El dibujante de cómics cántabro, afincado en Donostia desde hace ya algunos años, Álvaro Martínez Bueno (Santander, 1981), nos recibe justo antes de empezar a firmar en la librería Joker de Bilbao ejemplares de The nice house on the lake, la obra que les ha valido a él y a su compañero James Tynion IV el premio Eisner (el Óscar de los cómics), y ahora también a la mejor serie en Angoulême. Con él hablamos de cómics, pero también de música.

¿Qué despertó su pasión por el dibujo? ¿Recuerda esas primeras raíces?

Yo creo que comparto origen con la inmensa mayoría de la gente, porque a la edad a la que empecé a interesarme por el dibujo, a todos los niños les llaman esas cosas. Lo que pasa es que, llegado un punto, abandonan todo eso.

Los caminos se bifurcan.

Yo seguí hacia abajo, o hacia arriba, no sé hacia dónde (risas). Tengo la prueba física de que el primer cómic que hice fue a los cuatro años.

¿Recuerda sus influencias en esos comienzos?

Sí. Ibáñez, por ejemplo. Pero desde pequeño me fascinaban los autores de cómic estadounidenses. Yo empecé con los superhéroes muy temprano. Tengo el recuerdo de intentar emular a los dibujantes de X-Men, Los Vengadores o Batman desde temprano. Cuando eres pequeño absorbes muchísimas cosas, y como yo tenía la suerte de estar en un entorno en que todos mis hermanos leían cómics, mi padre es también muy lector... Venían por todas partes y yo cogía lo que me llegaba. 

Ahora se ha convertido usted en referente de muchos dibujantes. Solemos poner la mirada en el mercado estadounidense. ¿Siente que se sigue teniendo que salir fuera para triunfar?

Me temo que sí. Hay excepciones, gente que ha conseguido hacerse un hueco. Pero a la vista del Libro Blanco del Cómic que se ha editado hace poco, en el que vienen negro sobre blanco datos de autores que no pasan unos ingresos de 20.000 euros al año, es difícil que puedan hacer carrera en España. Como no sea teniendo otros trabajos o siendo ricos de por sí. 

Siendo Batman. 

(Risas). Siendo Batman, sí, y que luego por las noches en lugar de salir a combatir el crimen, dibujen cómics. Pero pienso que para el autor español que quiere publicar en España, que quiere que su carrera esté aquí, o tiene unos ingresos paralelos, o construye una carrera al alcance de muy pocos, o no se me ocurren alternativas. La alternativa más común es la que cogí yo que es trabajar para el mercado extranjero. Aunque para mí no era una cuestión de supervivencia económica. Es que siempre me llamó trabajar para el mercado estadounidense, me ubicaba allí. 

Este camino le ha llevado al sello Black Label de DC, con el que han publicado The nice house on the lake y han ganado el Eisner. ¿Se esperaba tal reconocimiento?

No. De hecho, todo lo que ha traído esta serie ha sido sorpresa tras sorpresa. Siempre que planteas un proyecto, que te lanzas a hacer algo como esto, un mundo que hemos creado nosotros, tienes la sospecha de que puede no funcionar y la ilusión de que funcione. Pero con esta serie todos los pasos pulverizaban nuestras expectativas. Yo nunca jamás me planteé que pudiera ser un autor que ganara el Eisner. Y aquí estoy.

¿Qué le ha aportado además la ciudad de Donostia a esta serie?

La inspiración, incluso creando una serie como esta de ciencia ficción en un ambiente totalmente ajeno a mi existencia y al de gente que me rodea, incluso ahí transluce algo de tus experiencias. Lo que estás creando también habla de ti. Resultó que necesitábamos un elemento gráfico, unas estatuas que son bastante importantes en el devenir de la serie, y estaba dándole vueltas a las estatuas. Me di cuenta de que vivo en San Sebastián, que hay esculturas de Chillida allá donde vas. Chillida era la referencia que necesitaba, y diseñé las estatuas basándome en la obra de Chillida. Y al final, una cosa que es local -aunque Chillida es universal-, que forma parte de mi vida, acaba entrando en este universo. Si yo no me hubiera mudado a San Sebastián esas esculturas no serían así. Le da singularidad a la serie.

Y los reconocimientos no paran. Recientemente en Torrelavega han instalado una placa con su nombre. ¿Qué le hizo más ilusión, esto o el Eisner?

La placa. Sin duda. Me hace ilusión a varios niveles. El primero, personal, y el segundo es que un poco después de la entrega me hicieron varias entrevistas en medios generalistas. Fue necesario para mí explicar quién era, incluso a mis paisanos. Eso quiere decir que no es tan común que la gente que hace cómics reciba este tipo de distinciones. Entonces me parece muy guay para el cómic también. Hay contemporáneos míos, o más mayores o jóvenes, que se merecen ese reconocimiento y una plaza, y un polideportivo. Porque su carrera lo merece por lo que han hecho en el mundo del arte. Pero me ha tocado a mí. Y a nivel personal también, el hecho de que haya una ceremonia, que vengan mis padres, el alcalde... Es una pasada.

En definitiva, no para. Hace unos años interpretó junto a su grupo los temas de Hora de Aventuras.

Hace diez años que hicimos esto. El tiempo pasa rápido... Un compañero del grupo que trabajaba en Cartoon Network propuso a sus jefes que hiciéramos la adaptación y doblaje de las canciones. Fue inaudito que le dijeran que sí, y pienso que hicimos muy buen trabajo. Pero yo no era consciente de lo que era Hora de Aventuras entonces. Disfruté mucho, y cuando vimos la magnitud del proyecto lo disfrutamos de otro modo, ofreciendo conciertos. Y fue una época muy bonita. 

Y tras poner música al anuncio de la Lotería de Navidad, ¿qué le depara ahora el futuro?

Pues voy a ser padre, y estamos trabajando con James (el cocreador de The nice house on the lake) en otra miniserie para Black Label. Así que me centraré en esas dos cosas, y también intentaré acudir a los eventos que pueda, que me dan bastante vidilla. Es estar en contacto con los que te leen, con los compis de profesión, con los editores...