pamplona. En esta propuesta, el director argentino trata de superar la pregunta que todo el que conozca la obra de Ibsen se hace al llegar al final: ¿Volverá Nora? En su opinión, esta cuestión que eclipsó las mentes burguesas de comienzos del XIX "debería ser reemplazada hoy por otra, porque seguramente de algo debe haber servido todo este teatro, toda esta cultura y sabiduría bienpensante para reconocer la dignidad de las mujeres".

En El desarrollo de la civilización venidera, Veronese entra justo cuando Nora ha dejado de bailar y ha decidido marcharse. Y traslada el argumento al último día de una pareja a punto de estallar, dando voz a los personajes principales y confrontando las visiones del mundo en una escenografía de escala reducida, lo que acentúa la tensión. El director explicó su apuesta a este periódico desde Buenos Aires, donde prepara el estreno de un nuevo espectáculo.

La primera pregunta es evidente, pero obligada, ¿por qué decidió adaptar "Casa de muñecas" de Ibsen? ¿Qué valores cree que tiene la obra y qué nos puede aportar en los comienzos del siglo XXI?

Me gusta meterme con los clásicos en general. No sé de antemano qué voy a sacar de ellos. Confío en que si se convirtieron en clásicos algo trascendente debe de haber en su forma y/o contenido. Particularmente, después de trabajar en esta obra creo que el tema de lo femenino-masculino en relación al matrimonio aún sigue sin resolución.

¿Cómo es su versión, qué es lo que ha cogido del original, qué ha preferido dejar al margen y qué aportación nueva realiza?

Pensé en hacer un díptico de Casa de Muñecas y Hedda Gabler. El desarrollo de la civilización venidera es el manuscrito que quemaba Hedda en su obra. Y me pareció apropiado como título para Casa de muñecas. Creo que mi versión pertenece menos a la lógica de las palabras y más a la comunicación de los cuerpos y las emociones. En realidad, es una apreciación mía y no sé si es cierta o si esto que digo realmente se produce. Es muy difícil objetivizar sobre lo que se produce. Al menos para mí.

¿Por qué introduce a Bergman?

Bergman dio el primer paso al introducir a Ibsen con Casa de muñecas en su obra Escenas de la vida conyugal.

¿Por qué esta historia nos sigue pareciendo tan revolucionaria hoy en día, cuando se supone que no estamos tan atados a los convencionalismos sociales? ¿O es que en realidad todavía lo estamos y no hemos hecho ninguna revolución social ni individual?

La mujer en los tiempos de Ibsen aún no tenía su lugar. Hoy se lo ganó, pero todavía sigue estando bajo la lupa, debe demostrar que está a la altura de las circunstancias. Se ha hecho una especie de revolución, pero no una pacificación.

¿Sigue la hipocresía dominando en exceso nuestra interacción con los demás?

El formato matrimonial es, en muchos casos, una gran hipocresía, claro.

¿Cómo es la Nora de hoy? ¿Y Helmer?

Estos dos personajes traté de mostrarlos con las reacciones, especulaciones y respuestas que darían hoy los matrimonios cuando entran en crisis. No me servía respetar al clásico tal como fue escrito porque se me volvía lejano e impensable.

Respecto a la puesta en escena, usted apuesta por los actores, sobre todo, y por una escenografía sobria que no disperse la atención, ¿la palabra, el texto, lo es todo para usted en el teatro? ¿Por qué?

No, la palabra y el texto no lo es todo. Los actores son los verdaderos vehículos de la acción, del sentimiento a transmitir. Siempre voy a preferir buenos actores y una obra mediocre y no actores mediocres con una buena obra. No podría hacer nada con ellos.

En un tiempo como el actual en el que todo va muy rápido y nos hacen consumir espectáculos cargados de música, efectos, cambios de vestuario, escenografía barrocas, ¿qué lugar ocupa el teatro de texto o, mejor dicho, qué lugar debería ocupar?

El teatro debería producir un cambio en el público. Divirtiéndolo, sorprendiéndolo. Darle algo que no puede conseguir en otro lugar.

¿Cree que el público quiere y necesita escuchar, en silencio, textos que le hagan reflexionar?

El público quiere cosas muy diversas porque el público no está sintetizado en un solo pensamiento, gusto, forma o necesidad de ver algo. Y tampoco creo que en general la gente quiera ir al teatro a reflexionar. Prefiere encontrarse con esos pensamientos gloriosos y elevados que ya conocía y que lo hace sentir bien y tranquilo sin necesidad de transpirar mucho.

Ha quedado claro que para sacar adelante sus propuestas necesita actores y actrices de primera a los que no les dé miedo la palabra, el silencio...

Me gustan los actores con una cuota de miedo e inseguridad importante, pero que esa incertidumbre los haga caminar, aunque sea a tientas. Me reúno de gente que quiere y busca siempre la organicidad. Es el teatro que me gusta hacer. No sé si es un estilo, en todo caso es la propuesta que necesito hoy para hablar de algo en un escenario.