La vida misma. Comedia, drama, risas, sonrisas, lágrimas, miserias cotidianas, momentos extraordinarios... Con todos estos elementos ha tejido Félix Viscarret el relato de Una vida no tan simple. Con música de Mikel Salas y la interpretación de Miki Esparbé, Olaya Caldera, Ana Polvorosa y Álex García, la película producida por Iker Ganuza (Lamia Producciones) presenta la lucha diaria que todos libramos para ser mejores.

Ha estrenado ‘No mires a los ojos’ y ‘Una vida tan simple’ en cuestión de meses. ¿Eso es bueno, malo o es que como se ha dado? 

–Es como se ha dado. La vida es así. Creo que fue John Lennon el que dijo que la vida es lo que te sucede mientras estás haciendo planes. Tocando uno de los temas que trata Un vida tan simple, podríamos hablar del éxito imparable de este director navarro que no para de estrenar... (ríe) o podría decirte que este proyecto empecé a escribirlo cuando mis críos tenían 3 y 5 años, que, curiosamente, coincide con la edad de los niños de la película (sonríe). Y que luego vino una pandemia, que el otro proyecto, No mires a los ojos, la adaptación de la novela de Millás, se iba a rodar después, pero fruto del covid, de las agendas de los actores y demás se acabó invirtiendo el orden de los rodajes y, lógicamente, el orden de los estrenos. Nada estaba previsto así. Han salido dos películas muy próximas en el tiempo, pero las dos han llevado mucho desarrollo y mucho trabajo, procesos de financiación, de casting...

Toda la trastienda que no vemos. 

–Eso es. En el caso de Una vida no tan simple, creo que el espectador se dará cuenta de que no es un proyecto que se escribe deprisa y corriendo, sino que se hace a partir del poso que te dan los años, el nivel de experiencia, el hecho de haber tropezado bastante en la vida y de una distancia para poder mirar tus tropezones con humor. 

Y con cariño, sin ser demasiado cruel con uno mismo. 

–Exacto, con humor y con cariño. Así es como me gustaría que se mirara a los cuatro personajes. Que al verles todos sintiéramos esa sensación de ‘yo he estado ahí’ o ‘todos tienen algo de mí’, con lo cual, no me río de ellos, sino que me sonrío porque en el fondo me sonrío de mis propias neuras y fantasías, del éxito, de la competitividad... Ojalá viendo los tropezones de los cuatro personajes principales podamos decir ‘no estamos tan mal’.

Y eso que la película tiene toques de comedia, pero también de drama. Un día de estos ha comentado que se ha dado cuenta de que los hombres salen de verla más ‘tocados’ que las mujeres. El protagonismo habla de egocentrismo en un momento dado.

–Sí, la historia y el personaje hablan de cómo hay un momento en la vida en la que tienes que dejar de considerarte el centro del universo y no creerte el protagonista de tu propia película. Tu ego y la vanidad se van a resistir a soltar eso, pero es que hay otros protagonistas en tu vida y es su momento. Estoy hablando de la paternidad y la crianza. Y, en efecto, a los hombres nos cuesta soltar. 

Hay unas cuantas situaciones en la película en la que el personaje está en esa tierra de nadie donde no quiere dejar de ser una cosa, el arquitecto prometedor, pero la realidad se le impone a las bravas.

–Mira, aunque negaré en todo momento que esta historia sea autobiográfica (ríe), recuerdo un momento de mi vida en el que mi hija me necesitaba hasta para hacer pis y, por mucho que le preguntara cuando teníamos un baño cerca, siempre me lo pedía después, en cualquier sitio. Entonces tocaba cogerla en volandas en un parque, junto a un árbol, en muchos sitios, y la postura era dolorosa para tu espalda, era ridícula, ella probablemente acababa meándome en los zapatos y, en una de aquellas, yo pensaba que para ser material para una comedia de reflexión vital solo le faltaba que te encontraras con tu rival de toda la vida, tu competidor, tu némesis. Un instante así es muy divertido y te permite también reírte de ese concepto de rivalidad, de competencia.

Hablemos claro. Lo niega con una sonrisa, pero esta historia es muy autobiográfica. Si cambiamos al arquitecto prometedor por un joven director de cine multipremiado con su ópera prima...

–Quieres decir que yo también he tenido mi Antonello, ¿no? (premio que consigue el protagonista de la película). Vale, voy a dejar de negarlo (ríe). Mira, cuando salimos de un pase previo en Barcelona, vi a dos desconocidos que me miraban, me sonreían y asentían. Al rato se me acercaron y me comentaron que la película les había encantado y que ellos tenían a un amigo arquitecto que había ganado un premio de joven, que no dejaba de hablar de ello y que también había conocido a alguien en un parque... Y, claro, yo les dije ‘me habéis pillado, he basado la película en la vida de vuestro amigo’. Quiero decir que sí, que la película tiene mucho de mí mismo, pero a la vez espero que tenga algo de todo el mundo. Además, si quiero que nos sonríamos ante las pequeñas miserias y torpezas los personajes, mirándolos no desde la distancia, sino reconociendo en ellos parte de uno mismo, el primero que tiene que exponer sus propias debilidades es el que ha escrito la historia. Si no, no sería muy sincero por mi parte.  

Isaías, el protagonista, vive algunos encuentros y conversaciones memorables, ¿están sacados también de la realidad?

–A mí también me pasó que, cuando Bajo las estrellas estaba en su momento álgido, en los baños de un sitio donde habíamos hecho un pase alguien se me acercó y me dijo 'esto es como un suflé, ahora estás arriba y algún día el suflé bajará'. Y yo pensé ‘¡vaya oráculo!, algún día haré algo con esa frase!’ Han pasado 15 años y aquí está (ríe).

"En Golem Verano descubrí un tipo de comedia dramática o comedia sobre momentos vitales donde el humor y ese otro poso nostálgico de la vida están presentes"

Se nota que llevaba mucho tiempo queriendo hacer esta película.

–Hay proyectos a los que les vas dedicando tiempo en diferentes fases. Recuerdo que antes y después del rodaje de Patria ya había una versión del guión lo suficientemente trabajada como para empezar a buscar la financiación. Mi chica me dice ‘viendo el tiempo que te ha llevado hacer este relato sobre la paternidad, y ahora que nuestros hijos son ya casi preadolescentes, ya puedes ir escribiendo la historia de la adolescencia’ (ríe).

Aquí, como en otros de sus trabajos, vuelve a haber personajes que están un poco perdidos, desorientados y reivindicando sueños, a los que la vida les inyecta unas buenas dosis de realidad. Son personajes ‘muy Viscarret’.

–Sí, me resulta muy bonito combinar en esta historia algo de esa desubicación que nos provoca la vida cotidiana con un poco de esperanza, incluso a veces de magia. Como si la vida fuera las dos cosas. Es el día a día, la batalla de trincheras de llevar a los críos al cole, de entregar el proyecto a tiempo, de tener un momento para reencontrarte con tu pareja. Pero también está esa otra sensación de que la vida se nos escapa, así que hay un poso de melancolía, pero también un toque de magia, de saber que lo que vemos no es todo lo que hay. Hay algo que nos sigue hechizando y sorprendiendo. 

Y así lo transmite a través de alguna metáfora visual que atraviesa toda la película y que nos recuerda a otros de sus trabajos, incluidos los cortometrajes. De alguna manera, ‘Una vida no tan simple’ tiene cosas de ‘Bajo las estrellas’, aunque esta se basa en una novela. 

–Es verdad que en ambas películas hay algo de reflexión sobre lo que supone formar un núcleo familiar, del tipo que sea, y esta cosa que me resulta muy emotiva, y es que, por muy perdidos que estén, estos personajes se esfuerzan por mejorar. A mí me parece que esta es la lucha que redime al ser humano. No tenemos muy claro si mejoramos, yo creo que sí, pero ya solo la lucha, el esfuerzo, nos redime. Esperamos siempre esa gran transformación hacia ser felices, pero creo que esto va de ir pasito a pasito.  

La película tiene un tono mezcla de comedia y melancolía; la vida misma.

–Y diría que esto ya estaba en mis cortometrajes. Aquí me estoy poniendo abuelo cebolleta (ríe). Hoy (por el jueves 22 de junio) me he dado cuenta de que mi educación sentimental viene marcada cuando en mi adolescencia en Pamplona empecé a ir a Golem Verano. Ahí descubrí un tipo de comedia dramática o comedia sobre momentos vitales donde el humor y ese otro poso nostálgico de la vida están presentes. Gracias estos ciclos descubrí a Jim Jarmusch, a Hal Hartley, a Whit Stillman y a Richard Linklater. En esos momentos sentí que si cada ser humano tiene un tono a la hora de contar historias, donde yo podía aportar un granito de arena era en ese vértice entre la mirada con sonrisa hacia la vida y ese toque de nostalgia al ser conscientes de que se nos escapa. La juventud pasa, se va, pero probablemente a la vez que perdemos, también ganamos otras cosas.

Hablando de ‘Bajo las estrellas’, vuelve a contar con Julián Villagrán en un papelón.

–(Ríe) No me gusta escribir pensando en un actor porque nunca sabes cuándo vas a poder rodar, pero es verdad que pocos como Julián Villagrán son capaces de mostrarnos el lado humano de un personaje de Rascafría.

"Ojalá viendo los tropezones de los cuatro personajes principales podamos decir ‘no estamos tan mal"

¿Qué me dice de Miki Esparbé, pensó en él desde el principio?

–Miki está desde antes de que nos pusiéramos a buscar la financiación del proyecto. Sabe manejar muy bien la comedia en sus diferentes grados, tiene algunos proyectos más de gag y otros más naturalistas, y es muy difícil verle y no sonreír. Incluso cuando, en este caso, se está quejando o le está cayendo un jarro de agua fría tras otro. Refunfuña, va con la lengua fuera, y en todo momento nos inspira simpatía. También tiene algo muy técnico y es muy flexible cuando hay que improvisar, como, por ejemplo, trabajando con niños tan pequeños. Miqui sabía jugar con ellos, renegociar con ellos y acabar llevando la secuencia hacia donde queríamos ir. Imagínate qué aliado. Aunque en una secuencia me dio la impresión de que me estaba imitando. Qué canalla (ríe).

‘Una vida no tan simple’ está rodada en Bilbao con el respaldo de una productora navarra, Lamia Producciones, con Iker Ganuza al frente. 

–Sí. Iker y yo nos acordamos ahora de que la primera vez que le hablé del proyecto él todavía no era padre. Yo le hablaba de esta historia y entiendo que tuvo fe y apostó por ella, pero luego ha ido viendo cómo la realidad iba imitando a la ficción y su vida se iba pareciendo más al proyecto que íbamos preparando. Nos conocemos desde hace mucho, tenemos afinidad de personalidad y estamos disfrutando mucho del momento de sacar este proyecto a la luz después de empujar el carro durante todo este tiempo.

Ahora, este viernes 23 de junio, la película se estrena en cines. ¿Cómo le gustaría que se recibiera?

–La película se escribió desde la empatía hacia los personajes y espero que la produzca en los espectadores. Ya en los pases previos ha sido muy bonito comprobar que no trata ni de la crisis de los 30 ni de los 40 ni de los 50, sino que le llega a todo el mundo. Tanto a las personas a las que aun no les ha llegado el momento que viven los protagonistas como a las que ya lo han pasado y piensan ‘ay, pobrecicos, que no os pase nada con lo que os viene’ (ríe). Me gustaría que el espectador la viera, sonriera y saliera diciendo ‘es mi puta vida’, que es la frase que escuché decir a alguien después de una proyección. Esa es la esencia con la que empezamos el proyecto y parece que está llegando a buen puerto.