¿Qué pasaría si Olga y Andrei, de Tres hermanas, y Nina, Kostia, Irina y Mascha, de La Gaviota, se colaran en casa de Vania y Sonia, de Tío Vania? La respuesta, sobre el escenario de la Escuela Navarra de Teatro, donde el viernes 24 de mayo se estrena Una mujer que se ahoga. Estudiantes del último curso se convierten en estos personajes de Chéjov en el montaje de fin de grado, escrito y dirigido por Ion Iraizoz. La obra podrá verse también el sábado 25 y el domingo 26, así como el 31 de mayo y el 1 y 2 de junio, siempre a las 19.00 horas.

Con cierto apoyo, “poco”, del vídeo en directo como acostumbra a hacer con su compañía, el dramaturgo y director navarro se ha centrado, sobre todo, en las interpretaciones. Y es que, además de utilizar fragmentos de las obras del autor ruso, así como de otros como Lorca, Messiez o Calonge, Iraizoz ha querido aprovechar el momento en que se encuentran los miembros del reparto para dotar de “verdad” a la historia. “Como Nina y Tréplev, estos actores y estas actrices están empezando”, viviendo un momento “muy tierno” y “emocionante” en el que “eres muy vulnerable y sientes miedos”, y, a la vez, “mucha pasión y deseo por subir a un escenario a contar historias”. Y “vocación”, por supuesto, afirma el director, que, en el “viaje al pasado” que le ha supuesto este trabajo, se reconoce en ellos. Además, la simbiosis entre personajes e intérpretes ha jugado un papel importante durante el proceso, que se ha nutrido de sus experiencias personales. 

Planteamiento contemporáneo

Hay muchas maneras de acercarse a la obra de Chéjov, “yo he tenido siempre muy presente a Daniel Veronese”. En ese sentido, defiende que “producir momentos de verdad es parte de nuestro trabajo”, y, como sucede en este montaje, lo es también dirigir preguntas a la esencia humana: ¿Quiénes eres? ¿Cómo eliges vivir tu vida? ¿Qué es el amor? ¿Cómo se relacionan arte y vida?

Iraizoz propone, pues, “un planteamiento muy contemporáneo” de estos textos ya clásicos tanto en el habla de los protagonistas, como en el modo en que se dirigen al público. Por contra, la escenografía hace un guiño al local donde en 1985 nació la ENT, que años atrás ocupó el cine Arrieta y, antes, el Novedades, a través de carteles y otros elementos antiguos que que dan “un toque cinematográfico” al conjunto.

Una escena del montaje, durante un ensayo. Iñaki Porto

Falta el público

En cuanto al elenco, Guapalupe Molina, que encarna a Nina, confiesa que las preguntas que va formulando el texto “me las he hecho a mí misma y me han cambiado”. “Está siendo un fin de grado hermoso”, añade. Por su parte, Gorka Barandiaran, que da vida a Tréplev, subraya la “universalidad” de Chéjov y su capacidad “para no dejar indiferente a nadie, ni a los actores ni a los espectadores”. Iñaki Eugui se siente agradecido por Andrei, que, aunque no es él, sí tiene cosas suyas. “No estoy de acuerdo con él en algunas cosas, pero es el amigo que todos queremos”, dice. Tampoco Dhamelyz Figueredo se identifica con Irina, “que se aleja de mi ser, pero ahí está mi trabajo personal como actriz”. “Ha sido un reto en todos los aspectos, hemos profundizado en el análisis de los personajes y he aprendido a no juzgar al mío”, coincide Leire Lizarraga (Olga). De diálogos “divertidos y poéticos” habla Toño Esparza, y Uxue Olazaran opina que el autor ruso “nos lo va a agradecer”, porque esta obra “te siembra la curiosidad y quieres saber más de sus textos”.

Como colofón, Iraizoz recuerda que “queda la mejor parte: hacerla con el público”.