- Eduardo Noriega vuelve a las salas como parte del reparto coral que protagoniza Los traductores, un thriller de inspiración literaria donde surgen asuntos tan delicados como qué motiva al autor para escribir, cuánto importa la transacción comercial o cuál es el valor de la creación. Preguntas, afirma el actor, que "se pueden aplicar a cualquier otra cosa": al cine, por ejemplo.

"Creo que estamos viviendo ahora un momento en el que ha cambiado la forma de consumir y consumimos más que nunca, pero lo hacemos de una forma voraz, casi no disfrutamos, no paladeamos como antes", señala.

Antes, reflexiona el protagonista de Abre los ojos (1997), "ir al cine era un acontecimiento, quedabas con amigos, luego tomabas algo y hablabas de la película, y ahora devoramos una temporada entera en una tarde y solo pensamos en la siguiente".

Pero él es "un romántico" y, también como espectador, confiesa, le gusta lo concluyente. "Y me gustan las salas de cine. Me encanta estrenar esta peli en sala, así que -sonríe- animo a la gente a que vaya al cine".

En este caso, para ver una película de suspense, muy entretenida, donde el director, el francés Régis Roinsard, enlaza la vida de nueve traductores de nueve nacionalidades diferentes que deben traducir el último libro de una trilogía de gran éxito.

El miedo a que se filtren las páginas del nuevo tomo hace que el editor los encierre en un búnker de lujo sin contacto con el exterior, pero, aun así, se publican en internet las diez primeras páginas.

"Hay algo de Cluedo o de Agatha Christie que funciona bastante bien -considera Noriega-, la intriga que está a lo largo de la película tiene un ritmo particular; es un thriller pero, por momentos, se detiene y se habla de literatura y de libros".

Protagonista de El lobo (2004) y Plata quemada (2000), Noriega cuenta que Los traductores enfrenta la alta literatura a los best sellers y habla de negros literarios y de escritores con seudónimos. En fin, agrega, "respiraba libros por todos lados y me resultaba muy atractivo, con los traductores en primera fila, cuando siempre son gente invisible".

Le gustó que le pidiesen que encarnara al personaje más débil de un grupo diferenciado por países, con estrellas como Olga Kurylenko, Lambert Wilson, Alex Lawther, Riccardo Scamarcio o Sidse Babett Knudsen, y rodado en nueve lenguas, que además, aprovechaba ciertos tópicos para reírse de ellos mismos.

"Me han ofrecido un personaje frágil, hipocondríaco, que tartamudea, débil, y me hizo especial ilusión porque se aleja de lo que suelo hacer".

Tras Perfectos desconocidos (2017), enlaza "casi una serie con otra", apunta Noriega, en antena con Inés del alma mía y Hache, y pronto con una superproducción para la televisión de la que no desvela detalles.

Coincide estos días el 25 aniversario de Tesis, de Alejandro Amenábar, ganadora de 7 Goyas, donde un veinteañero Noriega saltó a la primera línea del cine español: "Tesis sigue funcionando por la narrativa de Amenábar aunque tecnológicamente sea de otro siglo", comenta.

En aquellos primeros años de su carrera, no era raro ver en el mundo del cine "gestos machistas con mujeres; los ha habido siempre, y en alguna ocasión los he vivido, me he enfrentado y lo he denunciado, yo mismo también he sufrido", desvela.

Y aclara que "son gestos que, cuando eres muy joven te sientan muy mal, pero tampoco eres capaz de denunciarlo. Por eso entiendo perfectamente a víctimas mujeres que se bloquean y no pueden denunciar, como en el caso Harvey Weinstein".

Destaca que, en su caso, "no solo era él el monstruo, a su alrededor había cincuenta personas que eran necesarias, que colaboraban, que le ponían las actrices en bandeja. Y toda la industria sabía del comportamiento de este hombre. Lo sabía hasta yo, que vivo en Madrid, cómo no se iba a saber en Hollywood", resume.