Las mismas escenas que en 2016 el donostiarra Mikel Gurrea y el actor Pol López enseñaban en la residencia de Ikusmira Berriak están ahora en su ópera prima. Tras un largo proceso de preproducción, una pandemia y el rodaje del cortometraje Heltzear, el trabajo que le terminó por situar en el mapa, el filme, la historia de una joven pareja –Vicky Luengo y el mencionado Pol López– que decide comenzar una nueva vida en el campo catalán, se estrena compitiendo por la Concha de Oro.

La película formó parte de Ikusmira Berriak en 2016. ¿Ha costado sacarla adelante más de la cuenta? 

Como es mi primera película, tampoco sé exactamente qué esperaba. Queríamos rodarla en 2020 y vino la pandemia. Requería hacerla en verano, que es cuando se hace la pela del corcho en los bosques, así que la tuvimos que congelar doce meses. Quizás ha tenido un año de más, pero eso se ha convertido en una virtud. Creo que no hubiese hecho la película que hemos hecho de hacerla un año antes.

¿Cambió, por lo tanto, mucho su visión del filme?

Sí, y seguramente por varias razones. Durante esa pausa rodé Heltzear y descubrimos nuevas cosas. Trabajé con el mismo director de fotografía, Julián Elizalde, lo que nos permitió que cuando fuimos a rodar Suro lo hiciéramos con una sensación de que había que hacerla sin ningún miedo. 

¿Ayudó la repercusión que tuvo ‘Heltzear’ para sacarla adelante?

En cuanto a financiación no, pero en cuanto a exposición sí. Me permitió poder viajar con un proyecto y que cuando la gente me preguntase qué tenía entre manos decirle que estaba con una película. No es algo que siempre pase.

Ha pasado de rodar en euskera a hacerlo en catalán. ¿Había algún motivo concreto o se debe únicamente a la localización en la que está ambientada?

Me fui de Donostia a estudiar a Barcelona con 18 años. La génesis del proyecto está en que cuando acabé la carrera en 2010 acepté la propuesta de los familiares de mi pareja de entonces para trabajar como temporero en la campaña de la recogida del corcho. En el norte de Catalunya descubrí un mundo muy rico en texturas y sonidos y tuve, además, unas sensaciones contradictorias. Venía de parte de unos propietarios, pero no lo era; hablo catalán, pero no lo soy; quería formar parte de ese engranaje de trabajadores, pero era consciente de que, al terminar la temporada, me iría, mientras que para ellos es su modo de vida... Todo eso se quedó conmigo y pensé que algún día escribiría una película. Pasaron los años y me fui a Londres. Estaba en una relación de pareja larga y manteníamos esas conversaciones de pareja habituales sobre cómo vivir, si en la ciudad o en el campo, si tener hijos o no, si podíamos vivir de una manera más sostenible... Fue el magma de Suro que, a su vez, siempre estaba localizada en el norte de la provincia de Girona, así que de ahí el idioma.

“Siempre bebo de sensaciones personales para hacer una película de ficción total. Lo que sucede en ella no lo he vivido y es imaginado”

Por lo tanto, hay mucha carga autobiográfica. 

Siempre trabajo de una manera en la que bebo de sensaciones personales para luego hacer una película de ficción total. Lo que sucede en ella no lo he vivido y es imaginado, aunque hay un punto de partida que sí tiene que ver con sensaciones mías. 

El filme narra el choque entre los de fuera y los de un lugar, que, a su vez, es la colisión entre el mundo de los urbanitas y los del campo.

Sí. Tiene ese tensión del mundo de los ideales y lo que pasa cuando lo llevas a la práctica. Es lo que le sucede a la pareja protagonista, que también tienen una tensión entre ellos porque supuestamente algo que era una visión unificada de pareja se va difurcando. Tienen maneras distintas de estar en ese lugar y reaccionar a lo que sucede.

También habla de cómo somos y cómo creemos ser en aspectos como la tolerancia, el medioambiente o la libertad. ¿Es una crítica al postureo de la sociedad actual?

No lo he hecho con una intención de criticar. Me gusta la idea de proponer conversación. Desde ahora la película pasa a ser de los espectadores y si surge la posibilidad de análisis y, crítica, bienvenido sea. Tampoco pretendo hacer una sentencia de cualquier tipo. Mi obligación está con los personajes, en entenderlos y quererlos por lo que son. Cuando lanzas a una pareja a una situación así, todo lo que comentabas se activa, pero no porque se lo esté forzando a la película, sino porque es natural. 

Es curioso porque, por ejemplo, la pareja que llega de fuera es la que se muestra más tolerante con el joven marroquí que trabaja allí y no los propios jornaleros autóctonos.

No es algo necesariamente del mundo del bosque. Si te soy sincero, lo veo en la vida en general. No tengo la sensación de que en un entorno haya más intolerancia que en el otro. En la ciudad existe mucha. Esa tolerancia va basculando en la película al igual que creo sucedería en la vida real.

“La película está contada desde la perspectiva subjetiva de la pareja, así que no es un relato de así es la vida en el bosque”

Con ello también habla del drama de la inmigración sin necesariamente hurgar en la herida.

La película está contada desde la perspectiva subjetiva de la pareja protagonista, así que no es un relato de así es la vida en el bosque. Constantemente, cada uno de ellos tiene maneras diferentes de ver el paisaje, las personas y el entorno. Todas las posibles categorizaciones están en nuestra mirada y, además, a menudo deshumanizan. Eso es algo que se percibe desde los protagonistas.

La película comienza con un baile entre los dos personajes y, casi al final, se repite, pero únicamente con el rol de Vicky Luengo, lo que refleja la transformación que ha tenido.  

Cuando escribes algo no sabes sí al final sobrevivirá a la sala de montaje, pero era algo que quería trasladar. Aún así, no me he cerrado a lo que pueda pasar en el rodaje y, por eso, aunque hay dos actores profesionales como Vicky Luengo y Pol López, el resto del elenco lo forman actores no profesionales a los cuales les había contado la historia, pero no habían leído ni memorizado un guion. Había un margen de improvisación para que cualquier escena planteada funcionase de una manera o de otra.

¿Costó dar con ese elenco?

Una de las fases más importantes de la película fue el proceso de casting. Fuimos de pueblo en pueblo dando con ellos de manera gradual. Una vez que encuentras a las personas que tienen la capacidad de jugar a ser otra persona durante un tiempo, algo que tenemos de niños pero que de adultos perdemos, entonces es muy fácil. 

Aunque es muy diferente, la película llega después de ‘Alcarràs’. ¿Qué tiene el campo catalán que tanto atrae?

(Risas) No lo sé. En una o dos generaciones todo el mundo tiene un vínculo con lo rural. En mi caso, mi amoña vino de Araotz, un pueblo pequeño en el que tenían un huerto. Yo soy de ciudad 100%, pero creo que todos tenemos un interés especial por contar una ficción en este entorno.