Dirección: Igor Ijurra y Vanessa Garde. Programa: Suite orquestal de La Guerra de Las Galaxias, de John Williams. Programación: Fundación Baluarte. Lugar: Sala principal. Fecha: 11 de marzo de 2022. Público: Lleno (desde 17 a 26 euros, con rebajas para jóvenes).

n un Baluarte abarrotado, tanto en la sala como en el escenario, desfilaron, a través de la música de John Williams, las imágenes que todos tenemos de la famosa saga de la Guerra de las Galaxias (G. Lucas y otros directores), porque la música, y, en especial la del cine, es muy evocadora. Al frente de las huestes interpretativas -mucho más pacíficas, claro, pero que también tienen que guerrear con partituras complejas-, la directora, pedagoga, arreglista, etc, y compositora -también ligada a la imagen- Vanessa Garde. La joven directora de Villafranca sale a escena muy discretamente, como si fuera al encerado. Le faltan tablas del dominio de la liturgia de saludos, incluido el amago de finalizar antes de tiempo la primera parte, sin consultar con el concertino; y quiere quitarse mérito a favor de los músicos, a los que hace saludar a cada paso. Ni siquiera repite salida al término del primer tiempo, dejando colgado al público que la ha recibido con gran ovación. Pero esto no importa mucho; salvo que tanto aplauso y saludo alargó, innecesariamente, la velada, y cortó, en algún momento la fluidez de la narración musical: por ejemplo, quizás hubiera estado bien hacer algún attacca, contrastando las batallas con lo más lírico; más que nada por seguir el mandamiento fílmico de sorprender. Pero lo importante es que Garde da la entrada a la fanfarria de la Fox (hubiera sido mejor no cortar y seguir con el famoso tema galáctico, aunque el público aplaudiera), y domina con mano y compás firme todo lo que tiene delante. Vanessa va a dejar que todo suene mucho, como en la pantalla, que siempre nos llega amplificado el sonido, sobre todo en los tramos guerreros, claro. Una dirección extravertida, sin decaer, de tempo: también, guerrero, que, en algún momento pone a prueba el virtuosismo de la orquesta; porque la ejecución de esta música -muy influenciada por los compositores rusos del XX- es peliaguda, con algunos solos -por ejemplo en las trompas- endiablados. Gana, la joven directora en los pasajes tumultuosos; sin que los más líricos decaigan; éstos, siempre con la misma fórmula: tema señalado por el solo -flauta, oboe, chelos- que se va alimentando de un poderoso regulador que progresa a medida de que los protagonistas se van declarando su amor. Bien. Esos adagios, que no tienen la entidad de los grandes clásicos, quedan siempre muy bien resueltos por la cuerda; y Garde tampoco quiere edulcorarlos demasiado, -tema de Anakin, de Amor, de Leia...-. El predominio de metal y percusión en los fuertes es evidente, y, aunque, a veces parece desbocarse, lo cierto es que, en el ambiente de la extensa Galaxia, no queda mal. Del viento metal, hay que destacar los graves de tuba y varas; y las muy activas trompas, a las que se les confía, también, acogedoras atmósferas líricas, como el tema de Joda, con chelos; o los solos de Leia con Luke, introducción a Leia, etc. Extremos agudos en trompas. Impecables los, no menos protagonistas, flauta y oboe. Así como la celesta y arpa, sonidos muy etéreos, ambos. El coro (el Orfeón), aunque de menos protagonismo, quedó muy bien: se hizo presente, para bien, en todas sus intervenciones, tanto en las vocalizaciones que humanizan el timbre orquestal, como cuando interviene, rotundo, en el Duel of the Fates, ratificando, en la parte aguda, el tremendo ostinato. O en la muerte de Padmé, cuyo texto no entendí nada porque está escrito en una intraducible lengua de la galaxia. Así como en las Lamentaciones, con bonito matiz piano en graves finales. Concierto entretenido y, a ratos, grandioso.

Mucha gente joven, lo cual se agradece, pero que ha perdido bastante la disciplina de asistencia a un concierto: hablan, encienden el móvil... en fin, paciencia.

Una dirección extravertida, sin decaer, de ‘tempo’: también, guerrero, que, en algún momento pone a prueba el virtuosismo de la orquesta

El coro (el Orfeón), aunque de menos protagonismo, quedó muy bien: se hizo presente, para bien, en todas sus intervenciones