Mina El Hammani (Madrid, 1993) siente responsabilidad, curiosidad e ilusión ante el estreno de Raqa, película de Gerardo Herrero que ya está en salas y que se rodó en parte en Navarra (Bardenas, Tafalla, Pamplona) y parte en Marruecos. Encantada de compartir proyecto con Álvaro Morte, con el que ya coincidió en un episodio de Historias para no dormir, opina que este filme describe “muy bien” la situación de tantas personas, sobre todo mujeres, que son seducidas y captadas por los terroristas islámicos sin saber que lo que les espera es la esclavitud y, muy probablemente, la muerte.

Ha comentado que ‘Raqa’ se tiene que ver primero en el cine.

–Es que es una producción increíble donde hay muchísimos elementos que se apreciarán mejor en la gran pantalla. Por ejemplo, la música de Paula Olaz, que es espectacular. Además, siempre he sido partidaria de que las películas lleguen al cine antes que a otro sitio. Yo me lo tomo como un ritual y me gustaría que no se perdiera. De todos modos, si la gente se puede permitir ir a verla a las salas, le va a encantar, pero, obviamente, Raqa también estará en Amazon Prime. 

¿Cómo se vinculó a este proyecto? 

–Gerardo Herrero me llamó hace tres años y, en una cena con Mariela (Besuevski), él me dijo que había leído la novela Vírgenes y verdugos, de Tomás Bárbulo, que le había entusiasmado y que querían que estuviera en el proyecto. Para mí, obviamente, fue un caramelo. Como actriz, en muy pocas ocasiones te llega un proyecto de estas características en España. Pero ya me convenció que el guión estaba muy bien escrito y con mucho respeto hacia el tema que abordaba. 

¿Qué puede contar de Malika, su personaje?

–Malika es una chica nacida en Ceuta y de origen marroquí que sufre un atentado terrorista. Es una víctima. La parte del DAESH está muy bien descrita porque se ve cómo afecta a todo el mundo, independiente de tu origen o de la religión que profeses; porque estas personas lo único que quieren es manipular y generar terror. Eso queda muy claro en la película.

¿Qué busca esta mujer herida por dentro y por fuera?

–Tampoco es muy consciente de dónde va. Ella sabe que tiene que cumplir una misión y que tiene las características necesarias para infiltrarse porque es una mujer de origen marroquí y enfermera, aunque también es verdad que la Europol se aprovecha un poco. Así va adentrándose y conociendo mujeres que creo que están muy bien escritas y muy bien interpretadas. Por ejemplo, el de la chica de 15 años de Ceuta a la que han manipulado a través de Internet. Luego tenemos a la niña que ha sido esclava de un montón de muyahidines y está viva de milagro. Y hay que destacar que la mayoría de las mujeres captadas no son musulmanas, hay alemanas, suecas, francesas, españolas... Juegan mucho con la soledad, la desesperación, la manipulación... Y lo hacen en nombre de una religión, lo cual para mí es intolerable.

Sí, porque en esta historia se ve también que lo de la guerra santa es un negocio suculento para unos cuantos.

–Existe mucha desinformación en torno a este tema. En concreto, cuando sucedieron los hechos que cuenta la película, en 2013-2014, yo tenía 15 o 16 años y no me enteré de mucho. Recibía la misma información que todos los demás sobre personas que generaban terror, mujeres oprimidas... Y todo vinculado a una religión. Entonces me sentía alejada de todo aquello, pero ahora hay más información y, en la preparación de la película y hablando con Gerardo, pude profundizar más. También recomiendo a la gente que, después de ver Raqa, se lea el libro de Tomás Bárbulo, porque ahí se explica de dónde viene cada personaje y qué busca. En el caso de los muyahidines, está claro que, sobre todo, buscan beneficios personales, políticos y beneficios económicos.  Por ejemplo, yo desconocía por completo todo lo relacionado con el tráfico de arte y patrimonio; en ese sentido, la figura del arqueólogo me parece fascinante.

¿Es un tema que no se acaba?

–Así es, y la película te puede despertar la curiosidad por querer saber más. Además, hay que tener en cuenta que, aunque desde que entraron los kurdos la ciudad está más tranquila, los yihadistas siguen existiendo y nunca sabes cuándo volverán a despertar.

¿Cómo ha sido trabajar con Álvaro Morte?

–Habíamos trabajado juntos en Historias para no dormir y para mí era un lujo volver a encontrarme con él. Es un compañero y amigo que quiero seguir admirando con el que me gustaría continuar desarrollándome profesionalmente, porque es tan generoso, tan trabajador... En esta profesión, a veces la gente se queda solo con lo externo, pero cuando coincides con alguien como Álvaro, que te hace recuperar la parte artesanal del oficio, es maravilloso. Es que este compañero ha tenido que hablar árabe en cinco meses. Y lo habla muy bien. De hecho, me acuerdo de que fui a un pase previo de la película con mi hermana y, al terminar, me dijo que incluso hablaba mejor que ella. Se sorprendió mucho. En eso es como Gerardo, ambos escuchan mucho. Luego puede que la propuesta que les haces se lleve a cabo o no, pero tienes garantizado que te van a escuchar. Y eso es genial, porque trabajas desde el cero juicio, desde la admiración a la persona que tienes al lado, y, sobre todo, desde las ganas de levantar no solo tu personaje, sino el proyecto. 

La película está contada en su mayor parte desde el punto de vista de las mujeres.

Raqa es una película de acción y de espías, pero tiene una parte de denuncia en la que el foco está puesto en las mujeres. Fíjate, el otro día en una la radio me dijeron que les había sorprendido que el director fuera un hombre porque el punto de vista es muy femenino. De todos modos, creo que Gerardo no ha querido contar una historia femenina, simplemente ha querido contar la realidad de esta historia. Y, en ese contexto, la mirada de las mujeres entra de una manera mucho más potente, humana y terrenal. A la vez, es terrible ver cómo a muchas las han deshumanizado y despojado de su identidad. Ellas ya no existen.

¿Hacemos lo suficiente para ayudar a estas mujeres que sufren todo tipo de abusos en esas zonas?

–No, pero ni tú ni yo. En mi caso, hacer una película no va a cambiar nada, sí que puede generar reflexión, que para mí es muy importante, pero poco más. Somos nosotros, el pueblo, quienes siempre salimos a la calle a denunciar esos actos, y hay gente más arriba que debería tomar conciencia de lo que es aquello. Pero no dando un número, sino poeniendo nombres y apellidos a estas personas de manera que tengan peso como seres humanos que son.

¿Ha sentido más responsabilidad a la hora de interpretar este papel por los orígenes de su familia?

–No, no, yo soy una actriz e interpreto personajes independientemente de su origen, y así quiero que me vea la gente. Pero soy consciente de que la población musulmana sufre muchísimo cuando se produce este tipo de terrorismo, que, a veces, en algunos titulares se vincula con la religión. En ese sentido, me gustaría que los medios tratasen de informarse mejor y que entendieran que el 99% de la población musulmana no lo acepta. De hecho, y esto lo he hablado también con Abdelatif Hwidar, que en la película interpreta al Mauritano, el 80 % de las personas asesinadas por la Yihad, Al Qaeda o el Isis son musulmanes. Eso tiene que quedar claro y no podemos desviar la atención por un título amarillista.

¿Cómo vivió el rodaje en Navarra y en Marruecos?

–Pues me ha hecho mucha ilusión volver a Pamplona. Esta ha sido la experiencia profesional más bonita de mi trayectoria, aunque, eso sí, me quedé sin ver las Bardenas porque no rodaba ahí. También me encantó ver a los dos equipos, el español y el marroquí, que no hablaban la misma lengua, pero sí el mismo concepto del arte, de cultura, de levantar un proyecto con todas las ganas. Me encantaría seguir rodando así.

Se nota que ha disfrutado.

–Mucho, la gente ha sido muy, muy, muy amable y yo me he sentido como esa niña que con 7 años quería ser actriz y quería jugar. En este proyecto he rescatado esa sensación,  obviamente de una manera profesional y madura, pero con ese sentimiento de jugar con todo el equipo. Además, he intentado aprender de todos los departamentos. Tengo una productora desde hace cuatro años y me interesa mucho todo lo que hay detrás porque siento que el proyecto es de todos.