¿Cuándo llegó la música a su vida?

– La música me ha acompañado desde el principio. Yo no tengo hermanos y pasé mucho tiempo con mi madre. Ella cantaba todo el tiempo. Jugábamos a grabarnos, escuchábamos las canciones de la radio… A ella le gustaba mucho el flamenco. Para mí la música siempre fue una vía de escape, una manera de expresarme. Una forma de decir sin decir y de equilibrar las cosas. En la adolescencia, en los años en los que más puedes descarrilar, yo descarrilé, pero menos, porque tenía que cuidarme la voz. Mis amigos todavía me recuerdan que yo me cuidaba porque tenía clarísimo que quería dedicarme a esto.

Supo desde temprano que este era su camino.

– Algo verían, porque ya en la comunión me regalaron una guitarra. Luego me fui a Estados Unidos a aprender inglés y el dinero que me dieron para la estancia me lo gasté en una guitarra eléctrica y un pequeño amplificador; el mes y medio que estuve allí lo pasé comiendo pan bimbo, pero me traje una guitarra (risas). Monté bandas en Pamplona, pero me fui a Madrid a principios de los 2000. Alicia Arguiñano ya estaba allí haciendo coros en discos. Me costó abrirme camino. Los inicios fueron duros, mi situación era muy precaria. Recuerdo que vino a cantar Alejandro Sanz y lo escuché desde el balcón. Vino Prince y tampoco pude ir, yo quería gastarme la pasta que teníamos para comer esa semana en las entradas, pero Alicia no me dejó (risas).

¿Cuál fue el punto de inflexión?

– Conocí a un pianista, Carlos Quintero, nos hicimos amigos y montamos un equipo de producción. Fue cuando explotó todo lo de OT, y él estaba metido en eso, tuvimos esa suerte. OT lo invadió absolutamente todo, y nosotros estábamos dentro. Yo había dejado de componer canciones, pero lo retomé y algunas entraron en los discos que producía Carlos. Hacía coros, grababa las guías… Ahí fue cuando empezamos a ganar dinero con la música. Nos llamaron para las giras. Pasamos de no tener nada a estar tres años sin pasar por casa, girando sin parar.

En esa época participó en discos de Extremoduro, Rulo, Chenoa…

– Sí. Después de la gira de OT seguí haciendo coros, estuve en un coro de gospel… Hice grabaciones en discos y composición. Empecé a meter singles en discos de otros artistas y eso me gustó muchísimo. Entré en la editorial de Sony y hasta hoy, sin parar de trabajar.

Cuando compone para otros artistas, ¿sabe exactamente para quién escribe? ¿O tiene canciones guardadas y, cuando le piden alguna, tira de ahí?

– No, siempre sé para quién compongo. Intento hacerle un traje a medida, algo que le guste. Te suelen dar pautas, pero nunca hago caso, prefiero escribir lo que me sale.

Trabaja para artistas de distintos géneros, lo que le obliga a moverse en diferentes estilos.

– Siempre he escuchado música muy diversa y he encontrado riqueza en todas partes. Eso me ha ocasionado problemas en mis propios trabajos, porque antes no se te permitía que un disco tuyo tuviera ese eclecticismo. Me decían que faltaba el hilo conductor y yo respondía que el hilo conductor era yo. Preferí hacer lo que me diese la gana, aunque me siguiese menos gente, pero no quise renunciar a esa libertad.

Sabina cuenta que estaba escribiendo la canción 19 días y 500 noches para otro artista, pero como le gustó tanto, se la quedó. ¿Le ha pasado alguna vez?

– Sí, me pasó con una canción que al final ni la saqué, la he tocado en directo un par de veces. El productor estaba esperando que se la mandara… Hubo un poco de cabreo, pero se entendió, ya saben con quién trabajan.

¿Y cómo muestra esas canciones al artista que se las ha pedido? ¿De forma sencilla, a guitarra y voz? ¿O las prepara ya con arreglos y demás?

– Hay de todo. He metido canciones en discos importantes solo a guitarra y voz. Depende mucho del artista, algunos necesitan ver la canción más vestida para entender hacia dónde pueden llevarla; otros, con escuchar la esencia, les vale.

Además de componer para otros artistas, también tiene su propia carrera en solitario. Está a punto de sacar un epé.

– Tengo dos discos en solitario, aunque los he quitado de las plataformas. No reniego de ellos, pero ya no me veo reflejado. Esos dos primeras discos tienen una producción impresionante, ya no se graban discos así porque no se invierte tanto. Las canciones han ido reflejando las etapas por las que he ido pasando. Ahora he preferido hacer un formato acústico, algo más íntimo, que es como solemos girar con Alicia Arguiñano y María Antúnez. Hemos grabado en directo en el estudio de Gussy y no hay más ornamento que la verdad. Es un viaje de cinco canciones que se va a llamar En tierra quemada. Tengo muchas ganas de que se pueda escuchar. Ahora estamos grabando los vídeos, estamos haciendo uno para cada canción. Y luego empezaremos a girar. Me gustaría hacer una gira bonita, en teatros y sitios en los que vayamos a estar bien.

En sus canciones, apela mucho a la intimidad, a la emoción.

– Yo no mido cuando expreso, no me guardo nada. Sale todo. No me da miedo exponerme en las canciones, la música es eso. El single que hemos lanzado, Ruido, tiene una intro de treinta segundos. Eso para mí es un filtro, el que se queda a escuchar le va a dedicar un tiempo y se va a encontrar unos espacios para respirar. Para mí la música es una forma de expresión y lo que busco con ella es la emoción, mirar más allá, observar a las personas… De manera natural, me sale así.

Combina el segundo plano de componer para otros artistas con el liderazgo de su proyecto en solitario. ¿Dónde se encuentra más cómodo?

– Me gustan las dos cosas. Cuando me subo a un escenario, no me quiero bajar, me siento muy cómodo ahí arriba. Pero la sensación de esconderte también me atrae. Si la gente no te mira, puedes observarlo todo libremente. Me pasó en un concierto de Malú, que estábamos en la cola y la chica de delante estaba hablando por teléfono con una amiga suya, y le decía que cuando sonase Deshazte de mí le iba a llamar para que pudiera escucharla. Estuvo guay, porque evidentemente ella ni sabía que esa canción la había escrito yo. O haciendo coros en un escenario, que tienes una responsabilidad, pero no tienes el peso que tienes cuando estás delante. Yo no pido un éxito brutal. Tampoco lo quiero. Para mí, el éxito de mi proyecto sería poder moverme en un circuito de teatros y que siempre hubiese un mínimo gente; no necesito que sea masivo, me basta con ir tranquilo a tocar. He vivido cerca del éxito y no me gustaría no poder salir a la calle porque todo el mundo me conociera. Lo mainstream prefiero vivirlo desde otro espacio, trabajando para otros, que es algo que me encanta. Es más: si mi proyecto fuese masivo y no lo necesitase, yo seguiría trabajando para otros artistas, me gusta muchísimo.