- La muerte no es un punto final ni aparte, sino un punto y seguido, una secuencia inherente a la propia existencia y pertrechada de la misma naturalidad con que el realizador italiano Uberto Pasolini la ha abordado en el filme Nowhere special, proyectado ayer en la 65ª Seminci.

Todo lo que nace, muere y el reto es el de disfrutar el tiempo recibido, sortear obstáculos y cumplir con las responsabilidades asumidas como le sucede a John, un limpiador de 35 años que apura sus últimas semanas de vida en busca de un acomodo para su hijo de cuatro años que ha cuidado en absoluta soledad.

Más allá de la muerte, "he querido reflejar la esperanza en la vida y en el amor", el que se profesan los dos protagonistas de una película inspirada en un hecho real como fue la aparición en la prensa de un anuncio en la que una persona, ante la certeza de su próximo fallecimiento, buscaba una familia de acogida para su hijo. "Me pareció inmediatamente una historia muy especial y la posibilidad de hacer una película de amor un poco diferente", analizó Pasolini durante una rueda de prensa que concedió al término de la proyección, dentro de una jornada donde también compitió Gaza mon amour, de los hermanos palestinos Arab y Tarzan Nasser.

Nowhere special es el tercer largometraje del veterano cineasta Pasolini (Roma, 1957), conocido por su faceta como productor independiente y su participación como tal en la exitosa The full monty (1997), quien compitió en la jornada que marcó el ecuador del festival de cine de Valladolid.

Una enfermedad terminal, de inminente desenlace, apura los plazos de John para encontrar una familia de adopción para su hijo, un peregrinaje por los hogares de los candidatos al que asiste también el espectador y con el que Pasolini resuelve un planteamiento de la muerte ajeno a estridencias y patetismos. A ello contribuye un guion con su firma que no se recrea en el estrago físico del protagonista, el actor británico James Norton, ni se enfanga en deliquios melodramáticos gracias también al recurso de una estridencia cromática que no abandona la pantalla de principio a fin en los juguetes, parques, edificios, grafiti e indumentarias, de colores llamativos y que remiten a esa alegría y esperanza de vivir.

Un pequeño parque de atracciones, al final del metraje, simboliza el tempus fugit y la vida tasada que se nos concede en un carrusel que gira y gira, en unos espejos cóncavos y convexos que nos deforman como ocurre con el paso del tiempo, y en unos coches que chocan sin poder salvar los obstáculos. Nowhere special, que sólo se ha visto en el festival de Venecia y Pasolini quiere estrenar en salas para cuando la situación sanitaria "se normalice", satisface el sentido espiritual porque conmueve, responde a preguntas porque hace pensar e invita al hedonismo desde una estética colorista.

Otro hecho real, el hallazgo en 2014 de una estatua antigua de Apolo, por parte de un pescador en aguas de la franja de Gaza, ha inspirado a los hermanos Tarzan y Arab Nasser su segundo largometraje, Gaza mon amour, proyectado ayer en Valladolid y que representará a Palestina en los 93º Oscar de Hollywood.

Tras su paso por Venecia y Toronto, aterriza en la Seminci como una comedia sobre la odisea de un pescador soltero y sesentón que, al hacer suya la máxima machadiana de que en el amor locura es lo sensato, decide pedir matrimonio a una otoñal madre de una hija divorciada.

Homenaje de un hijo a su padre. Marcos Macarro y Ana Castillo fueron los padres de Marcos Ana (1920-2016), el poeta clandestino que firmó con los nombres de pila de sus progenitores para evadir la censura y honrar a quienes le trajeron al mundo, justo lo que ha hecho ahora su hijo en Marcos y Vida, un documental estrenado en la Seminci. Militante, soldado, preso, poeta y político son algunas de las facetas que amalgamó en su ajetreada vida quien ha pasado a la historia como el preso que más tiempo permaneció en las cárceles franquistas, entre 1939 y 1961, pero por encima de todo fue el padre de Marcos Macarro Sender, el hijo que le celebra con esta película.