Actor con una extensísima trayectoria tanto en teatro como en cine, televisión y doblaje, Pere Arquillué i Cortadella (Terrassa, 1967) se mete en la piel de un Dios “gamberro” y con sentido del humor, que es a la vez narrador, apuntador, y que representa también al inglés John Milton, autor del poema épico El paraíso perdido publicado en 1667 y que, en esta adaptación de Helena Tornero y Andrés Lima, llega este domingo 23 de abril (19.00 horas) a las tablas del Gayarre. Adán, Eva, Dios y Satán son los protagonistas de este montaje que dirige el propio Lima, con un elenco que encabezan Arquillué y Cristina Plazas.

‘Paraíso perdido’ es uno de los poemas narrativos más famosos de la literatura universal y un coloso de la lengua inglesa, con más de 10.000 versos. Un poema épico del siglo XVII que tiene mucho que decirnos hoy. ¿Cómo definiría esta obra?

Uf, es compleja de definir. Es una adaptación de Helena Tornero y Andrés Lima sobre el gran poema de John Milton El paraíso perdido, pero que tiene muchas concomitancias con el momento que vivimos hoy en día. Aparte de las aportaciones que han hecho Helena y Andrés al respecto, que han intentado acercarlo al día de hoy, aunque se ha conservado el lenguaje y algunas partes son dichas en verso, hay muchos paralelismos con nuestro tiempo. Esta posible rebeldía delante del poder establecido, hasta qué punto se nos permite rebelarnos o no, y esta actitud que como sociedad y como humanos tenemos que tener siempre enfrente del poder. Esto por una parte, porque la obra habla de otras muchas cosas: de la función que tiene el teatro como elemento perturbador y rebelde ante la sociedad, ese teatro que es un espejo; también de la condición femenina hoy en día... Es que habla de muchos temas. La gente se nos asusta un poco al ver que es un poema épico y no tiene por qué asustarse, porque es un espectáculo lleno de luz, lleno de color, con música en directo, proyecciones. Un espectáculo muy vital en este sentido.

Lo universal llega.

Sí. La gente cree que es muy muy trascendente y no. Llega perfectamente y además tiene bastante sentido del humor. Es un espectáculo muy fresco, muy dinámico y lleno de luz.

Habrá sido complejo llevar a escena un poema de tal magnitud.

Sí, no es fácil. Toda la labor que han hecho Helena y Andrés, toda la puesta en escena, sumada a un equipo magnífico de músicos, de gente que se encarga de la proyección de vídeo, de la luz... Es un espectáculo que va un poquito más allá de la obra convencional, un espectáculo en el sentido literal de la palabra. Un espectáculo más total. No ha sido fácil llevarlo a escena, pero está bien conseguido.

"El teatro es un espejo ante la sociedad con una función perturbadora y rebelde"

Es un montaje muy necesario porque vivimos un tiempo en que estamos huérfanos de mitos, ¿no?

Exactamente. Y este Satanás, al que miramos de una manera tan convencional, pues guarda muchos secretos. Parece que Milton estaba un poco a favor de este Satanás y no de ese Dios un poco pomposo; el autor creó un Dios gamberro, un poco cabroncete, y aprovechó las figuras de Adán y Eva para contar la condición a la que nos han condenado, parece, y reflexionar sobre ese poder de rebelarnos.

Tendemos a pensar que el demonio siempre es el otro, o que está fuera, cuando todos lo llevamos dentro.

Exactamente. Ahora estoy haciendo otra obra que se llama El adversario, y dice que todos tenemos una ventana que da al infierno; hay gente que se acerca más, gente que se acerca menos, y gente que incluso cae por ella, pero esa ventana la tenemos todos. Y ojalá todos tuviéramos un poco del Satanás que plantea Milton, que es este Satanás que se rebela, que se cuestiona el saber, se cuestiona la libertad, se cuestiona muchas cosas.

Esa rebeldía que nos han reprimido y nos siguen reprimiendo. El sistema nos domestica para obedecer.

Exactamente. Eso es lo que plantea Milton desde un tiempo que parece muy lejano, pero que está muy muy  cercano a nuestro tiempo, y por eso este montaje se vuelve tan necesario.

"Ojalá todos tuviéramos un poco del Satanás que plantea Milton, ese Satanás que se rebela, se cuestiona y el saber y la libertad"

En este sentido, el teatro y en general la cultura pueden ser, son, una tabla de salvación, porque nos ayudan a reconocernos, a conocernos como seres imperfectos, vulnerables y a la vez fuertes.

Sí. Este lugar sagrado es uno de los últimos reductos donde podemos hacer misas laicas, reunirnos todos y reflexionar; y no solo reflexionar, sino sentir emociones de una manera directa y respirar todos juntos, cientos de personas, las que sean, respirar todas al unísono escuchando las mismas palabras... Esto ya es mágico de por sí, hoy en día que vivimos en esta sociedad tan individual, tan violentamente individual, poder reunirse para escuchar y para reflexionar... Y yo no creo que el teatro cambie muchas cosas en el mundo porque tampoco es su meta ni creo que sea para lo que está destinado, sino más para que cada uno personalmente pueda reflexionar y plantearse cosas.

Imagen de la obra 'Paraíso perdido', un espectáculo lleno de luz, con proyecciones y música en directo. cedida

Y en este momento, ¿cómo ve la salud del teatro? Después de todo lo que hemos vivido, de la pandemia, esa comunidad en vivo se ha vuelto más valiosa, ¿lo nota?

Seguro, seguro que se ha vuelto más valiosa. Parece que poco a poco estamos empezando a remontar un poco, a respirar mejor, parece que la gente tiene ganas de volver a encontrarse, de volver a escuchar palabras y escuchar historias. Ha costado, como siempre; siempre estamos igual, con pandemia o sin pandemia siempre estamos subiendo y bajando. Parece que ahora vivimos un momento en que la gente quiere volver a escuchar historias, quiere volver a escuchar metáforas. Después de las fake news, parece que se busca ese volver a escuchar historias que hacen reflexionar y cuestionarse las cosas.

"Un premio como el Max siempre hace ilusión. Conforta que reconozcan tu trabajo, es como si te dijeran que vas por el buen camino"

Acaba de ser reconocido con el Premio Max al mejor actor de teatro. ¿Qué supone este galardón, que le llega además por su trabajo en una historia real aunque parezca increíble, inverosímil, que tiene que ver en parte con algo que plantea también ‘Paraíso perdido’: las consecuencias de vivir en una mentira?

Sí, sí. Aver, el premio siempre hace ilusión. Tengo ya una edad, llevo muchísimos años en esto, pero siempre es agradable que te reconozcan el trabajo, y siempre conforta, y parece que te digan que vas por buen camino. El Max me lo han dado por El adversario, esta obra de Emmanuel Carrère, la historia del asesino mentiroso Jean-Claude Romand, ese monstruo, ese monstruo que todos llevamos dentro también, y la obra tiene concomitancias con Paraíso perdido por el tema de las fake news, de la mentira, de hasta dónde queremos llegar creyéndonos nuestras propias mentiras. Sobre todo plantearnos esta cosa de qué damos a los otros, qué vemos en los otros de nosotros y qué vemos en nosotros cuando nos miramos al espejo, que a veces son cosas muy muy distintas. En lugar de mirarnos y afrontar la realidad, creamos esta ficción, esta realidad desde los otros, y cuando lo vemos en el espejo a veces nos cuesta aceptarlo.

¿Qué es el infierno para Pere Arquillué?

(Ríe) No lo sé...

¿Sería no vivir en la autenticidad?

Seguramente. Uno de los infiernos, porque hay muchos infiernos. Y cada uno tiene el suyo, y la lucha está ahí. El infierno es no poder luchar. Una reflexión que hace la obra es que el fin último de todo es seguir luchando, no es tanto llegar a la meta, sino poder seguir luchando. Cuando hay un infierno enorme es cuando no te dejan luchar, cuando ya no puedes luchar.

¿Y su terreno de máxima libertad es la interpretación?

Uno de los terrenos, sí. La interpretación hace mucho tiempo que me permite, ya sé que un tópico pero es así, poder vivir distintas vidas en la mía, y eso siempre da una cierta libertad. El teatro no deja de ser un espacio de libertad. Acotado, si quieres, pero un espacio de libertad.

Cartel anunciador de la obra.

Cartel anunciador de la obra. cedida

LA FUNCIÓN

Dónde. Teatro Gayarre.

Cuándo. Este domingo 23 de abril, a las 19.00 horas.

Cuánto. Entre 15 y 22 euros.

Duración. 100 minutos.

FICHA ARTÍSTICA

Autoría. Helena Tornero y Andrés Lima. Es una adaptación del poema épico de John Milton (1608-1674) El paraíso perdido, publicado en 1667.

Dirección. Andrés Lima.

Producción. Teatre Romea, Grec 2022 Festival de Barcelona y Centro Dramático Nacional.

Intérpretes. Pere Arquillué, Cristina Plazas, Lucía Juárez, Rubén de Eguía, María Codony, Laura Font.

Escenografía y vestuario. Beatriz San Juan.

Iluminación. Valentín Álvarez (AAI).

Música. Jaume Manresa.