as pinturas del artista alemán Christian Schad encarnan una sensualidad y una liberalidad a través de retratos no exentos de un expresión cruda que recuerdan la cercanía de las vivencias de la I Guerra Mundial. Sus representaciones compendian parte de lo que fue la década de 1920, una época de progreso en muchísimos ámbitos, como el avance en los derechos de la mujer, pero también de reacción a la traumática experiencia bélica. Una de sus obras, titulada Maika (1929), en la que pintó a una joven actriz con la tuvo un affaire en Berlín, es una de las 300 piezas que formarán parte de la exposición Los locos años veinte que el Museo Guggenheim presentará a partir del 7 de mayo. La muestra, uno de los platos fuertes para este atípico año, llega en un momento en el que los paralelismos con aquella época son inevitables. El recuerdo de la pandemia de 1918 era entonces tan reciente como acuciante resulta ahora redoblar los esfuerzos para superar la actual crisis. La exposición ejemplifica que hay luz al final del túnel.

Con una programación que se aborda con la misma ambición que años atrás, la pinacoteca plantea esta estimulante muestra a través de un recorrido por la década de 1920 mediante objetos representativos de disciplinas artísticas relevantes: desde la pintura, la escultura o el dibujo, hasta la fotografía, el cine, el collage, la arquitectura o el diseño mobiliario. Durante la presentación de las próximas exposiciones, revelaron que contará incluso con una pista de baile con música de la época. Dividida en siete capítulos narrativos, además de acercar la mirada a ciudades como Berlín, París, Viena o Zurich, la exposición reflejará el intercambio entre diferentes movimientos progresistas como la Bauhaus, el Dadaismo o la Nueva Objetividad. La muestra, que podrá verse hasta el 19 de septiembre, incluye también obras de artistas contemporáneos que emplean de forma expresa el lenguaje y los temas de la aquella época.

Según Petra Joos, curator de la muestra en Bilbao, "los años veinte del siglo pasado supusieron una explosión de creatividad, de liberación erótica, de pulsión sexual y de feminismo, pero también de trauma, lucha y economía salvaje y despiadada". La exposición ha contado, además, con la colaboración del dramaturgo y actual director artístico del Teatro Arriaga, Calixto Bieito, quien propone un reto mediante la escenografía ideada: "Aprovechemos la experiencia de los locos años veinte para confiar en la libertad creativa y no caer en los errores que sumieron al mundo en una de sus mayores catástrofes. Que nuestros años veinte del siglo XXI no se conviertan en Infinite Jest (la broma infinita)".

El planteamiento de la exposición, que convivirá en el museo con Bilbao y la pintura, que ilustra la transformación de la ciudad durante el fin del siglo XIX y comienzos del XX, comienza con la narración del desgaste originado tras la guerra, así como de la erosión provocada por el virus de la influenza. Sin embargo, el hecho de que los hombres estuvieran en el frente, favoreció que las mujeres adquirieran nuevas libertades, tanto a nivel familiar como laboral, así como más autonomía. La introducción del sufragio femenino gradual a partir de 1918 en diversos países fue su manifestación más poderosa. Esa transformación también se trasladó a la estética: la barba dio paso al afeitado y al cabello engominado. En el caso de las mujeres, el pelo corto hacía furor mientras que los vestidos pasaron a ser a la rodilla y sin cintura.

Los cambios en la autopercepción de los hombres y las mujeres se analizarán con detenimiento, precisamente, a través de la revolución en la moda. El pequeño vestido negro ideado por Coco Chanel en 1927 continúa siendo la expresión más atemporal de la emancipación de la mujer, que en aquel entonces comenzó a vestirse de forma más funcional. En la muestra del Guggenheim podrá verse, por ejemplo, un vestido de cóctel de seda diseñado por Madeleine Vionnet en 1928. Además de cambiar su indumentaria, la nueva mujer, llamada garçonne o flapper, se convirtió en consumidora de productos de cosmética. El cambio de percepción del cuerpo también se vio reflejado en la danza a través de precursores expresionistas alemanes como Suzanne Perrottet y Rudolf von Laban. En la sección que lo describe, artistas contemporáneos como Rashid Johnson y Shirana Shahbazi expondrán la vigencia de estos discursos hoy en día. Paralelamente, la reducción de las horas laborales favoreció la industria del ocio, de forma que la quintaesencia de los locos años veinte la constituyen los bailes nocturnos, extáticos, cargados de sensualidad. La bailarina Josephine Baker, procedente de Estados Unidos, es la responsable de introducir el charlestón en Europa.

Se trata de un periodo caracterizado por la fragmentación y la aceleración de la sociedad. El pintor Fernand Léger describió en 1924: "Nunca hubo una época más ávida de espectáculo como la nuestra". Faltaban décadas para que la televisión entrara en los hogares, pero progresos como el automóvil, la cadena de montaje o la radio se transformaron las formas de ver las cosas. El cine y la fotografía, ignoradas por el mundo artístico, fueron adquiriendo mayor reconocimiento gracias a artistas como Hans Richter y el citado Léger. Pero la experimentación llegó de la mano de Man Ray y László Moholy-Nagy. Otras disciplinas, como el diseño y la arquitectura de la época, también se han introducido en nuestro imaginario sobre aquella época. La escuela de diseño Bauhaus, fundada en Weimar en 1919, se dedicó a construir una sociedad mejor y más democrática. Diseños icónicos de miembros como Le Corbusier o Walter Gropius se siguen produciendo a día de hoy.

La muestra, en la que se expondrán 300 piezas, llega en un momento en el que los paralelismos con aquella época son inevitables

Reflejará el intercambio entre diferentes movimientos progresistas de ese periodo como la Nueva Objetividad, la Bauhaus o el Dadaismo