Andrés Suárez: “Sería cobarde acomodarse en la melancolía”
La última vez que Andrés Suárez vino a tocar a Pamplona, todavía había restricciones sanitarias. Ahora regresa con su nuevo disco, Viaje de vida y vuelta, y muchas ganas de disfrutar con su público. El concierto será en el Teatro Gayarre hoy a las 20:00.
La pandemia queda atrás, pero tiene mucho que ver con este disco, que surgió como revulsivo a todo lo malo que nos trajo.
– Y que no se fue, por desgracia. No sé si te acuerdas, cuando había peleas en la calle, cuando estábamos insultándonos en redes sociales, cuando estábamos políticamente más divididos que nunca, nos decían que era cosa de la pandemia, que estábamos nerviosos… ¿Cuánto tiempo ha pasado? Porque estamos yendo a más. Si estamos hablando ahora es porque somos supervivientes de la pandemia. Y trato de reírme mucho, así salgo en la portada, pero yo mismo estuve en un hospital y casi no cuento. Tengo dos opciones: una es hacer un disco en el que diga que todo es una mierda, hablando de política, de la gente que hemos perdido… Pero traté de ser optimista y vital, incluso de buscar el punto jocoso al asunto. A algunos no les gustó, preferían que siguiese en los bares hasta las tantas de la mañana, maldiciendo la vida y el futuro, pero no me da la gana. La vida es maravillosa, estamos aquí de paso, eso es lo único que aprendí de la pandemia, y me apetece reírme y bailar y salir de gira con mis músicos.
La tentación de hacer un disco negativo existió. De hecho, lo tenía muy avanzado y al final lo desecho, ¿no?
–Lo tenía terminado, sí. En mi disco anterior, me dejaron elegir la fecha de salida y escogí el 20 de marzo de 2020. ¿Qué puede salir mal? Ya no me dejan elegir nada más (risas). No pretendo dar lástima a nadie, todos perdimos mucho, pero fue duro: se me cancelaron cuarenta y dos conciertos, algunos con entradas ya agotadas, otros en Latinoamérica… El disco estaba saliendo hacia las casas y tuvo que volver a fábrica. Hablé con mi madre, que es sanitaria, y me contaba lo que veía: muerte, despedidas, soledad, tristeza… lo que vivíamos en 2020. Menos mal que tiré aquellas canciones a la basura. Si yo ahora fuese a Pamplona a cantar que la vida es una mierda… Bastante tragedia tenemos todos. No me arrepiento de haber tirado aquel disco, porque era muy derrotista, muy llorón, muy victimista. Prefiero mirar hacia delante.
¿Resulta sencillo cantarle a la alegría? Siempre se ha dicho que los estados de ánimo bajos son más inspiradores para la creación.
– Es muy difícil cantarle a la alegría, y más en estos tiempos. Es dificilísimo. Con el mundo que tenemos, lo jodido es hacer una canción risueña. Lo difícil es un padre y una madre que no llegan a fin de mes y le hacen reír a su hijo yendo al cole. Lo fácil es escribir sobre tragedias. Coges cualquier periódico y te salen temas para tres discos. Sería muy cómodo acomodarse en la melancolía. Te diría que hasta cobarde. Y es lo que nos está sucediendo, nos estamos anclando en la tensión, en las redes sociales… La primera canción de este disco, Valientes, habla de una chica de Salamanca que tiene Parkinson. Se llama Almudena, tiene 35 años y dos hijos. Me hace reír, me manda memes, me da una lección de vida cada día. Ese es mi nuevo disco: hacerle un reggae a una persona que tiene Parkinson para reírnos, para que lo baile con sus hijos. Es muy difícil escribir riéndote.
El disco se titula Viaje de vida y vuelta. Al margen del juego de palabras, ¿cuál es el destino de ese viaje?
–El viaje nace de haber estado encerrado en casa, como todos. Mi idea era no dejar de viajar. Hablé con mi oficina y les pedí que no cesaran los conciertos, los trenes, los aviones… Quería retomar todo eso, que es lo que llevo haciendo desde que tengo 16 años. Mi idea de viaje habla de eso, de subirme a una furgoneta y moverme. No hay literatura como la del viaje. Si no viajas no escribes, y me estaba quedando sin canciones. Quiero volver a Chile, a Perú, a Granada, a Murcia y a Girona. Quiero empaparme de pieles, acentos, vinos… Eso te hace estar vivo. Añoraba encontrarme con amigos, eso es lo que me mueve por dentro.
En el disco ha contado con tres productores (Tato Latorre, Ricky Falkner y Pablo Cebrián), y ha trabajado con otros artistas como Funambulista, Valeria Castro o Álex Ubago.
–Tengo mucha suerte, porque por mi estudio siempre pasan muchos colegas, muchos compañeros. Siempre hay risas, vino y motivos por los que brindar. Llevo veintidós años escribiendo canciones, he grabado nueve discos, he escrito dos libros… Me tengo que repetir, es inevitable. Muchas veces acabo hablando del mar, de Galicia, de mis padres… Cuando viene un colega, te quita los vicios y aprendes muchísimo. Ha pasado con los que citas y con otros como Marwan, El Chojín… Si hablamos de algo bueno que dejó la pandemia en el mundo de la música, fue que fomentó este compartir entre nosotros. Estábamos en casa, nos llamábamos por Zoom y componíamos canciones juntos. Eso fue maravilloso. Y respecto a los productores, solo puedo decirte que creo que son los tres mejores que hay en este país ahora mismo.
La canción Teresa y Andrés habla de sus padres, pero en realidad de toda esa generación, ¿no?
–Creo que sí. Me parece brutal la pregunta porque nunca lo había enfocado así. Soy hijo de obreros, de dos currelas que se han desvivido por sacar adelante a tres chavales y no les oí quejarse en la vida. Seguramente lo hicieran de puertas hacia dentro, porque no son super héroes. Tienen un corazón extraordinario, eso sí. Es gente que tiró para delante siempre, que trabajó sin parar. Ahora hablan de la generación de algodón, y me incluyo, que nos quejamos por todo. Muchas veces estoy en mi casa, con calefacción, con agua caliente, con la nevera llena, y me estoy quejando todo el día. Esta canción rinde homenaje a mis padres y a esa generación que sabe muy poco de quejarse.
La última vez que tocó en Pamplona, vino solo, el público iba con mascarillas, usted mismo se la puso en cuanto terminó el concierto. Imagino que tendrá ganas de regresar ya en condiciones normales.
–Recuerdo perfectamente ese concierto. No sabes lo que está pasando en esta gira, no te lo puedes imaginar. Ya sabes que a los norteños nos suelen poner la etiqueta de que somos un público frío. Pues yo el público más caluroso lo tengo en el norte. Recuerdo conciertos en Tafalla, en Pamplona… Ir a tocar para cincuenta personas y acabar todos de pie, pegando gritos, que te crees Jon Bon Jovi en el escenario. Aquellos conciertos tenían que ser comedidos por motivos que todos conocemos. Ahora bien, el desate y el placer que estamos viviendo ahora está siendo increíble. Siempre nos quedarán los conciertos. Durante las dos horas que dura una actuación no hay cifras, no hay malos rollos, no hay peleas. Al revés, la gente se mete mano. Eso es lo que quiero en mis conciertos. Ya terminó aquella etapa del confinamiento y ahora quiero que la gente disfrute al máximo en mis conciertos, que haga lo que le dé la gana.