xtraño patrocinador, TikTok, para una Eurocopa muy igualada y en la que Telecinco ha perdido un dineral con la eliminación de España para la final de ayer. Aun así, no le han ido las cosas del todo mal, pese a haber sido el campeonato con menos espectadores en 25 años. Por cierto, que Euskadi (51,6%) y Catalunya (49,9%) registraron las peores cuotas de seguimiento, lejos del 65,9% de Madrid y la media estatal, 58,6%, según datos de Barlovento Comunicación. No amortizará los 35 millones de euros que le han costado los derechos de emisión y la infraestructura, ni podrá compensar a los aficionados por la tortura de los comentarios de José Antonio Camacho en su papel de hooligan. Mediaset tiene un grave problema de modelo, con un liderazgo basado en la baja calidad y su endémica telebasura. La apuesta deportiva pretende corregir en parte su sesgo ramplón. Y eso no se consigue solo con fútbol. Ahí están sus últimos fracasos, con El precio justo, Top Stars, el culebrón turco Love is in the air, el desvanecido espacio de la Campos y la incapacidad de sus informativos frente a Antena 3. Que hagan como Movistar+, que, además de tener todo el fútbol, ofrece las producciones más exquisitas, plenas de humor, música, documentales y series propias. El relevo lo toma TVE con los Juegos Olímpicos de Tokio, condicionados por la alerta sanitaria en Japón. La ceremonia inaugural y la clausura no superarán espectáculos precedentes y los récords serán pocos y sin entusiasmo. Todo a puerta cerrada. La pública tiene la oportunidad de recuperar el brillo que tenía antes de que Zapatero y su vicepresidenta, en 2010, descapitalizaran el Ente con la ignominiosa entrega de su publicidad a las cadenas privadas en plena crisis. Ahora, un gobierno del mismo pelo quiere enmendar aquel crimen de lesa televisión. Será tras otro mal verano.