, Diálogos animados con personas muertas, que eran relatos, pero sí en otros como, por ejemplo, La pequeña llama del día. La literatura me interesa desde muchos puntos de vista. Desde el punto de vista de autor, pero también del de lector, de profesor de cursos y talleres, de coordinador de tertulias, de participante en coloquios... La literatura es un espectro muy amplio y me interesan sus distintas perspectivas, también la teórica. Porque no leo solamente novelas y otro tipo de libros autobiográficos, sino también lo que podríamos llamar literatura secundaria, sobre novela, sobre relato, sobre géneros... Y en algunos de mis libros incluyo esos elementos como parte del contenido.

¿Son los límites entre la realidad y la ficción, entre lo real y lo imaginario, el tema central de este nuevo libro?

-Los límites entre lo imaginario y lo real me interesan no solo como parte del formato para contar una historia, ya que mi principal apuesta en este libro es el uso del reportaje o falso reportaje para narrar una ficción, sino también como tema. Por ejemplo, aquí he querido mostrar los riesgos a los que lleva lo imaginario. En la historia de Mary Graves, la lectora, hay una escena muy concreta en una piscina con la que he querido mostrar que, aunque por supuesto hay una gran parte positiva en el mundo literario, también tiene un lado que nos puede llevar a lo que George Steiner llamaba la náusea de la irrealidad.

¿A qué se refiere?

-Lo imaginario, lo ficticio, lo artístico nos crea una especie de rapto, como también decía Nietzsche; nos puede apartar e incluso inhabilitar a la hora de actuar frente a la realidad. Eso se muestra muy bien en la escena que comentaba, porque Mary se ve incapacitada para ayudar a una persona sobre la que tiene una posición de garante, que es esa niña que está ahogándose. Ahí he querido destacar esa parte negativa del mundo ficticio.

¿Cree, entonces, que hay que tener muy claros esos límites?

-No necesariamente. Que los límites sean difusos es una ventaja a la hora de contar una historia y engañar al lector para que no sepa dónde termina lo verídico y dónde comienza lo imaginario. Eso me interesa, pero, a la vez, en este caso me interesaba destacar esa especie de vertiente que nos inhabilita para la realidad.

Hábleme de la fórmula de falso reportaje que ha escogido para ir introduciendo la historia de ficción.

-Es mi principal apuesta en este libro, esa simbiosis entre narración y ensayo; esa utilización del falso reportaje documental para contar una historia. Me interesa mucho encontrar nuevas formas para contar historias. Ya no me sirven las tradicionales, y no es que trate de ser original, porque esto no lo he inventado yo, pero, estando en Berlín hace unos años, pensé que me apetecía utilizar la forma del documental. Es decir, quería recoger una serie de testimonios sobre un tema concreto, que en este caso es la literatura, como un modo indirecto de contar una historia común. Y así, estos seis personajes que protagonizan el reportaje están al mismo tiempo ayudando al narrador omnisciente a contar una historia común, la de Richard Lamm, el tripulante del bombardero alemán. Me ha gustado ir jugando y mezclando los elementos del reportaje con los del relato de ficción.

Esos seis personajes entrevistados para el reportaje son una lectora, un bibliotecario, un editor, una librera, una profesora y una autora. ¿Es una forma de abarcar todo el territorio de la literatura, y de reflexionar sobre ella, como comentaba antes?

-Efectivamente. Tenía claro que quería usar el formato del reportaje, pero tenía que encontrar un tema que yo dominara, y la literatura es algo que más o menos controlo desde distintos puntos de vista. Así podía volcar mis ideas y también las ideas de otros sobre la literatura en los testimonios de esos seis personajes y a la vez podía ir soltando piedritas sobre el relato de ficción que van contando entre todos.

Además, Ignacio Lloret también es escritor, lector, profesor, un poco bibliotecario por los clubes de lectura...

-Sí, y eso me ha servido para observar mucho, también los oficios de bibliotecario, editor y escritor, ese conocimiento me ha servido para recrear esos mundos y para plasmar una serie de ideas que ya digo que algunas son mías y otras no.

Algunos de los personajes reflexionan sobre el hecho literario. Por ejemplo, la profesora comenta en un momento dado que no le importa tanto que sus alumnos escriban en el futuro como que sigan leyendo, y afirma que la literatura también es una "terapia útil". ¿Es esta una de sus ideas?

-Tanto si se escribe como si se lee, creo que la literatura es muy útil para la vida en general. Es una forma de pensamiento y de vivir las cosas, y yo predico en esa dirección. Pienso que de la misma manera que me ha servido a mí puede servirle a otra gente, aunque luego no vaya a publicar nada ni vaya a escribir de manera intensiva. Por ejemplo, la ficción es una manera de anticipar acontecimientos que van a ocurrir, son formas de ver la realidad. Y si añadimos el ensayo, el ámbito autobiográfico, es un gran campo, una manera de vivir al alcance de todos.

En este volumen, la librera busca todo el tiempo fórmulas para llevar a los clientes a su tienda. Piensa en convertirla en una cafetería, en organizar eventos...

-Hay que renovarse en todos los sentidos, y lo estamos viendo más que nunca en esta época de confinamiento. En la vida en general, todos somos pequeños mortocitos con nuestros propios intereses, y yo creo que lo mejor es buscar una confluencia entre nuestros intereses y los intereses de los demás. No creo en la generosidad como sentimiento puro; eso no existe. Hay unas pasiones, instintos propios y lo interesante es buscar un encuentro entre nuestro egoísmo y el egoísmo de los demás. En ese sentido, si las librerías tienen que renovarse y meter una cafetería para que se acerquen los lectores, no pasa nada; si esa es la forma para hacer coincidir el interés del librero con el de la persona que le apetece tomarse un café en un entorno distinto, ¿por qué no? Esto ya se hace en muchos sitios desde hace años. Pero es que hoy en día afrontamos la necesidad de cambios en muchos ámbitos, y el que no lo vea es que es ciego, conservador y muy cobarde, sobre todo. Hace falta una confluencia entre las distintas empatías de las personas y las nuevas sensibilidades.

Aparte de ir introduciéndonos la historia de Richard Lamm, las seis personas entrevistadas se acaban convirtiendo en personajes y nos cuentan sus propias peripecias vitales.

-Eso es. Para mí lo principal era encontrar el modo de ir contando la historia del tripulante del bombardero, que está narrada con algunos datos, no muchos, porque quiero que la complete el lector y también los distintos protagonistas del reportaje. Y esos seis personajes tienen a su vez sus conflictos que dan lugar a sus respectivos desenlaces de los que se pueden extraer distintas ideas.

En cuanto al relato de Richard Lamm y su relación con la Irlandesa, vuelve a la historia de Europa, que también refleja en otras de sus novelas.

-Me interesa la historia de Europa, aunque depende del libro, claro. En este caso, al principio quería contar la historia de un soldado alemán que sobrevive tras el derribo del bombardero en el que viaja y se refugia en la isla. Sin embargo, por casualidad leí que en la Batalla de Inglaterra un Dornier había sido derribado en el Canal de la Mancha y dos de sus tripulantes habían sobrevivido y confinados en un campo de concentración canadiense. Y para mí era una oportunidad única coger la historia de uno de ellos y recrear su peripecia. Cómo se escapa, cómo se esconde, cómo convive con esa inglesa viuda de un irlandés...

Una mujer que vive apartada y que tiene sus razones para no querer saber nada de su entorno.

-Es que con esta historia también me permitía tocar un tema, que es la defensa de lo individual en un contexto marcado por los destinos colectivos. Susan Ferrington, la granjera, tiene derecho a no seguir a no seguir las pautas generales, sino a llevar su vida, seguramente porque está resentida con Inglaterra por cómo trató a su marido. Estos días lo estamos viendo. Por una parte está bien la idea de la solidaridad, tanto en un contexto de guerra como el que se narra en este relato, donde hay una invasión de la isla a manos del enemigo, y es lógico organizarse para combatirlo y defenderse; pero, otro lado, quiero destacar que hay comportamientos individuales que hay que preservar. No todos somos iguales. Estas semanas hemos visto que había personas con necesidades especiales que eran abucheadas cuando salían a la calle, y hay que tener cuidado, porque hay momentos en que hay que defender lo individual. Incluso en un contexto en el que se impone lo solidario. A veces se demoniza a los desertores o a los objetores que no quieren ir a una guerra, pero es que una cosa son los intereses de un gobierno y otros los individuales. Hay que armonizar los dos. La solidaridad puede ser manipulada por los gobiernos para hacer un linchamiento moral de algunas personas.

¿A qué se refiere con esa ventana a la oscuridad del título?

-El título lo escogí porque me gustana cómo sonaba, pero también porque hace unos años leí una entrevista a un escritor que de algún modo comparaba la literatura con una ventana a la oscuridad. La literatura en general nos permite asomarnos con una antorcha en la mano a un mundo oscuro para descubrir esas limitaciones, esas servidumbres del ser humano... Todo ese mundo. Además, esa comparación me venía bien porque el personaje principal, Richard Lamm, no es piloto, es observador, y me lo imaginaba en su cabina durante la noche del Canal de la Mancha y la noche de Europa observando el exterior.

Título. Una ventana a la oscuridad (Ediciones Eunate). 17 euros.

Autor. Ignacio Lloret (Barcelona, 1968) es autor de las novelas Juguetes sin recoger (2002), El hombre selvático (2014) y El puente de Potsdam (2016); de los libros de narrativa Tu alma en la orilla (2012), Nosotros como esperanza (2015) y La pequeña llama del día (2017) y de los de relatos Monocotiledóneas (2008) y Diálogos animados con personas muertas (2018).