"Somos un grupo de actores representando un juego vertiginoso de escenas". Así define el actor y director teatral Ramón Barea La lucha por la vida, adaptación de la trilogía La busca, Mala hierba y Aurora roja, de Pío Baroja, que, con dos horas de duración (más intermedio), se representará este domingo, 21 de abril, a partir de las 18.00 horas en el Teatro Gayarre. "Estamos en deuda con él. Baroja es ese gran conocido desconocido con el que se funciona a base de clichés en lugar de valorar su gran obra", agrega.

Barea se refiere al centenar de personajes que interpretan las/os 8 intérpretes que suben a las tablas al escritor donostiarra. Apenas un cambio de ropa, de tono o de vocabulario sirven para la transformación. Se trata, pues, de un proyecto de una dimensión "indescriptible", en palabras de Grego Navarro, directora del Gayarre, para quien esta propuesta "es muy importante" y proporcionará "una buena tarde de teatro" este próximo domingo.

Una adaptación "difícil"

Producida por el Teatro Arriaga de Bilbao en colaboración con el Teatro Español de Madrid, fue el director artístico del primero, Calixto Bieito, quien planteó el reto. "Nos habló de que, en los años 70, se había llevado a escena El horroroso crimen de Peñaranda del Campo, de Pío Baroja, y nos propuso montar algo con textos no representados. Al principio pensamos en quedarnos solo La busca, pero nos parecía que la historia se quedaba incompleta", señala Barea. La adaptación de las tres novelas ha exigido muchísimo trabajo por parte del director y de José Ramón Fernández. "En la primera versión le salieron 500 páginas, así que, poco a poco, fuimos escogiendo y compactando a ver qué nos servía y qué no. Aquí no está todo lo que aparece en la trilogía, pero todo lo que subimos a escena es de Baroja". Lo más "difícil" ha sido "desprenderse de personajes y situaciones", pero "era imposible meterlo todo", continúa el bilbaíno.

"Nunca se le perdonó que no se afiliara a ningún bando; era un escritor libre, independiente"

Ramón Barea - Actor y director de 'La lucha por la vida'

La música y el espacio sonoro, creados por Adrián García de los Ojos, "ayuda mucho", dice la actriz Itziar Lazkano. "Acompaña, sitúa, y las proyecciones, que son pocas, también". Pero las esencias de este montaje son el texto y las interpretaciones. La escenografía y el vestuario son sobrios, muy sencillos, porque, como decía el propio Baroja y recuerda Barea, con un buen texto podrían salir los actores en camiseta y no pasaría nada. Este es el caso, de ahí también la estética en blanco y negro con dos excepciones: la bufanda roja que porta Barea cuando da vida al escritor, y la ropa de Manuel Alcázar.

Recorrido vital de un héroe amoral

La lucha por la vida cuenta la historia de Manuel Alcázar y  desde su llegada a Madrid hasta su inserción en la sociedad como obrero adulto primero y como industrial, después. Cada una de las tres novelas del autor vasco, que escribió estos textos a los 30 años, comprende una de las fases de la vida del muchacho, el largo y adverso proceso por el que pasa hasta hacerse un sitio en la sociedad.

No es un héroe romántico, sino un tipo que despierta curiosidad y que sabes que no va a tener un finaz feliz, seguramente por el descreimiento de Baroja”, comenta Barea. Este héroe amoral, más que inmoral, es el protagonista de una historia repleto de personajes y en la que la auténtica heroína es Salvadora, una joven a la que recogieron cuando, de cría, vivía bajo una escalera y que acaba siendo la persona más cabal de las que aparecen. “Ahí está la esperanza que deja Baroja al decirnos que una persona sensata puede contribuir a cambiar las cosas", sigue el director.

Este personaje femenino da pie para hablar de las acusaciones de misoginia que siempre ha recibido Pío Baroja y que, a juicio de Barea y Lazkano, no parecen acertadas. Además de Salvadora y otras mujeres, en estas tres novelas "aparecen muchas prostitutas, y no se ríe de ellas ni las retrata como se hacía en la época". "Él tiene una mirada especial hacia ellas y nos las muestra inmersas en una España en la que el analfabetismo era enorme y era frecuente el intercambio de favores sexuales a cambio simplemente de vivir". Por supuesto, "no es que se pueda decir que era feminista, pero sí que tenía una mirada diferente sobre las mujeres", defiende el director. Y Lazkano confiesa que eso es "lo que más me ha sorprendido", su "parte humana", cómo es capaz de hablar de estos personajes femenino "usando un lenguaje bello, pero a la vez accesible".

"En esta autocensura en la que vivimos ahora, quizá tendríamos que haber quitado algunos pasajes, como se dice que uno le está pegando a su madre o cuando se apoda a una mujer La fea", abunda Barea, y la actriz coincide en que, con todos estos elementos, Baroja "nos da muchas pistas de cómo era la sociedad de ese momento". "Era un autor muy moderno para su tiempo, ya en estos textos critica los toros y el maltrato a las mujeres y a los niños", apostilla Lazkano, que reconoce que sus compañeros de elenco y ella tienen que hacer en cada función "un ejercicio de concentración muy grande, porque a veces cambias en segundos y pasas de ser una mujer a ser un hombre o un niño". Todo va "muy rápido" y "cada uno de nosotros interpretamos a 13 o 14 personajes; es muy exigente, pero también disfrutamos".

Resonancias con Valle-Inclán

Siguiendo con los juicios y prejuicios en torno al escritor que vivió parte de su infancia en Pamplona, Ramón Barea tiene claro que "no se le perdonó que no se afiliara a ningún bando". Era un "escritor libre, independiente" y con "discursos muy actuales" y su estilo "sencillo" y "llano" es, seguramente, "lo que lo hace más contemporáneo". Tanto es así, añade Barea, que "no hemos tenido que hacer ninguna actualización en el texto".

El director de escena también cree que la modernidad de Baroja reside en que ya una década antes de que Valle-Inclán, con el que mantenía una estrecha amistad, publicara Luces de bohemia, considerada como la obra fundacional del esperpento, él ya se había adentrado en la tragedia grotesca, en la deformación de la realidad", de manera que "juega con la realidad e inventa a partir de ella". Así que sus historias "no son serias y realistas", más que nada porque "él tampoco lo era". "Si preguntas a la familia, siempre contestan que el más divertido, con mucha diferencia, era Pío", relata, y comenta que en La lucha por la vida, como en sus novelas, hay géneros populares como la zarzuela, el vodevil, el melodrama, la jerga... "Era su forma de reflejar la calle", subraya Barea, que también ve a Brecht en esta historia. Y no solo porque hay momentos en los que los actores se dirigen al público, sino porque él mismo se introduce en sus novelas como observador, "lo que nos llevó a convertirlo en personaje y subirlo al escenario", en este caso, en la piel del veterano actor y director vasco.

En cualquier caso, el objetivo final de la propuesta que llegará el domingo al Gayarre es que las personas "se reencuentren con Baroja, vuelvan a leerlo" y, de paso, se le conozca un poco mejor.

Escena de 'La lucha por la vida'. Cedida