rear un espacio de experimentación y desarrollo profesional y humano que contenga nuestros eclécticos intereses artísticos y nuestra necesidad vital de comunicarnos a través de puestas en escenas que sean viajes poéticos e inspiradores”. Esta es la premisa sobre la que se asentó La Llave Maestra, compañía gestada en Navarra hace una década y reubicada en Chile hace seis años, con espectáculos basados en el teatro con objetos, el movimiento, el juego y la poesía visual. Dos de sus fundadores y directores, Edurne Rankin y Álvaro Morales Lifschitz, se sirven de la perspectiva que da el tiempo para reflexionar sobre esta andadura, mientras preparan un libro que reunirá “nuestras obras, nuestro método creativo, nuestras giras y colaboraciones con otras compañías y artistas”.

Edurne, vasca, y Álvaro, chileno, se conocieron en Buenos Aires en 2006 y ese mismo año pasaron a integrar la compañía Ciklos. En 2009 se instalaron en Navarra, donde ella había estudiado -ENT-, y aquí dirigieron varios montajes antes de unir su camino con el de otra pareja de intérpretes y creadores, Ion Barbarin e Izaskun Mujika, “que estaban en una etapa de búsqueda similar a la nuestra”. Poco después, cuando ya planeaban sus primeras acciones, se sumó Patxi Larrea. Así nació La Llave Maestra, compañía con una idea fundacional muy clara: “Crear espectáculos visuales, sin texto, y que tampoco estuvieran basados en un texto previo, sino que la obra debía nacer de un proceso de laboratorio e investigación en torno a la gestualidad, el movimiento y lo visual”, generando, a partir de ahí, “un universo propio”.

A partir de esos planteamientos, la compañía estrenó en Pamplona tres espectáculos en cuatro años. Tres de larga duración, Bestiario (2011), Delirios de papel (2011) y Nómadas (2015), y uno más breve, Fragmentos de un día cualquiera (2010). “Recordamos esos cuatro años como un tiempo de enorme fertilidad creativa” y como un comienzo “alentador” no solo por la “buena acogida” de las obras, sino porque en ese período “se sentaron las bases para desarrollar un lenguaje visual capaz de conmover, asombrar y cautivar al espectador a través del cuerpo, los objetos, las materialidades, el ingenio, la sorpresa y la imaginación”, afirman Rankin y Morales, conscientes de que sus propuestas generaron mucha curiosidad y sorpresa en el territorio foral. Y lo mismo sucedió cuando La Llave Maestra comenzó a girar por el resto del Estado, Europa y Latinoamérica.

“Desde el comienzo, la alianza con el Teatro Gayarre fue fundamental para el crecimiento y desarrollo de la compañía”; vínculo se extendió poco después a las casas de cultura de Multiva, Zizur, Noáin y Burlada.

Pese a esos apoyos y al éxito inicial, Morales y Rankin reconocen haberse sentido “impotentes” al comprobar que, aunque las obras “tenían muchísimo potencial para difundirse por España y por el extranjero, la posibilidad de hacerlo desde Pamplona era escasa, ya que el circuito navarro es pequeño y no tiene preponderancia ni participación a nivel nacional y las artes escénicas navarras no cuentan con apoyos reales a la difusión”. Esto “suponía un impedimento gigante”, habida cuenta, además, de que durante esos años pudieron ir a festivales de Turquía, Bosnia, Brasil, Argentina y Chile financiados por el Consejo de las Culturas de este último país, donde en ese momento “estaba surgiendo un movimiento teatral y cultural muy potente y efervescente, que remaba fuertemente para levantar proyectos”, con el nacimiento de nuevas compañías, festivales, teatros, etcétera. A cambio, en España “se agudizaba la crisis económico, golpeando sobre todo a nuestro sector”.

No fue fácil, pero estaba claro que cruzar el charco era lo mejor. “Allí teníamos más posibilidades de acceder a apoyos estatales”, y “el tiempo nos demostró que estábamos en lo correcto”, ya que, al volver a Chile, “las puertas comenzaron a abrirse velozmente y la compañía dio un gran salto en difusión”, posicionando sus trabajos rápidamente “en el circuito chileno, pero también en importantes festivales y ferias de América, Europa y Asia”. El acceso a ayudas estatales para la creación, la investigación y la circulación nacional e internacional ha sido constante “y fundamental para la continuidad y visibilidad del proyecto”. Pero no solo eso, sino que allí han encontrado “una importante red de apoyo entre artistas y compañías que se vinculan, se aportan y se complementan para crear intercambios que, sin lugar a dudas, nutren la experiencia profesional y humana”. Del mismo modo, La Llave Maestra ha establecido lazos “permanentes con teatros y festivales a lo largo del país, que constantemente programan a la compañía y la consideran dentro de sus actividades, creando, así, un trabajo asociativo muy necesario para el crecimiento de las artes”.

En Chile reestrenaron Nómadas (2015) y estrenaron L@s niñ@s del Winnipeg (2016) y Pareidolia (2018) y también han creado proyectos de investigación escénica y dirigido y participado en montajes de circo, danza y teatro de otras compañías. Y han realizado entre cinco y seis giras internacionales por año que les han llevado a Argentina, Venezuela, México, Costa Rica, Estados Unidos, Bélgica, España y Francia, a las que hay que sumar las que todos los años les hacen recorrer todo el país, y las residencias creativas en Carolina del Norte, en 2018, y en Bélgica, en 2020. Todo, con ayudas ministeriales y de festivales, teatros, Fondo Iberescena y el Centro Cultural de España en Chile.

A lo largo de esta década, La Llave Maestra ha mantenido como seña de identidad la colaboración con artistas de distintas disciplinas, “que abren posibilidades creativas para nuestro propio quehacer y amplían nuestra comprensión del arte”. Del diálogo con bailarines, coreógrafos, magos, diseñadores, artistas visuales, ilustradores, músicos, activistas han surgido “inesperados, pero tremendamente satisfactorios procesos y resultados”. Uno de sus habituales es el compositor pamplonés Gorka Pastor. “Es un miembro más de la familia, ha creado la música de todos nuestros espectáculos y nos ha acompañado también en giras por España y en residencias pedagógicas en Estados Unidos”. También han trabajado con el coreógrafo y bailarín Esdras Hernández, los directores de orquesta Miguel Morán y Quim Piqué, “y en el proceso creativo de Nómadas tuvimos el placer de colaborar con las navarras Verónica Eguaras (artista visual) y Natalia Sesma (diseñadora de moda). Isidro Ferrer diseñó el cartel de Nómadas; Francisco Javier Olea, el de Pareidolia, y Leonor Pérez “nos enseñó los principios de la ilustración”. Rankin y Morales también quieren destacar, porque fue “tremendamente conmovedora”, su colaboración con el Good Chance Theatre, en 2018 en París, “que nos invitó a realizar una residencia con refugiados” y les demostró cómo el arte “pueden ser un motor fundamental para la comunicación y encuentro entre culturas y realidades tan distintas, pero con necesidades tan humanas”.

Diez años después, La Llave Maestra se encuentra “en un momento de florecimiento y expansión muy hermoso”, que, desafortunadamente, se ha visto paralizado por la pandemia”, que en Chile “está causando estragos debido al pésimo manejo por parte del gobierno actual, que ha hecho oídos sordos a los especialistas médicos y ha priorizado la economía sobre la vida”. A día de hoy, Morales y Rankin llevan cinco meses de cuarentena y han tenido que cancelar numerosas actividades, entre ellas la celebración del aniversario. Como otros tantos, han tenido que reinventarse, creando cápsulas audiovisuales, impartiendo talleres on line, etcétera. Sin embargo, para 2021 ya tienen giras programadas, incluyendo fechas en Bélgica, Holanda y España, “y esperamos poder concretar algo en Navarra”. Aquí empezó todo y aquí quieren mostrar que siguen apostando por un teatro “a escala humana, artesanal, que pone en el centro al ser humano y su enorme capacidad creativa”.