Fecha: 19/09/2020. Lugar: Baluarte. Incidencias: Concierto perteneciente a la llamada Gira Imposible en la que Coque Malla actúa junto al pianista David Lads.

aciendo de la necesidad virtud, Coque Malla llegó a Pamplona con su guitarra y el piano de David Lads, y con eso fue suficiente para ofrecer una espléndida actuación. Ni siquiera en las canciones de su último disco, ¿Revolución?, que en el álbum derrochan clase y buen gusto en sus arreglos de cuerdas y metales, se echó nada a faltar. Solo queda música sonó deliciosamente hermosa en su desnudez (por cierto, ojo a lo premonitorio de la letra: “todo lo que fuimos desapareció, solo queda una canción, solo queda música”), al igual que Un lazo rojo, un agujero, en la que el madrileño se atrevió a rapear (emulando a Kase.O, que es quien lo hace en el disco). A estas alturas de su carrera, puede permitirse cualquier cosa y todas le salen bien. La voz indolente del que fuera cantante de Los Ronaldos se ha convertido en una de las más templadas del pop nacional. Se habla mucho de su talento compositivo, pero quizás no se incide lo suficiente en lo bien que está cantando de un tiempo a esta parte; sereno, natural, aparentemente sin esfuerzo, como si acabara de levantarse de la cama, pero clavando todas las notas, imprimiendo a cada palabra el acento adecuado, la intención precisa.

Cuando se puso a rebuscar en el fondo de armario de sus composiciones más añejas, siguió deslumbrando. Pocos artistas pueden presumir de perlas como Berlín, una melodía tan redonda que parece que llevara siglos escrita, aunque, en realidad, vio la luz en La hora de los gigantes, su álbum de 2009; o El último hombre en la tierra, que dio título al trabajo en el que empezó a maridar, y de qué manera, las guitarras con los arreglos de cuerda de su hermano Miguel; o Este es el momento, de la banda sonora de la película Campeones, que le valió un premio Goya. Que me perdonen los nostálgicos, pero al lado de canciones como estas, su pasado en Los Ronaldos palidece. Por eso, el vetusto himno adolescente de Guárdalo fue una simple anécdota, un disparo de melancolía que la concurrencia disfrutó, pero que no estuvo, ni de lejos, entre lo mejor de la noche.

¿Y cuál pudo ser ese mejor momento? Resulta complicado quedarse solo con uno. Aparte de los ya mencionados, podríamos citar tres más: Una moneda, incontestable en su aparente sencillez; la celebérrima No puedo vivir sin ti, que fue muy coreada por el público; y, muy especialmente, ese puñetazo en la cara que se titula Me dejó marchar y que uno no puede escuchar sin caer irremediablemente noqueado sobre la lona.

Si el nivel musical fue excelso, a la misma altura rayó la simpatía de Coque, muy locuaz y ocurrente en sus disertaciones entre canción y canción. Prometió regresar con todos sus músicos en cuanto sea posible. En los últimos años, le hemos visto actuar solo (Escuela Navarra de Teatro y Subsuelo), en formato dúo (el sábado en Baluarte), con cuarteto de cuerda (Gayarre) y con toda la banda (Zentral). Que vuelva como quiera, pero que sea pronto, que siempre es un placer escucharle, y más en estos tiempos tan oscuros.