concierto del orfeón en la ciudadela

Intérpretes: Orfeón Pamplonés. Director: Igor Ijurra. Programa: Elías Gutierrez, L. Cohen, Juan Montes, los Beatles, Lete/Koldo Pastor, Sorozábal, Arrieta, Verdi, popular /Pastor, Mc. Dermont y Mikel Laboa. Programación: Ayuntamiento de Pamplona. Fecha: 4 de julio de 2020. Lugar: Ciudadela de Pamplona. Público: muy buena entrada (gratis).

omo bien dijo Ijurra, el titular del Orfeón, se hace un tanto raro que un coro salga con la boca tapada a escena. Pero las mascarillas fueron solo una sordina visual, porque vocalmente todo fue muy bien: se entendía el texto, no había ningún tipo de distorsión por ese motivo, y, salvo la propia incomodidad de los cantantes -sobre todo para solistas, se pierde la expresión de la cara-, la música llegó con nitidez. Eso sí, había que asimilar, por estar al aire libre, la amplificación, que siempre tiende a metalizar un poco el color del sonido. Pero, bueno, en general, este apartado, también funcionó bien, no se escucharon voces desportilladas y sueltas que acapararan el micro. La tarde: luminosa y agradable. Muy buen ambiente, respetuoso con las normas, y con casi todas las sillas ocupadas. Y el programa, pergeñado para pasar un buen rato, con temas, la mayoría conocidos, y tocando todos los palos: populares de acerbo autóctono, operísticos, arrimados al pop, con matiz religioso, y alguno más serio, como Negra sombra, para mí, la cumbre de la velada.

De entrada hay que decir que todas las canciones, unas más complicadas que otras, estaban muy trabajadas, con abundantes matices, con detalles, con diminuendos y crescendos preparados a conciencia y de feliz ejecución. Alma llanera, -Sudamérica al fondo-, abre la sesión, con ese ritmo tan propio, que da cierto optimismo. Tanto el Hallelujah de Cohen como Negra sombra de Montes, nos llevaron a las profundas emociones pasadas. De la primera destaco el poderoso crescendo; de la segunda, la excelente dirección, por criterio de tempo e intensidad: pulcra entrada de sopranos -comprometida-, y un fraseo asentado en la melancolía que destila, casi plegaria, para los días vividos; con un pianísimo final que disipa, sosegadamente, la negrura. Una marchosa canción de los Beatles, y la popular Xalbadorren, con armonización de Koldo Pastor, dieron paso a la inmortal Maite de Sorozábal (música de película, recordó Ijurra): sus melodías son imperecederas; se cantó con un bello fraseo, cuidadamente, con un cálido diminuendo en la primera sección. El Brindis de Marina (Arrieta), con valientes solistas; y los coros de Nabucco (Verdi), lucieron al Orfeón de ópera clásica; que también se atrevió con la ópera rock: Let the Sunshine (Hair); un verdadero éxito de solista (Nerea Castellot) y coro -muy bien las sopranos-, que se metió al público -muy palmero- en el bolsillo. Eperrak -con María Echeverría de solista y Eki Ocaña a la flauta- es otra armonización de Pastor, que va ampliando el repertorio inspirado en las canciones populares vascas, incluso las de más reciente composición, como Baga-biga de Mikel Laboa, que cerraba el concierto: una obra espectacular que se acerca a una evocación impronunciable de brujería (¿?), de bruja buena, claro. J. Elio, con hermosa voz de bajo; M.A. Gimeno, D. Sánchez, y las ya mencionadas, hicieron los solos. Dos propinas, con el Vals de Astrain, que hoy suena nostálgico. El público, encantado.