"Es fundamental que la gente sepa su historia”. Iñaki Sagredo (Irun, 1967), licenciado en Geografía e Historia por la UNED, arqueólogo, presenta desde esta doble condición su duodécimo libro, ‘De los vascones al Reino. La historia menos conocida de Navarra: su defensa'. Editado por Pamiela, consta de más de 200 páginas con mapas y fotografías a color. La obra se podrá adquirir este domingo por 24,95 euros más el periódico, precio bonificado en un euro para los suscriptores. El estudio amplía, mejora y reorienta un título suyo anterior, ‘Cuando éramos navarros’, publicado en 2012. Once años en los que, como indica el autor, “ha habido muchos trabajos arqueológicos, de campo y documental”. Lo que ha dado lugar a este nuevo libro, de sabrosa edición, que entra por los ojos.

¿El desconocimiento sobre la defensa de Navarra fue el detonante para que se especializara en este tema? 

–Tuvimos hasta cien castillos para defender el Reino. Hace muy poco tiempo quedaban cuatro. El de Javier, algo de Monjardín, el cerco de Artajona o el palacio de Olite, que propiamente no era castillo. Pero un reino tan pequeñito necesitó castillos como ningún otro para defenderse contra unos enemigos más poderosos. Y están todos destruidos. Ahí empezó mi curiosidad y estudio. Quería ir pueblo por pueblo, presentando su patrimonio perdido y buscar mantener un orgullo de la historia de Navarra. Lo conseguimos. Es muy difícil unir una conferencia en Leitza y otra en Ablitas y llegar a la misma emoción en los dos sitios. Esa historia común la he explicado en Gipuzkoa, Álava y Bizkaia, y también encuentras ese punto de unión, y vas a Baja Navarra o a Mauleón y lo mismo. Esa impronta permanece en el siglo XXI, en la gente y en los historiadores locales, que la están reclamando en un deseo de saber más y recuperar esa huella. 

Destaca la riqueza gráfica y de datos del libro, y su trabajo de campo. 

–El objetivo era llegar a la historia desde una perspectiva diferente a la acostumbrada. No en una línea un poco grisácea de datos, reyes, y avances lineales. A la gente eso le aterra. Queríamos darle otro punto, de ahí la coloración del libro, contarle que tiene un patrimonio. y ofrecerle una obra para que se interese por él.

“Un reino tan pequeñito necesitó castillos como ningún otro para defenderse contra unos enemigos más poderosos”

Una historia un tanto triste al tratarse de una derrota y un expolio. 

–Hasta cierto punto. Es momento de decir que tuvimos algo especial que nos lo arrebataron, y lo hicieron por algo, porque teníamos un elemento diferente que quisieron anular, y eso también es motivo de orgullo. 

¿Qué era?

–El orgullo. Los máximos responsables de la destrucción de nuestras fortalezas lo dejaron claro. Era una forma de amendrentar a la gente, de ‘bajarles en fantasía’, la frase está en el Archivo General de Simancas en Valladolid. Para ello destruyeron nuestras defensas y castillos, cercos amurallados, iglesias fortificadas... El daño al patrimonio de Navarra fue terrible. Hasta el punto de que prácticamente todos los elementos medievales fortificados quedaron destruidos. Los propios reyes de Navarra protestaron en el exilio y enviaron embajadores a los reyes de España para detener las destrucciones. Carlos I de España prometió que iba a pararlas y no lo hizo. Fue una forma muy dura de aplacar la voluntad de los navarros, y eso se ha ocultado. Ha sido una historia que durante siglos se ha sepultado bajo la lectura oficial.

¿Y ahora? ¿Cuál es nuestro nivel de conocimiento o de ignorancia?

–Ha habido un gran desconocimiento, ahora no tanto. La historia de Navarra es riquísima e importantísima. Tuvimos unas fronteras y territorios que aun hoy día a nivel político o sentimental mucha gente los interpreta todavía como parte de nuestro reino. En lugares como Laguardia, San Juan de Pie de Puerto o Nájera son visibles los escudos labrados de Navarra. En muchos sitios se sigue añorando esa historia, se interpreta como muy propia, de un reino que dentro de que era medieval, había libertades, un comercio, unas lenguas que iban confluyendo o unos pueblos (judíos, musulmanes...) que también. Había una personalidad, que ellos mismos en la Edad Media lo interpretaban como un país, y queda constancia en muchos detalles. Todo eso tuvo un origen y un final. En cambio, Castilla, aunque pudo diluirse en la Corona de España, no tuvo ningún problema en poder ser lo que quisiera. Navarra fue conquistada, es el único reino cristiano en la península Ibérica que fue conquistado. Sucedió en 1512, y nos ha influido en el carácter político hasta hoy.

¿En qué sentido?

–En que Navarra siempre ha sido sometida en cierta medida a una voluntad que no era la nuestra, pero había algo en el interior que en un futuro puede emerger, la conciencia de lo que fue el Reino, de lo que fue un país, y de que aquello fue subyugado. Eso se intentó ocultar. Los libros de historia siempre han pasado de largo. Porque realmente era algo que había que ocultar. 

“Destruir nuestras fortalezas fue una forma muy dura de aplacar la voluntad de Navarra; eso se ha ocultado durante siglos”

Haga un dibujo de hasta dónde llegaron nuestras dimensiones.  

–Uno de los puntos limítrofes de Catalunya es la localidad de Montañana, en Huesca. Este fue el último punto mojón del Reino de Pamplona. Sin olvidar la relación de Alt Pallars, en Catalunya, con Pamplona. En el otro extremo del Reino, Álava y el Duranguesado formaban parte de Navarra. Y no hubo unas conquistas para que estos territorios y Gipuzkoa fuesen parte de Navarra. Fue por voluntad propia. De no haber habido una conquista armada en el año 1.200, todo el territorio hubiera formado parte de un ente común, Navarra, un Estado navarro, que muchos todavía lo añoran. 

¿Qué otros aspectos destacaría de su libro?

–Por ejemplo unos datos desconocidos. Exponemos por ejemplo la batalla de Muez, y el protocolo musulmán. Imagínese dos mundos que se iban a enfrentar. Ambos con el mismo rumbo, el sacrificio por una idea. Esa explicación del choque de rituales, culturales y religiosos no se conocía. Ayuda a la gente a ambientar todo lo que envolvía ese hecho histórico. Como cuando los roncaleses se enfrentaron a 17.000 hombres en el valle de Arakil por las cumbres, como lobos, sabiendo que era imposible luchar contra el mejor ejército del mundo, que entonces lo capitaneaba el duque de Alba, pero había un código de defensa del reino. Hay que representar eso, porque si no tienes esos pequeños detalles sobre la forma de actuar, ¿qué tenemos entonces?

Batallas que serían terribles...

–Sí, verdaderas carnicerías. Los musulmanes por ejemplo tenían una táctica de combate, el tornafuye, de ataques que desgastabam física y mentalmente al enemigo. Siglos más tarde, en la batalla de Amaiur, el capitán Vélaz de Medrano estuvo aguantando con unos 200 hombres contra un ejército que rodeaba el castillo. ¿Qué punto psicológico hace que un hombre aguante cuando sabe que hay un 90% de posibilidades de que vaya a morir? En las conferencias intento transmitir este tipo de cosas, y la gente se identifica con lo que pasó y con su historia. Y eso es muy importante.

"Aunque Castilla pudo diluirse en la Corona de España, no tuvo problema en poder ser lo que quisiera. En Navarra esto no fue así”

¿Cómo nació su pasión por esto?

–No sé, las cosas empiezan muchas veces de la forma más tonta. Siempre me ha gustado la historia, desde crío. Conforme pasaron los años me fui adentrando, y empecé a recabar datos. Llegó un momento que fui volando con un autogiro hasta Bilbao para sacar fotografías, y conformar el primer libro que hice sobre los castillos...

¿En un autogiro?

–Sí, con ese ingrediente de aventura. Hicimos todos los vuelos con ese autogiro que partía de Lumbier. Tenía una autonomía de 3 horas. Para ir a Bilbao, por ejemplo, tenía que ir detrás del piloto con un depósito de gasolina al lado. El aeropuerto de Loiu no permite volar en un diámetro de 30 kilómetros, y como en las películas de la Primera Guerra Mundial teníamos que ir por los valles, por debajo de los cables de alta tensión. Ahora hay drones, pero entonces no. 

De sus 12 libros 11 los ha publicado con Pamiela. 

–Todos menos uno, que sacó el concejo de Aranguren sobre el castillo de Irulegi, en 2006, donde animaba a investigar lo que está saliendo ahora. 

Un libro con esta calidad gráfica requiere complicidad editorial. 

–Con Txema Aranaz siempre me he compenetrado muy bien. Su edición es maravillosa. La idea era hacer libros que fueran tan agradables que la gente los viera como un cuadro, como un álbum de cromos. Algo bonito, palpable. No frío. Txema tiene la llave para eso, y siempre ha sido muy fácil.