Fecha: 27/08/2021 Lugar: Teatro Gayarre Incidencias: Concierto perteneciente al festival Flamenco On Fire. Javier Ruibal: guitarra y voz. Lucía Ruibal: baile y taconeo. Javier Ruibal (hijo): batería.

l Flamenco On Fire avanza con paso firme. El viernes, en el Teatro Gayarre, actuaba Javier Ruibal, toda una institución en el panorama musical nacional, con un pie en la canción de autor y otro en la música andaluza, teñida de diversos estilos como el jazz, el rock, la música sefardí y, a su manera, también el flamenco. El gaditano, que ya nos visitó en la Ciudadela hace cuatro años, venía a presentar su nuevo espectáculo, de título Ruibal. El nombre le va como anillo al dedo, pues es interpretado íntegramente por miembros de la familia: el propio Javier en la guitarra y la voz, su hija Lucía bailando y taconeando en algunas piezas y su hijo Javier en la batería.

El disco que presentaban (Ruibal, 2020), fue compuesto íntegramente durante el confinamiento, que el patriarca pasó sin compañía en su casa. A esa soledad forzosa achacó el tono dramático de algunas canciones como Baile de mascaras, en la que las máscaras son, obviamente, las mascarillas de esta nueva normalidad. Interpretó esta canción él solo, para después presentar a su hijo, que agarró sus baquetas en la segunda, Amor en la red; al igual que en la anterior, Ruibal jugó con los dobles sentidos entre el confinamiento, las nuevas tecnologías y las relaciones interpersonales. Así, se percibía el dramatismo al que se había referido, pero bien tamizado por la ironía y el humor, como siempre ha sido habitual en sus letras. Otro ejemplo de ello fue Física cuántica, en la que salió su hija a bailar por primera vez.

Apeló después a la mezcla, al mestizaje y al hermanamiento con los pueblos de África al presentar Soy africano, un canto contra los nacionalismos que arrancó una gran ovación. Otro de los momentos más destacados llegó con Baila Lucía, interpretada por Javier padre a guitarra y voz y con su hija, musa de esta pieza, bailando a su lado (volvería a hacerlo en Tierra). Fueron los tramos en los que los tres miembros de la familia compartieron escenario los más vistosos de la velada. Durante el resto de la actuación, era la guitarra del padre y la batería y los efectos grabados del hijo los que llevaban el peso escénico, saliendo más que airosos del envite. La parte musical quedó perfectamente trazada y las letras de las canciones resplandecieron en toda su enormidad, tanto en su veta más poética como en la más sarcástica.

No es Javier Ruibal un flamenco ortodoxo, eso está claro y así lo reconoció (“No he venido a a Pamplona a examinarme”, anunció al comienzo). Sin embargo, hubo reminiscencias rumberas (Toíto Cai lo traigo andao, con “lereles” a cargo del público, o A Morente, emocionante homenaje al revolucionario cantaor de Granada). El final, con Música en vena, sonó rockero, con alusiones en el texto a Kiko Veneno, Rosendo, Morente, Police o Pink Floyd. En los bises, Para llevarte a vivir, interpretada solo por padre, e Isla Mujeres, con el trío en escena, rubricaron la actuación entre los aplausos del teatro, que despidió a los artistas puesto en pie.