Llegaba al Navarra Arena Luis Miguel, el llamado Sol de México, y Pamplona lo recibió con un cielo resplandeciente, después de varios días nublado. Poco les importaba la climatología a sus seguidores, que acudieron entusiasmados a la cita con el artista azteca. Media hora antes de que comenzara el espectáculo, la cola de personas que esperaba para acceder al recinto llegaba hasta la tienda de Osasuna, situada en el centro de El Sadar. Faltó muy poco para que el pabellón terminara de llenarse: no se veían huecos en las gradas y solo alguno en la pista. En total, más de siete mil personas disfrutaron de la actuación.

Antes de que comenzase el concierto, el escenario hacía presagiar que el sonido y la escenografía iban a estar a la altura de lo esperado: tres columnas de escaleras, guitarras, saxo, varios puestos de percusiones, teclados, piano… Entre el público, gentes de Navarra y también de otras comunidades compartían sus experiencias. Una pareja de amigas llegada de Madrid, donde Luis Miguel va a llenar dos noches consecutivas el Bernabéu este fin de semana, afirmaba que había elegido Pamplona porque las entradas en la capital eran bastante más caras.

Así fue como, con unos veinte minutos de retraso, los músicos, catorce en total, ocuparon su lugar sobre las tablas. El cantante, vestido con traje y corbata oscura, fiel a su estilo clásico y luciendo una prominente sonrisa, emergió en la parte trasera mientras, en la enorme pantalla que había detrás, se proyectaban fragmentos de vídeos de toda su carrera (había otras pantallas más pequeñas a los lados y en la parte superior). La novedad llegó con un dron con cámara que sobrevoló el escenario y la pista, ofreciendo imágenes muy espectaculares. Al entrar, todos los asistentes habían recibido una pulsera que emitía luz, por lo que la escena era bastante vistosa.

Luis Miguel hizo vibrar el Navarra Arena. Javier Bergasa

Abrieron con un set muy animado, compuesto por canciones como Será que no me amas (versión de The Jacksons), Amor, amor, amor y Suave (con exuberantes metales ambas). Con el público puesto en pie, las baladas Culpable o no o Hasta que me olvides apelaron a la emotividad del respetable, que respondió cantándolas a voz en grito.

Llegó el momento de reivindicar el bolero y la figura de Armando Manzanero, con un medley en el que no faltaron Por debajo de la mesa, No sé tú y Somos novios. No hace falta recordar que los dos artistas formaron una poderosa dupla a comienzos de los noventa, cuando Luis Miguel lanzó Romance (a la postre, su álbum más vendido, con más de siete millones de copias despachadas alrededor del mundo). Posteriormente, la pareja volvió a unir fuerzas en Segundo romance (1994). Romances (1997) y Mis romances (2001).

Gradas repletas de un público que coreó las canciones. Javier Bergasa

Después de algunos otros boleros (Como yo te amé, Solamente una vez, Somos novios…), continuó con las versiones: primero, Sonríe, adaptación del Smile de Charles Chaplin; esta canción también la cantó Michael Jackson en su momento y, de hecho, la voz del malogrado Rey del pop estuvo virtualmente presente para formar un dúo con Luis Miguel.

Después, Come fly with me, de Sinatra, cuya voz e imagen también aparecieron en el Arena; cuando el cantante de los ojos azules vivía, sí que pudieron materializar un dueto real de esta pieza. El sonido de big band continuó con un nuevo popurrí formado por los estribillos de Un hombre busca una mujer o Cuestión de piel, en la que el artista agarró con sus manos el dron y paseó por el escenario enfocando al público. En esta parte, el público se involucró especialmente, haciéndose cargo de varios estribillos.

Aunque nacido en San Juan de Puerto Rico, Luis Miguel es mexicano por sentimiento (y también por papeles, pues obtuvo la nacionalidad en 1991). Lógicamente, sus raíces tenían que hacerse presentes y visibles en esta gira. Esto sucedió en el penúltimo tramo del concierto, cuando un nutrido grupos de mariachis impuso su ley y la estrella, que se había cambiado de camisa y ahora lucía una negra con chaleco del mismo color, se empleó a fondo en la interpretación vocal de piezas como La fiesta del mariachi o La Bikina, con inesperado disparo de confeti incluido.

Luis Miguel, vestido con traje y corbata oscura, fiel a su estilo clásico. Javier Bergasa

A cierre de esta edición, Luis Miguel y sus mariachis interpretaban La media vuelta, con el Navarra Arena volcado, en pie y cantando apasionadamente. El artista había estado entregado y dirigió bastantes gestos a su público, pero ni una sola palabra, como un Bob Dylan latino. Cada artista, ya se sabe, tiene su manera de conectar, y él lo había hecho. Vaya que si lo había hecho.