- Cuenta Diana Navarro (Málaga, 1978) que el título de su último disco, Inesperado, nació fruto del amalgama de sonidos que recoge el compacto. Porque inesperado puede resultar, quizá, dar con canciones que unen la copla con el trap o con aires de britpop. Inesperado, o no, porque como asegura la malagueña, en sus quince años de trayectoria, desde que en 2005 publicase No te olvides de mí, su zona de confort ha sido "estar fuera de la zona de confort". Eso sí, siempre con una máxima: el respeto a la música tradicional. A la copla, a la saeta, a la zarzuela. Al folclore. Y más. "Ése es nuestro ADN", dispara.

Actuará hoy en Pamplona, tras la cancelación de su concierto en Baluarte del pasado mes de marzo, ¿servirá para quitarse la espinita?

-Tengo muchas ganas. Además, va a ser de una manera muy bonita, a piano y voz, para cumplir con todas las medidas de seguridad. Sé que es un momento complicado para todos, porque esta pandemia nos está trastocando, pero es bonito el poder compartir música, porque la música es siempre un bálsamo para el alma.

¿Qué tiene de Inesperado este trabajo, para que haya decidido el bautizarlo así?

-Que no te esperas lo que vas a escuchar. De entrada, son ambientes musicales muy diversos. Entre canción y canción, cada una son de un padre y de una madre diferentes. Pero cuando lo escuchas, la unión común es mi manera de cantar y la emoción. Está ahí esa reminiscencia coplera que yo siempre impregno en mis composiciones. Musicalmente, hay una que es un trap -Encrucijada-, como una reivindicación de que se pude hacer trap con letras poéticas, no solamente con letras más guarramanucias, como digo yo. Se puede hacer eso, se puede hablar de sexo, pero intentemos que sea de una manera más exquisita y poética... También había otra que sonaba muy a pop británico -La flor del asfalto-, después está El último amparo, la Seguiriya del Marrurro, que era flamenco electrónico€

Como si de un viaje por diferentes paisajes musicales se tratase.

-Sí, cuando empiezo a componer hago lo que mi corazón siente, intentando ser lo más honesta posible y como tengo mucha música dentro, me salen cosas diferentes. Y me gustaba tanto que decidimos no prescindir de ninguna y llamarle Inesperado.

¿Está en el salir de la zona de confort el motor creativo, más si cabe tras quince años de trayectoria?

-Fíjate que creo que mi zona de confort es estar fuera de la zona de confort€ (Risas). Es como estar en el abismo constante. Mi manera de cantar, con la evolución natural de los años, sigue siendo la misma, pero es importante el intentar ofrecer algo diferente para que mi público, esos que llevan quince años siguiéndome, se sienta gratificado por el esfuerzo que muestro en cada creación.

¿Unir la copla a géneros de moda actualmente, como lo es el trap, es una buena forma de acercar la música tradicional a las nuevas generaciones?

-Claro, siempre he tenido muy presente eso, entre mi público ha habido muchas personas mayores, y cuando las pobrecitas han ido falleciendo, me han venido los hijos y los nietos diciéndome: "vengo a verte porque verte a ti, es como ver a mi abuela, a mi abuelo, a mis padres...". Y eso me emociona muchísimo, mi música es la memoria colectiva de un país entero y creo que eso no puede perderse. Los mayores nos han sacado adelante, han hecho posible que tengamos todo lo que tenemos hoy día€ Y eso a los jóvenes hay que recordárselo, que a veces la juventud te da esa soberbia natural de que todo lo sabe uno, pero hay que echar la vista atrás y pensar que esos mayores que han vivido una guerra, una posguerra, un sumisión... Nos han sacado adelante.

Musicalmente, ¿a veces también se nos olvida valorar de dónde venimos?

-Sí, pasa con la copla, al igual que la zarzuela, las músicas tradicionales de cada región, como la jota, los fandangos€ Todo ese folclore es nuestro ADN y tenemos que ir al origen para seguir creciendo. Esa, desde luego, sí es mi premisa de composición y de vida: mirar a los mayores. Siempre.

A nivel de letras y en comparación a Resilencia (2016), tu anterior trabajo, ¿Inesperado es un disco más luminoso?

-Sí, refleja mi estado emocional actual. Resilencia era un disco esperanzador, pero sí que había partes oscuras, porque las había vivido, o había empatizado con ellas. E Inesperado es luz. De hecho, incluso hay una canción que se llama Cuando venga el amor, que son los votos de mi boda. En Resilencia, me casé conmigo misma y aquí tuve la suerte de encontrar el amor y he querido compartirlo con mis seguidores.

Tras unos meses de obligado parón dada la crisis sanitaria generada por la covid-19, ¿cómo ha afrontado el regreso a la actividad musical?

-Sobre todo con mucha tristeza, porque cuando un artista sale al escenario, detrás hay muchas familias y ahora hay que recortar y reestructurar por cuestiones de seguridad, que al empresario le salga rentable... Y eso es muy triste, porque se queda mucha gente en el camino, pero hay que salir adelante€ Y que yo necesito cantar para vivir, no es una cuestión económica, es una cuestión de salud: si no canto, estoy triste. Así que también con gratitud porque gracias a Dios estamos bien, pero con mucha tristeza por la gente que no lo está y con conciencia de intentar hacer cosas para intentar ayudar a quienes lo están pasando mal.

La actuación se realizará en un formato a piano y voz, adaptado a las medidas de seguridad, pero ¿será también la oportunidad de disfrutar de la esencia de sus canciones?

-Y de la forma más veraz posible, porque con más instrumentos, se pueden camuflar algunas imperfecciones, pero con el piano o cantas, o cantas. Ahí no hay trampa ni cartón. Es un formato que termino exhausta, porque siempre me entrego al 200%... Pero es súper enriquecedor, porque la gente valora mucho mi manera de cantar e interpretar y yo lo disfruto muchísimo.