- León Ferrari, uno de los nombres fundamentales del arte latinoamericano, llega al Museo Reina Sofía de Madrid y lo hace para quedarse: sus herederos han hecho una gran donación de su obra que se muestra en una exposición que su legado, marcado por la provocación como arma de lucha política.

El legado de Ferrari (Buenos Aires, 1920-2013) ha estado históricamente rodeada de polémica -tanta, como premios internacionales- y así lo advierte el museo al inicio del recorrido, donde se ha colocado un cartel que avisa de que algunas imágenes pueden herir la sensibilidad de algunos espectadores.

El uso de símbolos religiosos para denunciar la guerra, el abuso de los gobiernos, las estructuras de poder y la normalización de la violencia son la parte más conocida de su obra y también algunos de los hitos de la muestra La bondadosa crueldad.

En Juicio Final de la serie Excrementos una escena de la Capilla Sixtina aparece manchada por heces de pájaros para denunciar la arbitrariedad de la justicia, y en su obra más icónica, La civilización Occidental y Cristiana (1965), un Cristo crucificado sobre un avión militar estadounidense denuncia la naturalización de la violencia por parte de la sociedad. La primera ha sido donada al museo y la segunda, que fue censurada en su primera exposición con gran polémica, sigue en propiedad de sus herederos.

Ferrari es uno “de los grandes” nombres del arte, por la trascendencia de su obra y por su influencia en varias generaciones de artistas. La donación de la familia, que inicialmente iba a ser un depósito, ha sido “toda una suerte”, señaló ayer el director de la pinacoteca, Manuel Borja-Villel.

“Nadie tiene obligación de ver la exposición, el museo tiene una gran oferta. Los museos deben ser lugares de libertad, refugio y acogida -explicó-, si un museo no puede debatir sobre los terrores (de la historia), tampoco se podría representar teatro griego”.

León Ferrari fue un artista muy querido en su generación. Su padre, arquitecto y pintor de iglesias, le dijo que estudiara otra cosa, porque el arte no daba de comer, y así lo hizo, estudió ingeniería pero luego, de manera autodidacta comenzó a alumbrar una obra compleja que abarca escultura, poesía o collage.

“Ferrari era una persona de luz, que transmitía amor”. A lo largo de su vida se tuvo que exiliar en Brasil y perdió a un hijo, Ariel, en la dictadura, y “se sobrepuso a todo ello”, explicó uno de los comisarios, Javier del Olmo. Su obra no nace con el objetivo de provocar, sino desde “el respeto y la investigación, conocía los temas que trataba”, añadió.

La familia ha donado obra al Museo Reina Sofía, al Centro Pompidou y al Van Abbe Museum de Eindhoven, los dos próximos hitos de la gira de la exposición cuando acabe en Madrid, el próximo 12 de abril.

“Creemos que la obra de León es patrimonio de la humanidad. Hizo miles de obras, estamos dispuestas a cederlas y que la ciudadanía las tome. Es necesario mostrar algo diferente aunque no guste”, señaló su nieta Julieta Zamorano Ferrari, que asistió ayer a la apertura de la exposición.

Además de Juicio Final y el Cristo crucificado en el avión, la muestra incluye otras obras fundamentales como Nosotros no sabíamos (1976), una pieza hecha con decenas de recortes de noticias de diversos diarios argentinos durante la dictadura que hablan sobre la desaparición de personas y que denuncia la ignorancia meditada de un sector de la sociedad.

El legado de Ferrari ha recibido tantas críticas como premios internacionales. Parte de sus piezas se encuentran en la exposición permanente del Moma e instituciones de todo el mundo, y, entre muchos reconocimientos, recibió el León de Oro de la Bienal de Venecia (2007).