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Sting encandila al Navarra Arena

La gran noche de Sting en el Navarra Arena.Iñaki Porto

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Las entradas se habían agotado con varios meses de antelación y no era para menos, pues la visita de Sting al Navarra Arena tenía todos los visos de convertirse en un evento histórico a recordar durante décadas. Hay que aclarar que en la pista se habían colocado sillas, por lo que el aforo no era el habitual de doce mil personas, sino que se quedó en las aproximadamente ocho mil. En cualquier caso, eso no resta ni un ápice de su valor a la cita. El que fuera miembro fundador, cantante y compositor de The Police llegaba a Pamplona inmerso en su gira My songs, con la que está recorriendo el mundo desde hace cuatro años. A sus setenta y dos años, el británico se encuentra cómodo con este espectáculo con el que repasa los grandes éxitos de su carrera, desde los inicios de su banda seminal, allá por 1977, hasta el último álbum que ha grabado hasta la fecha, titulado precisamente My songs, y en el que recreó quince perlas de su extensa trayectoria, adaptadas a sus actuales apetencias sonoras.

El público que abarrotó el Arena llegaba dispuesto a disfrutar de una figura mítica, perteneciente a esas irrepetibles generaciones que tanto y tan bueno han ofrecido al mundo de la música; se fueron ya David Bowie, John Lennon o Lou Reed, pero todavía nos quedan Paul McCartney, Mick Jagger, Keith Richards, Bob Dylan… o el propio Sting, que, salvando todas las distancias artísticas (y de edad, pues es algo más joven que los anteriores), también pertenece a esa época dorada del rock’n’roll en la que los artistas ocupaban un lugar especial en la vida de las personas. Antes que él actuó Joe Sumner, su hijo mayor, que lidera la banda Fiction plane, pero que en la actualidad está presentando su primer álbum al margen de la banda, Sunshine in the night. Es su debut en solitario, y en solitario se presentó, ataviado con una camisa de vaquero y armado con una guitarra acústica. Llevaba, eso sí, sonidos de bajos y baterías grabados y los fue disparando, por lo que el sonido no fue en absoluto desnudo. Joe guarda un gran parecido con su padre, tanto en el aspecto físico como, muy especialmente, en la voz. Se dirigió al público en español macarrónico, pero consiguió conectar y cosechar muchos aplausos, especialmente con su versión de Who do you love, original de Bo Diddley. En la última, Hope, salieron varios miembros de la banda de su padre a acompañarle con coros y percusiones. 

A las 22:00 estaba previsto el inicio de la actuación de Sting, y el británico fue puntual. Lo primero que llamaba la atención fue su aspecto, mucho más juvenil que lo que harían presagiar los setenta y dos años que cumplió el pasado 2 de octubre. Delgado, espigado, fibroso y musculoso, ataviado con pantalones ajustados y camiseta ceñida, con su pelo rubio ralo y su sempiterna mirada azul, abrió fuego con un clásico de The Police, Message in a bottle, con el que todo el pabellón se puso en pie. Nadie se sentó en la siguiente, Englishman in New York, uno de sus mayores éxitos en solitario. En ese primer tramo de concierto, abundaron los éxitos del grupo con el que se hizo célebre: Every little thing she does is magic, o Spirits in the material world. 

El escenario era espectacular, como se había podido intuir durante la actuación de su hijo, aunque fue con Sting cuando lució en todo su esplendor. Elegantes focos que apuntaban a los músicos y al público, proyecciones en la parte trasera y dos grandes pantallas laterales para no perder detalle. Destacó también el sonido, exquisitamente bien ecualizado, que permitía paladear cada matiz de todos los instrumentos. La base de todo fue la marcada por el trío de guitarra, batería y el bajo de Sting, pero lo adornaron con unos teclados y tres coristas, uno de los cuales tocaba también la armónica (con efectos de otros instrumentos de viento). 

La parte central del show estuvo centrada en sus discos como solista. La calidad del espectáculo se mantuvo, pero las canciones no eran tan conocidas y el público bajó de revoluciones. Aun así, en este tramo hubo pocos de mayor intensidad, como If I ever lose my faith in you, Brand new day (con Shane Sager emulando con la armónica a Stevie Wonder, con quien Sting interpretó esta canción hace años), o la magnífica balada Shape of my heart, que volvió a poner de manifiesto lo excelso del sonido. A cierre de esta edición, cuando el concierto superaba ya los sesenta y cinco minutos, el público seguía en pie, cantando y dando palmas. Y todavía quedaban por sonar los grandes himnos de Police (So lonely, Every breath you take, Roxanne…).