“Sufrí mucho por ser rumano y por haber nacido en un momento equivocado. Este destino siempre me ha presionado desde mi infancia. De niño supe lo que es tener hambre, estar oprimido, despreciado en mi propia tierra. Tenía la esperanza de que las cosas cambiarían después de la revolución, pero por desgracia no fue así”. Así respondió el escritor Mircea Cartarescu a una entrevista en 2008. Sus palabras describen a la perfección el sentimiento de “desencanto” de miles de ciudadanas/os de Rumanía que esperaban un tiempo mejor tras el final de la dictadura de Nicolae Ceausescu, fusilado junto a su mujer, Elena, en diciembre de 1989, tras ejercer un control déspota y sanguinario sobre el país, convirtiéndose en un tirano que “fue peor que Stalin”, afirma Ramón Barea, director de la compañía bilbaína Pabellón 6 y de la obra teatral ¿Quién nos disparó?, que llegará este jueves, 15 de mayo, al Gayarre (20.00 horas).

Esta es una fábula que contiene hechos demasiado reales para ser una fantasía. Los que vivió la familia del autor, el joven dramaturgo Alexandru Stanciu, que como tantos de sus compatriotas tuvo que dejar su país, en su caso con 12 años, para sobrevivir. Se trata de un proyecto que nació en el seno del programa Antzerkigintza berriak - Nuevas dramaturgias, iniciativa impulsada por el Teatro Principal de Vitoria-Gasteiz, el Arriaga de Bilbao y el Victoria Eugenia de Donostia, con el objetivo de dar voz a nuevas/os autoras/es y fomentar la creación teatral en la CAV.

Desengaño, emigración... esperanza

Una de las obras seleccionadas en esta convocatoria fue ¿Quién nos disparó?, una historia sobre el desengaño, sobre el miedo, sobre la emigración y sobre la explotación, pero también sobre la esperanza en un mundo cada vez más deshumanizado. Hay esperpento, hay revista musical, hay dolor, hay humor en esta propuesta que “sorprende por lo inusual de su puesta en escena” y “por los recursos que emplea, como la danza, la música, el drama, la comedia, la farsa...”, señala la directora del Teatro Gayarre, Grego Navarro, que también subraya el punto de vista femenino del montaje.

Estas mujeres encarnan a la abuela, la madre y otras parientes de Alexandru Stanciu que, como el resto de sus conciudadanas/os, padecieron "una forma vampírica de comunismo", que, tras la muerte del dictador, se convirtió en una democracia capitalista hasta conseguir convertir a Rumanía en el segundo país más pobre de Europa”.

En ese sentido, la obra se plantea como un viaje al desencanto, pero que, comenzando en el drama, incluso en la tragedia, “va creciendo hacia la comedia”, apunta Nagore Navarro, coprotagonista y ayudante de dirección. Y es que, pese a todo lo vivido, el rumano es “un pueblo luminoso con tendencia al optimismo”, agrega Ramón Barea, que incide en lo “desconocido” que es este país, siempre asociado a clichés “como el acordeonista en la terraza o el limpiacristales”. Cuando la realidad es que, aunque “es cierto que hay muchas mujeres rumanas ejerciendo la prostitución y otros empleos precarios para sobrevivir”, es “un país con muchos escritores, intelectuales y cineastas que ganan premios en los festivales más importantes del mundo”. 

El montaje, muy colorista, mezcla hechos reales con ficción. Hodei Torres

Imágenes reales

¿Quién nos disparó? se cuenta a partir del encuentro entre una abuela que, en sus últimos días, quiere dejar a su nieto el legado de su familia. “Nos colocamos en el papel de él, de Alexandru, al que su abuelo siempre animó a no esconderse”. “Di que eres rumano y cómo te llamas, le decía", comenta Barea.

Así, y aunque se trata de una ficción, “con muchos momentos divertidos”, la obra contiene varios elementos de carácter documental, como imágenes reales de Ceausescu, tanto de su régimen déspota como de su truculenta ejecución. También grabaciones domésticas en Súper 8 de la familia del dramaturgo, al que el elenco tuvo a “nuestra disposición durante el proceso de creación del montaje”, comparte Nagore Navarro, que incide en que, pese a lo dramático de las situaciones que se narran, este es un espectáculo “colorista” que refleja el carácter de una gente “llena de vitalidad y de ganas de celebrar”.

Otra escena del espectáculo. Hodei Torres

Esta esencia se plasma, asimismo, en los estampados que se han usado en el vestuario y en la escenografía, así como en un elemento, las bolsas de colores, que las mujeres llevan a todas partes y sirven para todo. “Alexandru nos habló mucho de este detalle, de cómo las usaban para guardar cola para acceder a los alimentos durante la dictadura y para muchas otras cosas”, indica Barea, que a pesar de que la obra se detiene en la pandemia, no puede evitar pensar en que un ultra acaba de ganar la primera ronda de las elecciones presidenciales en Rumanía. “Ya es lo que les faltaba” a los que, como dice Alexandru Stanciu en el texto, “tuvieron casa y no pudieron vivir en ella”.