- Librera desde hace 15 años, Pilar Escalada no se ve haciendo otra cosa. Tras sus inicios en el oficio en Zaragoza mientras estudiaba Filología Clásica, se lanzó a abrir en noviembre de 2018 junto a su compañero Manu la librería Ménades, en el mismo local de la calle San Gregorio de Pamplona donde estaba Auzolan.

Un local con una cuidada selección de fondo y especializado en ensayo, género en el que comenzó Pilar en el oficio en una Fnac de Zaragoza. "Esa experiencia me ha dado a posteriori muchísima información sobre cómo funciona el mundo editorial con las grandes cadenas y con las librerías pequeñas independientes, porque hay diferencias y desigualdades en detrimento de estas últimas", dice. También le dio "un bagaje y un conocimiento de todo lo que se edita en el país y una metodología de trabajo".

Tuvo "la suerte" de contar en sus inicios con "un jefe, librero a la antigua usanza, que venía del mundo de las librerías independientes", y le "enseñó muchas cosas que ahora en grandes cadenas ya no se estilan".

En gran parte, Pilar es librera porque "siempre" le ha gustado leer. "Creo que eso es algo que nos pasa a todos los que trabajamos en este mundillo". Un sector "difícil", dice, que le llena.

La librera de Ménades tiene claro que "la conexión librero-cliente es algo que muy difícil puede suplir un algoritmo". "La conversación con los clientes, escuchar sus gustos y saber asesorarles con sinceridad, me parece básico. Porque el mundo editorial es un mundo cultural, de aprendizaje para ambas personas, que va más allá del mero intercambio libro-dinero", apunta. El problema, al que se enfrentan hoy los libreros y las libreras, dice, es "la inmediatez de esta sociedad actual, el lo quiero ya y ahora aunque no me corra prisa y el desconocimiento del funcionamiento del mundo editorial por parte del gran público. Si un cliente quiere un libro ya mismo y no está en la librería, muchas veces opta por pedirlo por Internet en lugar de pedirlo en la propia librería, como si no se pudiera hacer".

Recuerda así que los libreros trabajan con distribuidoras como intermediarias entre las editoriales y nosotras. "Cuando un cliente pide un libro que no tenemos en tienda, generalmente el librero pequeño tiene que hacer un pedido mínimo a la distribuidora para que le llegue ese libro. Si la distribuidora no lo tiene, tiene que pedirlo a la editorial. Eso puede retrasar la llegada de un libro, aunque la gran mayoría de las veces el tiempo de llegada de un pedido nuestro y un pedido de Internet es el mismo", explica.

A esto se suma que "los grandes grupos editoriales suelen colocar la mayoría de sus tiradas en grandes cadenas y en Amazon, lo que nos crea a veces a los pequeños problemas de abastecimiento, y más ahora con el problema de la escasez de papel y de las colas en las imprentas para las reediciones de libros incluso recién salidos".

Escalada es consciente de que "es complicado hacer entender a un cliente que un libro que acaba de salir y del que puede encontrar pilas en lugares como Corte Inglés o Fnac está agotado". Pero, por su experiencia, "cuando a los clientes les explicas esto, son muy comprensivos y se vuelven mucho más proclives a comprar a través de nosotras que de Internet".

"Es una lucha de David contra Goliat, pero en ella estamos y seguimos", concluye.

"El público que conoce cómo funciona la cadena editorial, valora más la labor de las librerías"

"Hoy nuestro problema es la inmediatez, el que la gente quiera un libro ya aunque no corra prisa"

Librera de Ménades