En la casa de Ane Sagüés Abad (Etxauri, 1998) se respiraba teatro; de ahí que 27 años después de su nacimiento haya recibido el Premio a la Promoción del Talento Artístico por una corta –pero intensa– trayectoria de compromiso con las artes escénicas y el teatro. Y, en especial, por sus iniciativas disruptivas en este ámbito, su creatividad y su mirada vanguardista que rompe con los elementos ordinarios de la vida.
De esta forma, el patio isabelino del INAP recibió este miércoles la sexta edición de los premios Proart, un galardón que tiene como objetivo visibilizar e impulsar el talento emergente de Navarra y, en palabras de Rebeca Esnaola, consejera de Cultura, Turismo y Deporte, “una muestra de confianza y agradecimiento a la juventud para que se motiven y desarrollen sus proyectos artísticos”. Y, en esta ocasión, la condecoración recayó sobre una mujer polifacética –actriz, escenógrafa, dramaturga y concitadora teatral–, heredera del legado de sus padres, Ángel Sagüés y Asun Abad.
Durante el acto, al que asistieron representantes de las diferentes instituciones navarras como María Chivite, presidenta del Gobierno de Navarra; Unai Hualde, presidente del Parlamento, o Rebeca Esnaola, destacaron el recorrido de la premiada, quien, además de “haber mamado el teatro” –como dijo Chivite– desde pequeña, inició su carrera como actriz con 14 años en la compañía Atikus. Después, entre 2016 y 2020 recibió una beca del Gobierno foral para formarse en el Laboratorio Teatral y, en 2022, fundó en la Comunidad Foral Las Nenas Theatre, su compañía teatral junto con su amiga Cristina Tomás.
A través de este grupo pretendía generar nuevos lenguajes escénicos, distintos a los que se ven de forma usual en las escuelas. Y, por esta razón, desarrolló su primer trabajo, Ramos y Gramos, con el que ganó el primer premio en Encuentros de Arte Joven. Actualmente, cuenta con el proyecto Torcidxs, una obra que reflexiona en torno a la identidad, el cuerpo, la dictadura de la imagen y las expectativas propias y ajenas.
Una artista valiente
La presidenta, durante su intervención, describió a Sagüés como una persona “disruptiva, rompedora, emergente, consciente, transgresora, alternativa…”, pero sobre todo “valiente” porque no solo utiliza el teatro como un medio de expresión artística, sino que lo entiende como un altavoz de denuncia sobre la identidad, la dictadura de la imagen, la cultura del esfuerzo o los cuerpos.
De hecho, le agradeció que se haya permitido ser alguien “poco convencional” porque es complicado encontrar una fórmula teatral en la que resuene la violencia, la política o la denuncia. De hecho, aseguró que es un mensaje que le resuena y que, sobre todo, manifiesta “un compromiso sincero con el mundo que te rodea. De tu trabajo me interesa mucho la parte artística porque es novedosa y fresca, pero sobre todo me resuena muy fuerte la parte del mensaje. Tu voz personal. Un posicionamiento político evidente y sin tapujos. Más allá del aplauso, tu obra me sugiere un hondo respeto porque en la sociedad de la comunicación expresar ideas propias es un acto de coraje”, finalizó.
“Viva el puterío”
Por su parte, Ane Sagüés, mostró que las cualidades escénicas las lleva en la sangre. Tras recibir el premio, lo dejó en la mesa junto con su bolso, sacó el teléfono móvil “por si acaso se me olvida lo que tengo que decir” y mencionó que el escenario en el que se encontraba combinaba los “sueños raros en los que mezclas a gente de todo tipo” y aquel día que, junto con su amiga Cristina, se imaginó su funeral.
“Me lo imaginaba como un día en el que todo giraba en torno a mí y era la protagonista. Un poco como ahora, aunque falta gente; en concreto, Lady Gaga, pero os lo perdono”, dijo.
Y comenzó a dar las gracias a todas las personas que redactaron una carta de recomendación para que ella obtuviera este galardón, a las personas con las que trabaja, las que le animaron a seguir –entre medias, paró porque se le empezaba a entrecortar la voz: “Hostia, no me puedo emocionar ahora porque todavía queda mucho por decir”–, a sus amigas, a sus padres, a sus tíos y demás familiares. Y, en especial, a ella misma porque, aunque a veces “me broto y me disocio, después lo utilizo, le saco algo de chispa y lo consigo transformar en arte”, declaró.
En ese sentido, mencionó que muchas veces su esfuerzo es una cuestión de cabezonería, de querer sacar adelante los proyectos que tiene. “Para mí, lo más importante es dar trabajo a mis amigas y trabajar con ellas porque es muy especial, aunque mi psicóloga me dice que reflexione sobre esto porque es un poco red flag, pero ya estoy comprobando que lo que te hace mal, lo puedes aprovechar y convertir en algo. Y... mira, luego a lo mejor te dan un premio”, mencionó entre risas.
De esta forma, puso en valor las cuestiones vitales incómodas porque “eso me ha llevado a poder adentrarme en temáticas dolorosas y profundas con las que he podido expresarme con mi violencia, con mi agresividad, con mi dulzura, etc.”.
De hecho, confesó que muchas veces no ha encajado con el mundo, pero eso fue, precisamente, lo que le condujo a crear desde “la libertad, la rebeldía y el capricho. Siempre haré teatro desde la denuncia, desde lo político y con la mente abierta porque es lo que me ha demostrado que podemos hacer las cosas mal, pero después nos sale genial”.
Y, después de recibir el aplauso de los asistentes, concluyó diciendo: “Que viva el puterío, la fantasía, lo incómodo y lo violento. Y a no encajar, que eso nos hace divinas”.