“Formidable, eres maravilloso”, le canta Stromae de forma irónica a varios personajes de su canción Formidable, que interpretó ayer en la recta final de su inolvidable concierto de madrugada en el Bilbao BBK Live ante unos 35.000 fans entregados. El belga, una rara avis en el pop continental y más artista que músico, sí que es formidable e invencible, como evidenció en un concierto de gran producción y momentos teatrales, repleto de sonidos cosmopolitas y cantado en francés.

Multitude es uno de los discos de este 2022. Lo firma el belga Stromae, que llevaba años desaparecido tras vender millones de copias –principalmente en Francia– con sus dos primeros discos y girar con éxito por medio mundo. El caso es que está cantado en francés y suena tan africano como europeo, ligado a las músicas del mundo y, al mismo tiempo, a los clubs del Viejo Continente al estar conectado con el presente, sus ritmos e instrumentos a través de la tecnología y la electrónica.

Debido a su conexión con la actualidad y, especialmente, al genio de su autor, Stromae fue capaz de meterse en el bolsillo a unas 35.000 personas en Kobetamendi, que vivieron expectantes cada segundo de su inolvidable y corto concierto, que se inició a las dos de la madrugada y apenas superó la hora de duración. Dio igual. Será imposible borrarlo de la memoria porque Paul van Haver –ese es su nombre verdadero– confirmó que es más artista que músico y que así se lo plantea cada vez que sube a un escenario.

Un video que protagonizaba su figura animada, que apareció en las pantallas con regularidad, dio inicio a un concierto de gran producción sobre un escenario desnudo y que en su parte delantera mostraba a sus músicos con cuatro sintetizadores blancos, al modo de Kraftwerk. “Mientras esté vivo soy invencible”, cantó en Invaincu, precedido por un sampler de voces africanas que sirvió para que el chaval, con sus dos moños casi en la nuca, vestido de blanco y con lazo a modo de pajarita, se adentrara en su tercer disco.

El sonido no podía ser más prístino, perfecto de potencia para disfrutar de los aires de morna de Fils de joie y del viaje africano emprendido a través de Mon amour. Se acercaba a la salsa y la bailaba sensual y afectado con un concepto teatral, apoyándose en un despliegue técnico considerable que le permitía desplazarse en una butaca que se movía sola, vestirse con una chaqueta que le llevó un robot que hasta hizo twerking o improvisar una rueda de prensa, rodeado de micrófonos, con la iluminación siendo protagonista a cada instante, con barridos multicolores a través de plataformas móviles.

Con un genio inabarcable, erotismo, pasos de baile y la tecnología a su servicio. Así avanzó el concierto, con el público boquiabierto a cada propuesta surgida del escenario, donde los músicos confirmaron que no solo lanzaban samplers y usaban programaciones y sintetizadores sino que se mostraron humanos –y en parte también actores– con guitarras, contrabajo, charango y percusiones varias.

El comunicativo y políglota Stromae alternó rescates como la preciosa, lenta y a ritmo de hip hop Quand c'est?, con éxitos como Papaoutai y Alors on danse en la recta final del concierto, que sumó como cumbres Santé y Ta fête, con ya Kobetamendi convertido en una pista de baile capaz de danzar al dictado de unas letras que versan y se cuestionan la paternidad, la salud mental, el suicidio, las relaciones de pareja y hasta los genocidios en África. Trasladando lo personal a lo social, como todo gran artista. Un encuentro elegante y bailable difícil de olvidar.