A la espera del concierto de los cabeza de cartel, Florence + The Machine y The Chemical Brothers, la jornada inaugural del 17º Bilbao BBK Live arrancó este jueves con una velada vespertina protagonizada por la navarra Amaia y los ampulosos franceses M83, cuyo recital se vio deslucido por una tormenta. Antes, el arranque sonó plácido con las citas de los desconocidos Eee Gee y el barbado RY X.

Amaia, la única vencedora de OT que se puede manejar cómoda en un festival como el bilbaino debido a su gusto por los sonidos alejados de las radiofórmulas de sus compañeros de concurso, congregó a la primera multitud del jueves, pasadas las 20.20 horas. Sus jóvenes y fieles seguidores volvieron a claudicar ante la mezcla de espontaneidad y dulzura de la cantante navarra, que se mostró cómoda y divertida tanto al micrófono como al piano, mostrando su escaso euskera y animando al baile en los pasajes más extrovertidos de su resultón repertorio.

Arropada por un cuarteto uniformado de azul celeste, abrió con la inevitable y autobiográfica Bienvenidos al show, en solitario y al teclado. Explotando sus dudas e inseguridades –“ya no soy pequeña, tampoco soy mayor”, cantó–, siguió con temas de su último álbum, Cuando no sé quién soy, como Dilo sin hablar o Te invito, explotando esa dulzura casi naif que parece haber heredado de Jeanette, que fue intercalando, entre algunos problemas de sonido, con rescates de su debut como El relámpago, “favoritas” como La vida imposible y varias versiones, viajando del espectro indie en el caso de Santos que yo te pinté, de Los Planetas, al urban ralentziado de Fiebre, de Bad Gyal.

El público, entusiasta como siempre. OSKAR GONZÁLEZ

Alternando su guiño feminista y empoderado a los payasos Fofó y Miliki en Así bailaba, que compartió con Rigoberta Bandini el año pasado en el festival, y la jota Yamaguchi –con silbidos y un “Gora San Fermín”– con el pop indie o el electrónico, Amaia disfrutó tanto como su público, especialmente en la recta final cuando brindó El encuentro y el estival y bailable Sexo en la playa, ambas con Alizzz en el recuerdo, y La canción que quiero cantante. “Aquí tienes tu canción”, le espetó a los fans a ritmo de electro pop entre saltos, cánticos –la invitación a que le “coman el higo”– y un júbilo ya irrefrenable.

La tormenta aguó la fiesta de los franceses M83. OSKAR GONZÁLEZ

Después de Amaia, turno para M83, el proyecto retrofuturista de Anthony Gonzalez. Su vuelta al festival sirvió como aperitivo de los cabezas de cartel con su habitual pastiche estilístico, del pop al rock épico, el baile, el electro... Agitó su coctelera con el instrumental acústico Water Deep y metió en ella clásicos –de su gran balada Wait a su hitazo Midnight City, pasando por el rockista Don’t Save Us From the Flames– junto a temas recientes como Oceans Niagara en una aventura “más allá” de los estilos, pura fantasía repleta de sintetizadores, vocoders y ecos de los 80 que se vio lastrada en su mitad por un aguacero feroz.

Por la tarde

Como conviene dosificarse en festivales de tres días de duración, Kobetamendi se fue desperezando y, paulatinamente, llenando de forma tranquila y sosegada. El escenario Nagusia abrió fuego con la cantautora danesa Emma Grankvist. No suena ¿verdad? Es que publica bajo el nombre de Eee Gee. ¿Tampoco? Lógico, solo tiene un álbum y varios singles, de los que dio cuenta a media tarde, a 23 grados, bajo un cielo nublado y ante la indiferencia de un público todavía escaso.

Su pop grácil y elegante con letras sobre centradas en el amor y la vida sonó con más brío que en disco gracias a su banda, con ecos de cantautoras clásicas como Carole King en You Don’t Have to Tell Me It’s Over, convenció más en los temas más movidos y bailables como Perfect 10 –en los que nos recordó a la Stevie Nicks de Fleetwood Mac– que en los pasajes más líricos, caso de Contraband y Promise to Pick Up the Phone, de bonita melodía ofrecida sobre el teclado, y en canciones como Favourite Lover, con ecos de Taylor Swift, y su versión de More Than a Woman, de Bee Gees. Bonito, pero demasiado teclado AOR.

Después de la danesa ocupó el escenario secundario RY X, músico de origen australiano que antes publicaba bajo su nombre real, Ry Cuming. Hizo un repaso por su trayectoria, incluido su tercer y reciente disco, Blood Moon, ofreciendo un indie folk reflexivo, calmo y catártico sobre las relaciones, la vulnerabilidad, el enfrentamiento y la aceptación. Aunque su esqueleto sea acústico y creado a partir de la guitarra, sonó electrónico y más vestido que en disco. El australiano alternó guitarra con los teclados y jugó con efectos vocales a lo Bon Iver, apoyándose en un duo de teclistas –con violín ocasional y casi inaudible– que engrandecieron con su cobertura electrónica cortes como Solace, la preciosa y emotiva melodía de Your Love y un Berlín, que hizo mecerse a los fans en una pista de baile improvisada.