La directora navarra Isabel Sáez Pérez ha mantenido en su quinto trabajo, titulado Chicas prepago, su compromiso feminista, y en su nuevo documental ofrece una mirada “cercana, amiga, de igual a igual” de la prostitución, partiendo de las conversaciones que tuvo con dos trabajadoras sexuales.Estrenado el pasado jueves en los cines Golem Baiona de Pamplona, es un cortometraje de 15 minutos rodado en 2020 en Navarra, en localizaciones de Pamplona, Valle de Imotz e Irurtzun. Tras Pamplona se estrenará también en Barcelona y en Madrid.

El documental es una recreación ficcionada a partir de testimonios reales, y surgió de una investigación más amplia sobre la erótica desde una perspectiva de género. Durante dos años, Sáez exploró este campo a través de sesiones fotográficas. Muchas de sus modelos eran trabajadoras sexuales, y dos de ellas accedieron a mantener la conversación que recrean en pantalla las actrices Liuda Motes y Nerea Mariezkurrena, con Nerea Saenz en el papel de la propia Isabel.

Cuando comenzó, no pensaba hacer un documental: “Yo estaba interesada en el mundo de la erótica, en buscar la representación audiovisual desde una perspectiva feminista y aportar una visión diferente y contraria al erotismo y a la pornografía que nos encontramos normalmente, que está cargada de simbología y de representaciones patriarcales y machistas”. Al conocer a trabajadoras sexuales se dio cuenta de que “lo que había era un documental” en el que “todos los diálogos son una transcripción literal de las entrevistas que hice, aunque hay datos personales modificados”.

Sáez reconoció que su experiencia ha sido “muy completa”, pero “muy compleja” también. “Es un mundo sórdido, pero también es cierto que es más sórdido el estereotipo que tenemos sobre este mundo que lo que luego realmente es”, aseguró. Estas dos personas “no estaba en una situación de trata, pero muchas veces el imaginario o los estereotipos, las ideas preconcebidas sobre la vida de estas personas, va más lejos de la realidad”, explicó la cineasta, y resaltó que el testimonio de las protagonistas del documental es duro, pero “me encontré con personas humanas similares a mí y a cualquiera, y fue un regalo”.

“Son valientes y generosas, porque no es una experiencia fácil de contar”, subrayó. Sus vidas son complejas, pero, más allá de su condición de trabajadoras sexuales, “tienen detrás una vida y unos sueños”. Así, una de ellas cuenta que hizo cursos del INEM para buscar otros puestos de trabajo, pero las condiciones laborales que le ofrecían “no le terminaban de solucionar su problema económico o el personal de poder compaginarlo con la crianza de un bebé”. Esas son “las aristas que van saliendo de la complejidad de la vida de estas personas”, destacó.

Su objetivo fue “hacer reflexionar al espectador y aportar un grano de arena más en todo este mundo de la prostitución y de la trata”. Además, lamentó que en el mundo del cine “hay un techo de cristal brutal”. En su caso, era importante “romper ese techo” y para ello aplicó la perspectiva feminista también a las prácticas y la composición del equipo, en el que 32 de las 40 integrantes fueron mujeres, ya que para la cineasta es muy importante la “forma” de hacer cine feminista.