Dirección: Michael Showalter. Guion: Abe Sylvia. Intérpretes: Jessica Chastain, Andrew Garfield, Vincent D’Onofrio, Cherry Jones, Sam Jaeger y Fredric Lehne. País: EEUU. 2021. Duración: 126 minutos.

ese a su factura de cine de Oscar, algo que se les suele atragantar a los jurados del SSIFF, en la pasada edición del Zinemaldia de marcado color feminista, se decidió premiar como mejor intérprete a su protagonista Jessica Chastain. Aunque en una decisión discutible, como casi todo el palmarés, se decidió que fuese un premio compartido con Flora Ofelia Hofman, una actriz y un papel sensiblemente de mucho menos oficio y valor pero más indie. Lo evidente, lo incontestable, es que Chastain aparece tan magistral, tan brillante que, de no saber que es ella la Tammy Faye del título, pocos espectadores serían capaces de adivinar que no estamos ante la mismísima predicadora cuya historia conmocionó a buena parte de la opinión pública en EE,UU.

Aquí, este fenómeno, ante una hegemonía aplastante de la iglesia católica, apenas ha tenido eco; pero estamos ante el denominado Watergate de los telepredicadores. Si se deja el contexto a un lado, la esencia, lo que aquí está en juego no es sino el nacimiento, ascenso y hundimiento de un par de versos libres del fundamentalismo religioso enfrentados al verdadero entramado de quienes manejan los hilos.

En el país del sueño americano, donde se alimenta la fe de creer que el individuo puede vencer al sistema, el caso de Tammy Faye sirve de argumento a Michael Showalter, un solvente director de comedias, para dibujar un filme que corre el peligro de pasar incomprendido e infravalorado. Con una estructura canónica, Showalter recorre, paso a paso, la subida y el descenso de un matrimonio de predicadores cuya feliz combinación fue capaz de crear un verdadero imperio. Showalter, con estructura de tragedia shakespeareana y verbo ágil, se beneficia de la magnética presencia de Jessica Chastain. Son sus ojos, su capacidad camaleónica para disolverse por completo en el personaje al que da vida, quienes dan luz a un filme tenso y aleccionador. Menos banal de lo que aparenta pero más complaciente de lo que debería, la realidad es que, el excelente trabajo de Jessica Chastain está muy por encima de lo que Showalter y la película le devuelven. Una pena, porque lo de Chastain es sobrecogedor.