Regresa a Pamplona, donde ya la vimos en verano del año pasado con motivo de la primera edición del Festival Reclassics, y lo hace con un concierto que Euskadiko Orkestra tuvo que cancelar a causa de la pandemia y que ha reprogramado ahora. ¿Resulta especial participar en una especie de segunda oportunidad para recuperar el tiempo perdido?

-Cuando se cancelaron estos conciertos yo no estaba en el cartel, me han llamado ahora en el rediseño de la temporada, pero, en cualquier caso, sea un aplazamiento mío o no, es un momento especial. Es de agradecer y de aplaudir el esfuerzo que están haciendo las entidades musicales de España en general y en concreto Euskadi Orkestra, que fue la primera que tocó después del confinamiento. En ese sentido, fue uno de los faros de Europa y por eso es de reconocer que en la situación tan terrible que estamos viviendo, casi en uno de los picos de la tercera ola, se apueste por la cultura. Por una cultura que, además, es segura. Hemos hecho los ensayos y en ningún momento hemos notado inseguridad. Todas las medidas están perfectamente ajustadas y se respetan y, como artista, no puedo más que aplaudir el coraje de apoyar la cultura y de manifestar el compromiso con la música y con los artistas.

En su caso, ¿cómo ha vivido ha vivido la pandemia en medio de cancelaciones, aplazamientos, parones...? ¿Cómo ha afrontado la situación?

-Pues todavía pasa; me acaban de aplazar hasta nueva fecha lo que tenía la semana que viene en Alicante por las medidas que se han tomado hasta el 1 de marzo. Como todo el mundo, gestiono como puedo la incertidumbre. He sido una afortunada porque pude trabajar en verano, con conciertos aquí, en el Reclassics, y en otros lugares. Estuve en la Schubertiada, incluso viajé a la República Checa, pero ahora mismo Europa está cerrada y los compromisos que tenía en enero en Suiza y en Italia se han pospuesto. Lo vivo desde la aceptación, desde una cierta serenidad, desde ver la imagen desde fuera y entender que esto es una alarma sanitaria y social, y desde la tristeza también, no te voy a engañar.

¿Cómo lo ha vivido a nivel de ánimo, de creatividad, de concentración, de dedicación?

-He pasado por distintas fases. Seguramente, si me hubieras hecho esta pregunta en junio del año pasado, te respondería diferente a lo que te diré ahora. Es que ha pasado ya mucho tiempo. En un año ha habido muchos momentos de tristeza, otros de frustración; de repente, picos de esperanza y de alegría cuando se volvía a tocar. Incluso en medio del confinamiento hubo algún concierto on line muy especial desde mi estudio, con el Festival Música en Segura. Después volvió otra vez la incertidumbre por saber qué iba a pasar con la segunda ola, con la tercera... Y ahora lo que intento es vivir el día a día. Yo afronto la incertidumbre con el estudio diario, no dejo de estar en el piano porque es mi manera de hacer música, y cuando se permite y se puede, se comparte, y cuando no, sigo trabajando para crecer como pianista aunque sea en mi estudio. Este año he tenido la ocasión de estar con la Orquesta de RTVE, estuve en Getxo la semana pasada, ahora estoy en Pamplona... En fin, que veo cada oportunidad como un regalo y un milagro y siento el privilegio de estar viva y de compartir música. Este es un año en el que ha habido de todo, y creo que para todo el mundo ha sido, y es, un volcán emocional.

¿Ha vivido un reencuentro con el piano diferente a cuando tiene que preparar un concierto o un proyecto concreto?

-Yo no me he marchado nunca del piano. En el confinamiento más estricto había acciones on line y trabajaba para prepararlas, y cuando no había conciertos, también. Un músico trabaja para luego compartir la música, pero también hay muchas obras que puedes montar y en las que puedes profundizar cuando tienes un poco más de tiempo. Durante este año, en ningún momento he dejado el instrumento, siempre he tenido objetivos y motivaciones, fueran de conciertos o para mí como pianista.

¿Cuáles han sido esas obras que le apetecía montar o rescatar? ¿Qué le pedía el cuerpo, el ánimo, en esos momentos?

-Pues me ha pedido bastante Brahms, Schumann... He trabajado bastante Beethoven, y, por ejemplo, me puse a montar la segunda Sonata de Chopin, que es algo que siempre me ha apetecido mucho. He creado también mi propuesta de programa del próximo año, que incluirá a Rajmáninov, al que hace años que no toco. Así que he trabajado bastante variedad, y recuerdo que al principio del confinamiento hubo un momento en que necesitaba empezar todas las mañanas con Bach. En concreto, con las Invenciones a dos voces, que es una de sus cosas más sencillas. Era como una especie de purificación.

Como especialista en la época romántica, casi podríamos decir que ahora mismo vivimos otra etapa romántica, entendiendo el romanticismo como un momento oscuro, melancólico, triste en una sociedad convulsa, con crisis económica, pobreza, enfermedad...

-Es una época dura, sí. Nos queda la esperanza de la superación, como en aquellos tiempos.

A pesar de esa oscuridad, Judith Jáuregui parece una mujer y una artista que apuesta por lo extrovertido, por la esperanza y por el optimismo.

-No sé. Soy una amante de esa época del romanticismo y de las tormentas que generaban Schumman, Liszt o Chopin, en cuya música reflejaban todas las esquinas del alma, desde las oscuras hasta las más luminosas. Para salir adelante sí necesito sentir la esperanza y buscar la luz, a pesar de estar en la oscuridad. Soy una persona optimista, que doy gracias por la vida. La vida, el contacto con la naturaleza y con el ser humano es un regalo y ahora más que nunca los que estamos en ella podemos sentirnos privilegiados porque hemos visto nuestra vulnerabilidad muy, muy de cerca. Y creo que este camino, al menos a mí, es el que me ayuda a seguir, a estudiar, a estar conectada con la lucha y, sobre todo, con la fuerza mental que se necesita para salir adelante. Estamos todos muy cansados, son muchos meses y todavía no sabemos cuánto queda, y ese poso de fuerza mental se alimenta a través de la esperanza.

¿Diría que esta etapa la ha cambiado en algo, que cuando se levante la terrible niebla de la pandemia habremos cambiado como sociedad, o que deberíamos haberlo hecho?

-Pues no lo sé. Creo que esta pregunta nos la hemos hecho todos, sobre todo al principio del confinamiento. No sé si todo esto nos cambiará, pero lo que sí creo es que puede que nos haya dado algo más de conciencia social, de conciencia del otro, de agradecimiento del día a día... En una sociedad que va tan rápido, en la que siempre estamos pensando en el futuro, de repente hemos tenido que parar y obligarnos a vivir el hoy, el momento. Ojalá que a través de esa conciencia del ahora encontremos un camino que nos haga más felices. Estaría bien parar y mirar hacia dentro en lugar de estar todo el tiempo corriendo hacia afuera. Ese gesto quizá genere un camino.

Estos días la vamos a escuchar en Baluarte con Euskadiko Orkestra, una formación con la que ha actuado en varias ocasiones, ¿eso hace que la complicidad fluya desde el primer segundo del concierto?

-Pues hacía ya bastante tiempo que no tocaba con Euskadiko Orkestra y ha cambiado mucho en los últimos años. Guardo un recuerdo precioso de mis colaboraciones con ellos, y ahora vuelvo a estar muy contenta porque me he encontrado una orquesta con muchísimas ganas de trabajar, llena de energía, con un director -Jaume Santonja- también con esa vitalidad que se requiere en Beethoven 1. Los ensayos han ido muy bien, han sido fluidos y nos hemos comprendido muy bien, así que tenemos muchas ganas de llevar esa luz y esa alegría de Do mayor de este concierto. Un concierto que en realidad él escribió como segundo, pero que después cambió el Opus y lo convirtió en primero porque quería que su número 1 fuera una gran obra.

Eso es empezar el concierto en Baluarte muy arriba, con una atmósfera especial.

-Sí, es arriba y con alegría de vivir. Aunque el concierto empieza en piano, con los movimientos vamos pasando por diferentes momentos y distintos momentos de luminosidad. El primer movimiento está lleno de alegría y de bondad; el segundo es más sereno, contemplativo, y el tercero es una fiesta, un baile a la turca. Y sí, con este concierto se invita desde el inicio a la alegría de compartir con el público, que tanto con este concierto como con el de Schumann, que interpretará la orquesta, se va a encontrar música y, por lo tanto, vida.

Sin duda, Schumann está intrínsecamente unido a la carrera de Judith Jáuregui. A él le dedicó su primer disco y también el último, publicado a mediados del año pasado.

-Forma parte de mí, sí. Fue al primer compositor que me acerqué siendo niña. Uno de los primeros que descubrí, con su Álbum de la juventud, y sí, es un compositor con el que siento una conexión muy fuerte. Lo que tiene de fascinante es que cambia del tormento a la esperanza en un instante. Y es tremendamente humano por ello.