Bernardo Atxaga rompió barreras con la publicación en 1978, a los 27 años, de Etiopía, una obra emblemática de la poesía en euskera.
Casi 50 años después presenta una cuarta edición de este libro con cuyo espíritu “vanguardista y gamberro” se sigue identificando porque un escritor, como creador que es, “no cumple años”.
Etiopía salió a la luz en 1978 en una edición humilde de la mano de la librería Pott de Portugalete con fotografías de Manuel Susperregi.
En 1983 se publicó una nueva edición, ya a cargo de Erein, en la que se incluyeron dos nuevos poemas pero que databan de la misma época que la anterior y en 1988 se volvió a reeditar con algunas modificaciones en la puntuación.
Ahora Etiopia vuelve de la mano de Erein, ilustrado con fotografías de Jon Aranguren y prologado por Iñaki Aldekoa.
Atxaga ha asegurado que esta obra le debe mucho al músico Ruper Ordorika, quien nada más salir el libro publicó un disco titulado Hautsi da Anphora en el que se recogen varios de sus poemas.
“Hace seis meses dimos una serie de conciertos en los que participé leyendo los textos y luego ha venido el libro y es muy bonito ir juntos el músico y el escritor”, explicó.
Retomar ideas
A pesar del paso del tiempo, Atxaga considera que los seres humanos “no cambian” y reconoce que cuando piensa en lo que le hacía reír a los veinte años lo sigue haciendo.
“Tengo la impresión de que cambia la historia, a veces la formas, pero el núcleo de una persona no. Por eso cuando leo este libro me veo perfectamente ahí”, afirmó.
El autor de Obabakoak ha admitido que en la relectura puede pensar que podría haber cortado un poema en tal punto o que podría acometer arreglos técnicos, “apaños”, pero la obra es “muy gamberra” y le sigue divirtiendo.
“Somos seres orgánicos, el cuerpo cambia, cumple años, el tiempo le afecta, pero al creador, a la persona que escribe, el tiempo no le afecta”, indicó.
“La prueba está en que a veces retomas una idea de los quince años cuando tienes 70 y lo haces de forma natural. Es la ventaja de ser escritor, como escritor no se cumplen años. Es buenísimo”, concluyó.
Etiopia es una sucesión de poemas, textos en prosa y reflexiones de un joven Atxaga que consiguió trasladar un espíritu “subversivo y vanguardista” a la poesía en euskera que jalonó de notas de humor, una sintaxis valiente y un lenguaje rompedor, según subraya Iñaki Aldekoa en el prólogo.
Bilbao
Atxaga ha remarcado que la obra no hubiera sido posible sin Bilbao, la ciudad a la que un joven José Irazu se trasladó desde su pequeño Asteasu natal para estudiar Ciencias Económicas.
Una pieza fundamental en su experiencia cultural fue el teatro de vanguardia que floreció en esa época en la capital vizcaína, algo que le deslumbró porque era muy diferente de las obras “pequeño burguesas” que él conocía.
También le marcó el paisaje bilbaíno de entonces, repleto de humos y chimeneas, que le impresionó, afirmó Atxaga.
Otra de las razones de su “enamoramiento” con Bilbao fue que, a su juicio, “Asteasu y Bilbao estaban más cerca que Asteasu y San Sebastián”.
Cuando conoció a Gabriel Aresti le sorprendió que el poeta bilbaíno le hablara de ‘Pedro el Molinero’ (Pello Errota), uno de los más famosos bertsolaris que era de Asteasu.
Atxaga rechazó que la reedición de esta obra suponga un ejercicio de nostalgia porque en realidad se sigue sintiendo igual que cuando la escribió.