Torazos de raza navarra antigua e incapacidad de toreros modernos

Después de casi 25 años de selección y comparaciones genéticas, Miguel Reta eligió Céret para presentar su primera corrida. Esta corrida de toros iba a tener lugar en 2020. Lamentablemente, la pandemia hizo añicos las ilusiones de l'ADAC y las de muchos aficionados franceses y españoles. Fue para coronar esta obra de su vida. La más fuerte ovación para él, siempre será pequeña. Ahora bien, ayer en Céret se marchó el aficionado de la plaza pensando que no volverá a ver otra corrida de pura sangre navarra para poder comparar y seguir soñando por la resurección de una especia propia en extinción.Toros antiguos, de raza indomable qu, sin embargo, se empeñaron más en enseñar las dificultades de las fieras corrupias que de intentar doblarse, domeñar o, incluso, quitar las moscas con torería. Fue como meterse en la máquina del tiempo y presenciar en directo a los diez carriquiris que se hacían los dueños del cotarro y salpimentaban las funciones. Un privilegio. Más la toreabilidad moderna asentada desde hace décadas desveló que no hay toreros con el poder y oficio necesarios para conjuntar casta, genio, mansedumbre pero también lidia y poder sobre los pies. Salvo Vara en el magníico Rabioso, que hacía el cuarto, se puso de verdad de cara. Arrancó dos tandas a media altura. La tercera no la supo templar y todo se vino abajo. Las demás puestas en escena dieron la impresión de que todo era imposible y que la culpa la tenían los bicharracos del viejo Reino. Pues creo que tanto mal o más tuvieron Chacón y Pacheco.