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Stefanía CaroEscritora

"Acercarse a Oriente es acercarse a la tierra, donde todos vamos a acabar"

‘Pómulo y lejanía’ es el debut en la novela de la escritora y periodista navarra. Un paseo a modo de coreografía de una madre y su hija que atraviesa cuestiones necesarias vinculadas al cuerpo, la maternidad o la no maternidad

"Acercarse a Oriente es acercarse a la tierra, donde todos vamos a acabar"Iñaki Porto

Stefanía Caro ha unido su pasión por el movimiento y la danza con su necesidad de hablar de nuestra relación con el cuerpo, la maternidad y la no maternidad. Y, a través de estas cuestiones necesarias, de muchas de esas cosas que pensamos, sentimos, deseamos o detestamos, pero nunca decimos. La escritora, educadora, bailarina y periodista pamplonesa ha trazado una coreografía hacia el este en su pimera novela, Pómulo y lejanía, que acaba de llegar a las librerías con una acogida muy positiva por parte de la crítica y de escritores como Sabina Urraca o Eloy Tizón. El libro es el encuentro y el viaje físico y anímico de una madre y su hija, y un intento de “orientalizar el cuerpo, de acercarnos a la tierra, donde todos vamos a acabar”, dice su autora, que presenta este sábado 14 de septiembre su novela en Matadero Madrid, en compañía del escritor Eloy Tizón en el marco del festival Back to the Book, y próximamente la presentará en dos librerías de Pamplona: el próximo jueves 19 en Walden (20.00 horas) y el jueves 26 en Katakrak (19.00 horas), en ambas citas presentada por la periodista y poeta Jara Calvo.

¿Qué siente al alumbrar su primera novela y dejarla volar hacia el público lector?

Mucha emoción y también mucho vértigo, es un proceso para mí muy nuevo. Estoy muy contenta. Es mi primera novela y agradezco a las lectoras y los lectores que se enfrenten a un autor novel, porque es como tirarse a una piscina donde no sabes si hay agua.

No es una novela al uso, tiene narrativa y mucho de reflexión, de anotaciones a modo de diario, de ensayo de la danza... ¿Cómo surgió este libro, cuál fue el primer impulso?

A mí me gustan los libros que no sabes dónde situar, que mezclan cosas, que te sorprenden. Que parten de una experiencia personal y a partir de ahí mezclan pensamiento, emoción y narración. Quería hacer un libro un poco físico, en el que se mezclara mi amor por la danza, sobre todo por el movimiento, y mi interés por hablar de temas como la maternidad, la no maternidad, el cuerpo, mi cuerpo, y el cuerpo de mi madre. Al combinar todo esto hubo muchos intentos frustrados. Empecé a escribir una serie de derivas, de cosas muy poéticas, a la vez empecé a escribir un manual de gimnasia un poco onírico, al estilo Cortázar, y veía que no tenía una estructura muy lineal, que no había un avance en lo que escribía. Así que decidí hacer algo que se hace en danza, una especie de partitura musical: trazar con papel y boli el boceto de una coreografía. Y tracé una línea, una flecha hacia el este, y decidí que lo que necesitaba hacer era escribir una coreografía a modo de libro.

¿Por qué hacia el este, qué simboliza?

El este es Oriente, y las protagonistas del libro y de mi coreografía caminan hacia allí. Para los marineros Oriente es orientarse, es el lugar donde se busca el rumbo... El libro toma el ejemplo de una coreógrafa muy famosa, Susan Buirge, ella hizo ese viaje hacia Oriente. Oriente es también una manera de orientalizar el cuerpo. En esos países se vive más cerca del suelo, y toda la energía del cuerpo está en las zonas más próximas a la tierra. En India, por ejemplo, la gente come de cuclillas, se trabaja de cuclillas...En la danza del vientre propia de zonas de Oriente Medio, toda la parte del movimiento se concentra en la zona pélvica... Me interesaba ese proceso de orientalizar el cuerpo, de irnos acercando a la tierra, porque al final es en la tierra donde vamos a acabar.Es un trabajo de pasar poco a poco de la verticalidad hacia la horizontalidad. Y en ese proceso, es un trabajo de trascender y de entendernos a nosotros mismos, de vivir mucho más cerca del suelo. Me fascina la desnudez de los actores-bailarines y las actrices-bailarinas de la danza butoh, que expresan todo en la inmovilidad. A veces no se mueven, pero todo en su cara y su cuerpo está expresando un mundo interior. Hay un silencio que tienen dentro que lo cuenta todo. Una figura en butoh muy bonita dice que tienes que caminar por detrás de ti misma, porque ahí estás realmente escuchándote.

“Me gusta hablar de lo que no solemos hablar, de lo que se nos escapa, los silencios, los vacíos... Buscar el movimiento a través de los huecos”

En Occidente estamos mucho más desvinculados de la tierra

Totalmente. Vivimos en nuestra gravedad, en nuestra zona de altura, y tenemos ese miedo a caer. Una de las posiciones de las que hablo en el libro y que más me gustan es el cambré, que combina esa forma de flotar y de caer a la vez. En esta posición el bailarín o la bailarina está de pie, inclina el torso hacia atrás, de tal manera que el rostro y el pecho miran al cielo, y las piernas están en vertical. Y eso es lo que sucede un poco a los personajes del libro, que están en ese proceso en que tanto pueden caer como pueden estar volando.

Plantea una búsqueda a partir del vacío, una coreografía a modo de paseo entre madre e hija. ¿Por qué ha elegido centrarse en este vínculo, qué le permite explorar?

Bueno, una de las decisiones que tiene que tomar la protagonista es en torno a su maternidad, que ella entiende desde un punto de vista muy físico, y me parecía interesante que hubiera un encuentro entre el cuerpo de la madre, que es el cuerpo origen, el cuerpo cero, y el cuerpo de la hija. Y a raíz de esas dos personas que van encontrándose tanto física como anímicamente, trazar ese camino.

La maternidad y la no maternidad es algo que marca a las mujeres. Se ve como una vía muy importante de realización, o de no realización.

Sí, totalmente. La protagonista es una persona que duda sobre la maternidad, como muchas mujeres cuando llegamos a cierta edad, y va retrasando siempre esa decisión... La maternidad y la no maternidad es un tema que por fin está llegando a la literatura y al discurso público, porque se habla pero no tanto, y hay muchos condicionantes. El término no maternidad, de hecho, te define por lo que no eres.

Sigue habiendo mucha presión sobre las mujeres en ese sentido.

Sí. Ahí todavía tenemos que hablar mucho todas y aclararnos. Es una vía de diálogo de toda la sociedad.

También refleja la novela lo presas que hemos sido y somos las mujeres del deseo de tener una pareja como vía de realización personal.

También. La protagonista sale de una relación amorosa y va trabajando esa aceptación de su soledad, o no soledad... Es un tema importante, sí.

Ha nombrado antes la duda. Una gran incomprendida hoy. Está mal vista, no se nos permite dudar.

Así es. No nos permitimos estar en la duda, y es un estado natural. Y además es un estado de conocimiento, empezar a dudar es empezar a conocer, a preguntarte cosas. Es una forma de sabiduría.

“La danza para mí es puro presente, es vivir el momento, y una forma de sabiduría y de expresión muy útil y poderosa”

La danza recorre todo el libro. ¿Qué es para Stefanía Caro la danza?

Pues sobre todo es movimiento. Uniendo la duda y la danza, uno de los motivos por el que la protagonista duda, o dudamos, es por esa presión de imaginarnos en el futuro. ¿Cómo te ves dentro de cinco años?, esa pregunta de los curriculums o los trabajos. Muchas veces te exigen imaginarte a ti misma en el futuro, y la protagonista no es capaz de tomar decisiones, entre otras cosas porque no es capaz de visualizarse en el futuro. Ella ha trabajado en danza y la danza es la captura del presente, el movimiento es totalmente efímero. Y por eso quizá la protagonista no puede ver su futuro, porque está acostumbrada a pensar en el presente. En este sentido, la danza para mí es puro presente, es vivir el momento, llegar a un conocimiento muy distinto al que se puede llegar a través de la vía racional. Es una forma de sabiduría y de expresión muy útil y poderosa.

En este libro se nutre de todo aquello que no decimos, pero sentimos, pensamos, deseamos o detestamos..., pero guardamos dentro. Ahí hay mucho material, ¿no?

Totalmente. Sí, me gusta hablar de lo que no solemos hablar, de las cosas que se nos escapan, de los silencios, los vacíos... Buscar el movimiento a través de los huecos. Muchas veces las cosas que cuento son recuerdos, y de esos recuerdos igual partes son ciertas pero yo me dejo caer por una grieta, por un vacío, y me meto por ahí y empiezo a imaginar. El vacío es un punto que te permite tanto recordar como imaginar lo que te gustaría contar.

‘Pómulo y lejanía’ es una novela muy íntima. ¿Ha puesto mucho de sí misma en estos personajes?

Sí, todos tienen una parte de mí. Estamos dentro de la autoficción, incluso la madre soy un poco yo... hay muchos mimbres de mi vida en el libro, no todo sucede como se cuenta, yo hablaría más de verdad que de una realidad. Hay verdad en lo que cuento, y todos los personajes tienen una parte de mí: el hombre que quiere caminar entre las gotas, la madre que tiene miedo a que la ley de la gravedad no se cumpla y por eso no cuelga nada en su casa, la mujer que ha perdido a su perro y ha perdido un poco el mapa...

“Por fin la maternidad y la no maternidad es un tema que está llegando a la literatura y al discurso público, hay mucho que hablar ahí”

El viaje que plantea da protagonismo también a dos grandes referencias de la historia de la danza, Susan Buirge y Margaret Severn, creadoras que fueron rompedoras en sus épocas.

Sí. Susan Buirge hizo en 1976 una obra de danza en la que solamente bailaba en el escenario en línea recta, de izquierda a derecha, y eso rompía mucho con la profundidad escénica; era un danza incómoda para el espectador. Daba mucha importancia a la lentitud del movimiento y a destilar un avance en el que ella marcaba una línea hacia el este. Más tarde trazó esa línea sobre el mapa y la hizo físicamente, en un viaje desde el oeste, desde París, hacia el este, hasta Japón. Ella quería buscar esa orientalización del cuerpo en su vida y en la danza. Fue muy rompedora, viajaba sola, se fijaba en cómo se movía la gente en todos los países por los que viajaba, y lo reflejó en un libro. Y Margarte Severn, de la época del cabaret, de los años 40 en Estados Unidos, se hizo muy famosa por bailar con unas máscaras que ella misma construía. Eran unos personajes a veces grotescos, que contrastaban con la danza clásica, tradicional que ella bailaba. Vivía tanto los personajes en los que se metía que al retirarse la máscara entraba en un estado de trance y se desvanecía a veces en el escenario. A mí me interesaba ese proceso de quitarse la máscara, de cómo desnudarte, eso está muy presente en el libro porque la protagonista lo que necesita es también desnudarse en su vida.

Qué necesario se vuelve eso hoy, porque vivimos en gran parte desconectados de nuestra naturaleza. Cada vez con más aceleración, paseamos poco, apenas nos detenemos a observar y a observarnos; y la tecnología es una gran máscara, que parece que nos aporta mucho dinamismo pero en realidad nos aboca a la homogeneización, al pensamiento único, al estatismo..., ¿no cree?

Totalmente de acuerdo. El libro transcurre en un paseo. Decía Robert Walser que él caminaba para convertir el espacio en tiempo. Caminaba porque era una manera también de darse un tiempo, y dar tiempo a la observación, al detenerte, no tener prisa y echar a andar. Hoy en día observamos poco, casi no caminamos, tenemos prisa, concebimos el tiempo de una manera utilitaria. Y las tecnologías nos roban muchísimo tiempo. Todos somos víctimas de ella.

Portada del libro.

LA NOVELA

  • Editorial: Consonni.
  • Páginas: 170.
  • Precio: 18,50 euros.
  • La autora: Stefanía caro (Pamplona, 1981), periodista, amante de la danza y educadora. Se interesa en el vínculo entre cuerpo y palabra. Ha trabajado para diversos medios estatales y colaborado con radios alemanas en Berlín. Desde 2011 se dedica a las artes escénicas y al estudio del movimiento, especialmente en la danza contemporánea. Combina la escritura con la docencia.