Eduardo Chillida (1924-2002) era el arquitecto del vacío. Cristóbal Balenciaga (1985-1972), el de la moda. El primero nació en Donostia y marchó a París. El segundo lo hizo en Getaria y también viajó a la ciudad de las luces. El modisto edificaba siluetas “habitables para sus clientas”. El escultor, en cambio, creó dos siluetas y un espacio vacío para albergar “el espíritu” del getariarra. Lo hizo en 1990 en el Homenaje a Balenciaga, una escultura forjada en acero Cortén en los hornos de Patricio Echeverría en Legazpi. Mide más de dos metros, alcanzando las cuatro toneladas y media de peso.

Esta obra, que pertenece a una serie de creaciones que el donostiarra ideó a partir de un reconocimiento público que se le hizo al couturier en la capital guipuzcoana a finales de los 80, tiene como residencia habitual en Chillida Leku de Hernani. No obstante, desde hace unos días, quien se acerque al Museo Balenciaga, descubrirá esta pieza en el hall del edificio dando la bienvenida a la exposición Chillida/Balenciaga. Plegar la forma, que ha situado 42 obras de ambos autores diálogo en la sala Encuentros, destinada a potenciales conexiones entre el diseñador y otros artistas. De esta manera, el de Getaria le devuelve a Chillida este elogio, con motivo del centenario de su nacimiento.

'Lo profundo es el aire' junto a uno de los vestidos de noche de Balenciaga.

'Lo profundo es el aire' junto a uno de los vestidos de noche de Balenciaga. Arnaitz Rubio

La muestra se presentó hace unos días en Getaria, con una amplia representación institucional encabezada por el consejero de Cultura del Gobierno Vasco, Bingen Zupiria; las directoras de Chillida Leku y Balenciaga, Mireia Massagué y Miren Vives, y el representante de la Fundación Chillida-Belzunce y nieto del escultor, Mikel Chillida. Vives recordó que, recientemente, han replanteado el itinerario museográfico para impulsar un mejor conocimiento de uno de los mayores representantes de alta costura: en una primera sala se presenta a Balenciaga como persona; su obra, a partir de la colección del museo, se desarrolla en una sucesión de cuatro salas; y en la sexta se encuentra Plegar la forma, al tratarse de un espacio de “transición” abierto a otras disciplinas y creadores.

Las conexiones

Las conexiones entre Chillida y Balenciaga se remontan a la abuela materna del primero, Juana Eguren, dueña de la hoteles Niza y Biarritz en Donostia, que era clienta habitual del segundo. Más tarde, sería la propia esposa del escultor, Pilar Beluzunce, una habitual de la casa Balenciaga. El de Getaria también vistió a otra conocida en común, a Marguerite Maeght, propietaria junto a su marido Aimé Maeght de la prestigiosa galería parisina que durante años tuvo al creador del Peine del Viento y del Elogio del Horizonte como autor en su catálogo.

A los años de fallecer, en 1987, el Palacio de Miramar acogió una exposición retrospectiva sobre el couturier, impulsada por el que fuera su estrecho colaborador y pareja Ramón Esparza, en la que Eduardo Chillida participó con varias serigrafías y Gravitaciones. Una litografía basada en el Homenaje a Balenciaga, además, sirvió durante años como logotipo de la Fundación Balenciaga.

Proyecto para un monumento (Buscando la luz III). Arnaitz Rubio

La exposición

Una de las características Manos dibujadas de Chillida abre Plegar la forma, exposición que ha sido comisariada por el responsable Colecciones del Museo Balenciaga, Igor Uria. El negro sobresale en la sala. Es el color de las paredes, de la luz oscura del Atlántico y de los paneles que, en un guiño a las Gravitaciones, cuelgan frágiles del techo. No sólo están suspendidos, sino que también giran gracias a bases circulares motorizadas para admirar los vestidos y el resto de piezas artísticas como fueron ideadas, en 360 grados.

Varias Lurrak, alabastros, óxidos, aceros y papeles establecen “nexos” con los diseños de getariarra, desde la materialidad, los contextos, los conceptos y la manera de hacer. Aunque pretenden rehuir del tradicional concepto de “diálogos”, el comisario parafraseó al propio Eduardo, que decía que “el diálogo entre las obras, sean cuales sean estas, es mucho más importante que las obras por sí mismas”. 27 creaciones del donostiarra comparten espacio y charlan con 15 diseños del de Getaria.

Por ejemplo, un vestido saco de cóctel en crepé gris perla con lazada en raso negro de 1967 se exhibe con un par de Gravitaciones, dado que tanto los ropajes como las esculturas de papel son igualmente “envolventes”. Otro ejemplo más: un vestido de cóctel con sobre blusa cruzada, en seda de marfil con estampado quadrile negro se yergue junto a dos tintas de la serie Noren eskutik. A su lado, la escultura Lo profundo es el aire. Estela V, de acero Cortén, posa con dos maniquíes que visten dos túnicas de noche en crepé negro. Al final de la sala y para concluir la visita, se exhibe un conjunto de cóctel en encaje de Balenciaga, propiedad de Pilar Belzunce, junto con un pequeño Estudio con el que el escultor imaginó el homenaje al couturier. Y es que, tal y como reconoció Mikel Chillida, su aitona hubiese disfrutado con esta exposición, pero a su amatxi le hubiese “maravillado”.