- “Al echar la vista atrás, creo que la vida me ha tratado bien, aunque también he conocido de cerca el infierno”, confesaba Joan Mari Torrealdai en una entrevista al recibir el premio Lauaxeta en 2010 por su trabajo en pro del euskera y la divulgación de la cultura vasca. Éste fue solo uno de los numerosos reconocimientos que el teólogo, sociólogo, periodista, profesor, escritor y académico de Euskaltzaindia recibió a lo largo de su extensa trayectoria profesional. Ayer Joan Mari Torrealdai fallecía en su casa, rodeado de familiares, y dejando un gran vacío en el mundo del euskera y la cultura vasca. Tenía 77 años, pero se mantuvo activo casi hasta el final porque, como él mismo confesaba, “la edad es puro calendario”. Para él, escribir era un servicio, “una forma de decir a mi país de dónde venimos y lo que nos ha pasado”. Su sueño era que sus libros se convirtieran en una herramienta de trabajo para las generaciones futuras. Un sueño que, sin duda, se ha cumplido.

Joan Mari Torrealdai nació en el caserío Mosone del barrio Urberuaga de Forua en 1942. Realizó estudios en los franciscanos del santuario de Arantzazu, estudió Teología, era licenciado en Ciencias Sociales por la Universidad de París, licenciado en Ciencias de la Información por la UPV-EHU, con la primera tesis en euskera en la Facultad, con el título Euskal Telebista eta euskara; y doctor en Sociología y Ciencias Políticas por la Universidad de Deusto. Tuvo una extensa trayectoria profesional: fue director de las revistas Jakin y Anaitasuna y presidente del consejo editorial del diario Euskaldunon Egunkaria desde su fundación en 1990. En marzo de 2003 fue detenido en la operación contra el rotativo euskaldun. Años después quedó absuelto, pero esta experiencia marcó su vida. Trabajó tanto en el campo del ensayo como en el periodismo y en 2007 fue nombrado académico de Euskaltzaindia.

Siendo todavía estudiante, tuvo conocimiento de la revista Jakin y empezó con el equipo que había, formado por Joxe Azurmendi y Joseba Intxausti. “Jakin quiso desde el principio casar la cultura y el euskera. Los temas culturales, la ciencia, la filosofía, la teología..., no se practicaban en euskera. Nuestra inquietud siempre fue fusionar el euskera y la cultura, unirlos. Jakin fue pionera en ese empeño”, contaba Torrealdai.

Años más tarde llegaría la censura. “Pensamos que el Gobierno español se estaba abriendo bajo la presión social. Escribíamos sobre socialismo, nacionalismo... y obteníamos autorización para publicarlo. Dedujimos que la apertura era real, pero no. Nos enteramos en agosto de 1969 que nos prohibían la revista; no era una multa o censura, sino una prohibición del sello editorial. De las razones me enteré más tarde con motivo de mi tesis doctoral sobre la censura: el Ministerio estuvo recopilando información durante años para prohibirnos la publicación por progresista y abertzale, dos pecados mortales en el franquismo”. A partir de esta prohibición y hasta 1977 Jakin se convirtió en editorial (Jakin Sorta) donde se publicaron 10 libros bajo la dirección alternativa de Torrealdai, Intxausti y Agirrebalzategi.

Tuvieron que esperar hasta el 77, dos años después de la muerte de Franco, para poder obtener el permiso y volver a abrirla. “Jakin es más que una revista, es una idea, una manera de entender el país, la cultura, la lengua”, insistía siempre Torrealdai.

Torrealdai no se consideraba un gigante de la cultura y del euskera, sino “un enano a hombros de gigantes”, de acuerdo con la famosa metáfora medieval, ya que él fue edificando a partir del trabajo de los gigantes que le precedieron. Y, sin embargo, hay que reivindicar la figura total de Joan Mari sin excepciones y el valor de referente que ha tenido.

Tras Iraultzaz (1973), publicó un estudio sociológico sobre los escritores en euskera: Euskal idazleak gaur. Historia social de la lengua y literatura vasca (1977). A partir de 1993 preparó el catálogo XX. mendeko euskal liburuen katalogoa con noticia de los libros editados en euskera en el siglo XX. En 1997 lanzó otro estudio sociológico sobre el estado de la cultura: Euskal kultura gaur.

A Torrealdai siempre le interesó investigar sobre la censura, quizás porque él mismo la padeció. En 1991 defendió su tesis doctoral La censura gubernativa y el libro vasco (1936-1983): Análisis de los informes de Lectorado, para la que se sumergió en 2.000 expedientes sobre libros vascos. En 1998 publicaba El libro negro del euskera, en el que recogía los ataques sufridos por la lengua vasca a lo largo de los siglos. Y años después salía a la luz Asedio al euskera.

El periodista y sociólogo publicó el año pasado un nuevo análisis sobre el “franquismo culturicida” en el País Vasco, en un ejercicio de recuperación de la memoria histórica. “Hay que sacar a los muertos del Valle de los Caídos y de las cunetas, pero también desenterrar la censura que tanto mal ha hecho”, dijo.

El trabajo realizado en el ámbito del euskera le supuso a Torrealdai muchas alegrías, y también sinsabores. No resulta fácil olvidar los durísimos días que sucedieron a su detención y al cierre de Egunkaria en 2003, ni la persecución política a un proyecto cultural y periodístico que, simplemente, apoyaba el euskera.

Egunkaria publicó su último número el 20 de febrero de 2003. Ese día, de madrugada, la Guardia Civil detuvo por orden del juez Juan del Olmo a diez personas. Entre ellas estaban Torrealdai, que era presidente del consejo de administración; Txema Auzmendi, Iñaki Uria, Martxelo Otamendi y Xabier Oleaga, que serían acusados de pertenencia a ETA. “Mientras estuve incomunicado pasé los peores días de mi vida. Fue un infierno”, relató Torrealdai, que ingresó en prisión unos días más tarde. Fue puesto en libertad tras permanecer varias semanas en la prisión de Soto del Real.

El cierre del diario tuvo una espectacular repercusión no solo en Euskadi, sino también a nivel internacional; era un periódico financiado por suscriptores euskaldunes de todas las ideologías, con publicidad privada y también con subvenciones oficiales por su trabajo en la difusión lingüística. Años más tarde, en 2010, la Audiencia Nacional hizo pública la absolución de los cinco imputados.

En su sentencia, los magistrados aseguraron que la “estrecha y errónea visión según la cual todo lo que tenga que ver con el euskera y la cultura en esa lengua tiene que estar fomentado y/o controlado por ETA conduce a una errónea valoración de datos y hechos y a la inconsistencia de la imputación” y tildaron el cierre de “injerencia en la libertad del prensa”. Torrealdai quedó absuelto, pero la dura experiencia le dejó huella. Padecía cáncer de médula espinal y atribuyó su origen a las malos tratos que sufrió durante ese periodo.