Asentado y codiciado en el mundo de la publicidad, Luc Knowles se ha lanzado a realizar su primera película Libélulas que ha presentado en Tudela y que llega tras ser galardonada en Málaga y Alicante. En la trama, marcada por la relación de Melani Smit y Olivia Baglivi, conviven la droga y la desesperación con la necesidad de buscar un futuro lejos de un barrio que las atrapa y las consume.

¿Cómo saltó de la Sociología al cine?

-Siempre me había gustado el cine pero hay un punto de hacer cine que suena a ‘quiero ser futbolista’, entonces alguien te recomienda ‘¿porque no estudias una carrera?’ y con 18 años me convencieron. Estudié Sociología, me encantó y la terminé. Luego decidí hacer un máster de cine, fui entrando y viré hacia la publicidad, que me gusta mucho, pero cuando estás en el cine siempre de fondo la meta es llegar al largometraje. La publicidad, en la que estoy y estaré, fue en paralelo a escribir el guión, la productora se enamoró del proyecto, buscó el dinero y aquí estamos.

Hay directores que dicen que hacen publicidad para conseguir dinero para su película; no es su caso...

-No reniego de ella para nada. Es un ejercicio en todos los sentidos. Son proyectos cortos, con mucha intensidad y dinero de fondo, en 40 segundos hay presupuesto de películas enteras. No reniego de la publicidad pero la pasión con la que ruedas algo tuyo, que lo has concebido, ensayado y la piña que se hace en un rodaje no se puede comparar.

En Libélulas hay mucho plano corto, cámara al hombro, diálogo breve y voz en off, ¿recursos de publicidad?

-De todo lo que has trabajado te nutres, pero no es un lenguaje que haya trasladado. En publicidad tienes que acortar y en esta película me permito planos largos, diálogos larguísimos que parece que no llevan a ningún lado pero describen las relaciones. Es un retrato de personajes con pequeñas pinceladas. La voz en off me encanta porque son cosas que es muy complicado contarlas de otra manera y te dan la voz propia de cada uno. Hice diálogos cortos para que se entienda la complicidad. Tenía la intención de hacerla muy sensorial, con mucho peso de la banda sonora y que la cámara fuera un personaje más. Con la cámara al hombro busco siempre planos invasivos en que el operador casi recibe los empujones de los que se pegan.

¿Hay mucho trabajo previo con los actores?

-La amistad que se ve te la crees al 100% sin fisuras y parece que son amigas de verdad. Hoy en día se llevan superbien y son como hermanas, pero el primer día eran dos desconocidas y hubo una química que luego se ha cimentado en el rodaje. Me gusta la frescura, pero controlada, no me gusta llegar a ver qué pasa. Hicimos ensayos de botellones con esos diálogos tan orgánicos, reales y rápidos. Las primeras lecturas eran una locura, eran casi robóticas, pero yo confiaba plenamente en el guión.

¿Por qué rodó en un camping y no en un barrio?

-Quería descontextualizar el barrio donde están y hacerlo universal. Rodamos entre la sierra de Madrid y Teruel. Quería que pudiera ser Madrid, Oslo o New Hampshire, que no se reconociera ya que los espacios a veces te limitan a la hora de creerte la historia. Si das un paso atrás y lo llevas al “verde que nos rodea que no nos engañe”, que dice la voz en off estamos en este barrio del que todo queremos salir.

¿Por qué Libélulas?

-Se caracterizan por el fragil vuelo en equilibrio que tienen y me pareció una metáfora bastante bonita para este tipo de personajes. Están siempre al límite. Son frágiles, pero a la vez fuertes porque luchan siempre contra las adversidades de historias familiares muy duras. Tienen una lucha interna por mejorar, pero aun siendo fuertes son muy frágiles. Tienen ese vuelo que no se sabe si va a acabar bien.

La situación de túnel en que viven podría responder a varias generaciones, desde los 80 a los 2000...

-Bastantes me han dicho esto. Algunos amigos de 20 años se identifican pero también a los de 50 les recuerda su juventud. Jugamos con esas mezclas: tienen un iphone, pero usan radiocassette, toman drogas actuales pero tienen un volvo superantiguo. Es una situación que descontextualiza y generaliza, lo que hace que la gente empatice con ello.