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"Entendemos la cultura como una forma de reivindicar justicia social, belleza y dignidad"

Ambos cineastas recibirán en Olite el próximo sábado, 14 de junio, el Premio Príncipe de Viana de la Cultura 2025

"Entendemos la cultura como una forma de reivindicar justicia social, belleza y dignidad"Javier Bergasa

En su casa de Unciti se respira paz. Apenas los cantos de los pájaros rompen un silencio que se alía con el paisaje para componer una estampa sosegada y seductora. Con tres Premios Goya en su haber, Raúl de la Fuente (Pamplona, 1974) y Amaia Remírez (Pamplona, 1982) sienten el Príncipe de Viana como algo diferente. “Grande”. Como un reconocimiento que viene desde las y los profesionales que se dedican al sector en Navarra, con quienes quieren compartir el honor. Y como un estímulo para seguir apostando por un cine que nace en lo local, pero aspira a resonar en todo el mundo.

Pasados unos días del anuncio del premio, ¿ya lo han asimilado? 

–AMAIA REMÍREZ: Honestamente, yo aun lo estoy asimilando. Me pasa que me impresiona más que otros premios que hemos recibido porque esos han sido por obras concretas y han coincidido con producciones de otras personas con las que compartes espacios, pero esto es diferente. Esto es a una carrera y a una forma de trabajar que, de alguna manera, ha inspirado a otros compañeros y compañeras. En ese sentido, me parece un premio muy grande. Me ha sorprendido mucho.

–RAÚL DE LA FUENTE: A mí me ha impresionado mucho y me produce respeto y responsabilidad.

¿Qué pensaron cuando desde Napar les dijeron que les iban a presentar como candidatos? 

-AMAIA: Al principio, dudamos e Iñaki (Alforja) nos tuvo que convencer. Y lo hizo con los argumentos que esgrimió en la reunión de Consejo y haciéndonos ver hasta dónde habíamos llegado saliendo de un sitio muy pequeño y que siempre procuramos hacer las cosas bien, de principio a fin, mimando mucho cada fase del proceso. Y no nos sonó mal (ríe). Además, nos pareció que, total, era muy difícil que saliéramos elegidos...

–RAÚL: También nos pareció mal negarnos porque quienes nos propusieron eran otros cineastas, profesionales de la comunicación, del audiovisual, y había sido por consenso. Eso ya fue un aval para nosotros. Nos hizo mucha ilusión ver cómo los compañeros nos eligieron para representar a esta profesión de titiriteros funambulistas circenses que siempre seremos.

En los últimos años, el Premio Príncipe de Viana ha girado un poco y, aunque se sigue reconociendo a profesionales con una importante trayectoria por detrás, también se valora mucho la carrera que aun tienen por delante. Son los casos de Dolores Redondo, Alfredo Sanzol.

–RAÚL: Sí, y eso también nos sorprendió. Anteriormente, este tipo de premios se daban por toda una trayectoria a gente que había vivido ya casi toda su vida, y, claro, nosotros no nos sentimos así. Nuestra vida, tanto la personal como la profesional, no está llegando a su fin (ríe).

AMAIA: –A mí me ha hecho especial ilusión que se reconozca nuestro cine como cultura, esa palabra tan importante. Creo que quiero hablar de algo de esto en el discurso. Hay gente que se ha interesado por un tipo de historias y de temáticas por nuestras películas, y eso sí me causa mucho orgullo.

En tiempos de plataformas de streaming y de consumo audiovisual rápido, no está nada mal.

–AMAIA: Sí, a eso me refiero.

–RAÚL: Ojo, que también hemos trabajado y trabajaremos para plataformas. Era el objetivo que teníamos con Los Williams y lo cumplimos. Nuestro interés siempre es llegar a un público lo más amplio posible y con este proyecto lo logramos. Fue bonito, me hace muchísima ilusión que la película la pueda ver tanta gente; pero ahora mismo no sé si seguiremos ese camino o no.

"Nuestros trabajos no son sofisticados ni complicados, sino que pretenden ser muy humanos, cercanos y, a la vez, universales"

Amaia Remírez . Cineasta

Claro, si no hacen un cine estrictamente comercial, será difícil acceder a esos canales.

–RAÚL: Sí, es bien complicado acceder a las plataformas. De todos modos, ya digo que nuestra idea no es hacer solo proyectos para plataformas. Este tenía ese objetivo, apenas pasó por festivales, pero, por ejemplo, nuestra nueva historia no va por ahí.

Apuntaba Amaia que está pensando en lo que quiere decir el 14 de junio en Olite. ¿Qué es eso de lo que no se quieren olvidar?

–AMAIA: Hay una cita de Paulo Freire a la que le estoy dando vueltas y que dice: “La cultura no pertenece a las élites, aunque solo unos pocos lo sepan”. Creo que estas palabras definen lo que hacemos. Nuestros trabajos no son sofisticados ni complicados, sino que pretenden ser muy humanos, cercanos y, a la vez, universales. En el discurso también me gustaría agradecer a mi padre y a mi madre, porque la curiosidad por leer, por ver películas, por informarme y ver mundo la recibí en casa. Y yo espero poder hacer lo mismo con nuestros hijos. Además, tengo que decir que estoy muy agradecida de haber tenido la oportunidad de empezar a trabajar con Raúl.

–RAÚL: Lo bueno que tiene esta profesión es que puedo compartirla con una persona tan importante en mi vida como es Amaia, que es mi pareja, la madre de mis hijos y mi socia creativa y profesional. Yo lo veo como un privilegio. Y como dice ella, cada proceso de creación y de colaboración entre nosotros es distinto. Este oficio no está serializado y cada proyecto exige cosas diferentes que a veces dependen de la suerte, de la emoción, de la casualidad, de la inspiración... Y del momento de la magia.

¿A qué se refiere?

– RAÚL: A esos momentos que no me gustaría perder nunca. Por ejemplo, esta semana me he venido a Unciti a encerrarme solo, sin Amaia y sin los críos, para montar obsesivamente la nueva película. Eso de llegar al extremo, de estar abierto a lo que suceda y de darle la vuelta a la película para encontrar su alma es los que buscamos con cada propuesta. Me parece que es una forma artística de trabajar.

En todos estos años han creado una carrera profesional juntos, pero también una pareja y una familia. ¿Cómo lo han hecho? ¿Han hecho muchos malabares?

–AMAIA: Todos. Eso de la conciliación no existe. Lo que le das a una faceta de tu vida se lo quitas a otra. Y aun más si hay crianza y trabajo a la vez. Si te vuelcas en una una, te quedas coja en la otra y al revés. Personal y profesionalmente, ha supuesto mucho sacrificio. Hemos hablado muchas veces entre nosotros de los momentos que podían haber sido de disfrute y en los que, sin embargo, hemos estado currando mucho, mucho, mucho. 

–RAÚL: Y aunque hemos contado con muchísima ayuda por parte de nuestra familia, sí que sentimos que hemos que hemos entregado al cine una parte muy importante de nuestra juventud y nuestra vida. Lo digo sin ningún reproche, porque, aunque hemos trabajo miles de horas y muchos fines de semana, yo no sé funcionar si no me obsesiono con el proyecto con el que estoy en cada momento. Y tengo que reconocer que en estos años no ha habido un reparto igualitario o equilibrado de las facetas. Los dos hemos sacrificado mucho, pero Amaia más.

"Al tener un hijo y una hija, quien más ha renunciado a la profesión que tenemos en común es Amaia. Por eso ahora estamos con la ilusión de recuperar tiempo y espacio"

Raúl de la Fuente . Cineasta

¿Por la maternidad y la crianza?

–Sí. Al tener un hijo y una hija, quien más ha renunciado a la profesión que tenemos en común es Amaia. Yo he seguido viajando más o menos igual, por eso digo que hay que reconocerlo y dar todo el mérito que merecen a las madres. Ahora, eso sí, estamos con la ilusión de recuperar tiempo y espacio.

–AMAIA: En los últimos años, cuando hablábamos de proyectos nuevos y yo veía que no iba a poder viajar o a involucrarme al cien por cien, me costaba que me apeteciera hacerlos. Pero ahora ya sí.

-RAÚL: Es un poco como cerrar el círculo, como volver a los orígenes, a cuando éramos jóvenes y podíamos rodar juntos. Nos emocionaba compartir los viajes, las grabaciones, los montajes... Y que, de alguna manera, este premio, el más importante de la cultura en Navarra, sirva para poner un punto y seguido a nuestra carrera conjunta y volvamos a hacer películas maravillosas juntos como antes.

De uno de esos viajes, concretamente del que Raúl hizo a Nueva Caledonia para filmar una parte de Nömadak Tx, surgió el nombre de Kanaki, que quiere decir “ser humano”. Parece que contiene en una sola palabra el propósito de su cine.

–RAÚL: Al principio me gustó por su sonoridad, pero, claro, lo que significa es lo más interesante, porque representaba perfectamente lo que queríamos hacer, que es mostrar al ser humano en condiciones extremas. Me traje la palabra de aquel viaje que hice con los Oreka Tx para rodar mi primera película como director, se la comenté a Amaia y nos gustó como nombre de nuestra productora.

¿Por qué ese interés por el ser humano?

–RAUL: Siempre me han interesado la justicia social, el equilibrio y la armonía entre los seres humanos, y los movimientos revolucionarios y progresistas que luchan por mejorar las condiciones de vida del pueblo. Y como creo que existe una descompensación absoluta hacia posturas neoliberales que desprecian al ser humano, he tratado de viajar a lugares en los que he encontrado a gente peleando por ese tipo de objetivos. Me atrae todo lo que es progreso, libertad, lucha, valor y resistencia, elementos que hoy en día son difíciles de encontrar y que encarnan personas como Pepe Mujica, por ejemplo. Tristemente, cada vez nos quedan menos referentes como él.

–AMAIA: Por eso decía antes que la cultura no es para las élites. Como dice Raúl, para nosotros, la cultura es una forma de reivindicar justicia social, belleza y dignidad. Esto me trae a la cabeza la primera entrevista que hice. Fue a Pablo Antoñana, casualmente, otro premiado con el Príncipe de Viana, que me contó que como desde pequeño siempre estaba protestando contra la injusticia, le pusieron el apodo de ‘pueblo oprimido’. 

Esa intención de visibilizar las injusticias y la situación en la que viven tantas personas en el mundo no les ha impedido hacer trabajos con los que experimentar distintas cuestiones artísticas.

–RAÚL: Claro, siempre hemos tenido muy presente la búsqueda de la belleza. La cámara no miente y siempre detecta dónde está la magia, el arte. Eso es algo que también me fascina de esta profesión. En mi caso, esa atracción siempre ha tenido que ver sobre todo con la música. Quizá porque soy un músico frustrado, pero en los rodajes intento propiciar situaciones que me lleven al disfrute personal, como esa canción de Bozo Breco en la azotea de un edificio en el atardecer de Sarajevo... Siempre estaré abierto a rodar con músicos, y, de hecho, cuando me encierro en la sala de montaje, me gusta volverme loco con la sonoridad y el ritmo de las películas. Y suelo encontrar perlas cuando, una vez que la he terminado, las escucho con los ojos cerrados. Hay un músico sin el cual nuestra carrera no sería la misma, y es Mikel Salas. Ha sido y sigue siendo crucial en nuestro trabajo. Igual que Natxo Leuza en otras facetas.

Sé que será tan difícil como que les pida elegir entre sus hijos, pero ¿cuál dirían que es su película favorita de las que han hecho hasta ahora?

–RAÚL: Justo hoy lo hablaba con Amaia y decíamos que Minerita y Un día más con vida. Recuerdo que, montando el cortometraje, de pronto se mezclaron una imagen y un sonido que no tenían nada que ver y que ahí saltó la magia. A mí me gusta mucho ir a la contra, buscar el contrapunto o el ritmo cambiado. Desde ahí puedes alcanzar posiciones artísticas arriesgadas, salvajes y un poco desvirtuadas. Creo que hay que hallar esa línea roja entre lo obsceno y lo brillante, ese límite entre quemarse o salir con vida.

En su candidatura al premio también se destacó la capacidad que han tenido para abrir camino a otros, por ejemplo lanzándose a la coproducción internacional.

–AMAIA: Recuerdo que, una vez en Valencia, un director y una productora muy buenos con los que ya habíamos coincidido me dijeron que cuando hicimos Un día más con vida, nadie estaba haciendo algo así y que no parecía cine español. Y pienso que dar el paso a la coproducción internacional y, además, a esa escala, fue muy novedoso y a la vez muy osado por nuestra parte. Decidimos que para sacar adelante la película hacían falta muchos socios de distintos países y nos pusimos a buscarlos. Nos lo creímos desde el principio hasta el final.

¿En qué momento de su carrera dirían que están? ¿Tienen que empezar de cero con cada proyecto el nombre de Kanaki les abre puertas?

–AMAIA: El nombre es conocido, pero siento que en cada película nos tenemos que reinventar. 

–RAÚL: El nombre ayuda un poco, pero no financia las películas.

–AMAIA: No sé en qué momento estamos, lo único que tenemos claro es que nos apetece hacer algo que deseemos los dos, algo que nos convenza por igual, como hicimos con Una día más con vida. Y no tener que estar compatibilizando varios proyectos a la vez sin poder darles el cien por cien a ninguno de ellos. Eso es muy duro para nosotros y para los proyectos.

Ahora están con una película sobre el duro proceso de reconciliación en Colombia, un tema del que aquí, en esta tierra, también sabemos algo.

–RAÚL: Y por eso me ha gustado mucho hacerla, porque realmente sentía que, de alguna manera, el conflicto vasco, resonaba en todas las historias de torturas, daños, terror y dolor que hemos grabado. Allí, en Colombia, lo sucedido en 60 años es mucho más grande. Cada familia tiene alguien implicado en lo sucedido y el perdón es mucho más complejo.

–AMAIA: Claro, es que hemos hablado con militares que torturaron o con asesinos de hijos de padres que también prestan su testimonio en el documental. Con víctimas y victimarios. Hay una persona que dice que matar a una persona no solo es acabar con ella, sino también terminar con una familia, una comunidad, un territorio... Y la respuesta que estamos encontrando en el diálogo entre tantas personas la lidera una juez indígena, la primera que hubo en Colombia y que ahora es magistrada en la jurisdicción especial para la paz. Ella procede de un pueblo originario de Sierra Nevada y, en este tema, apuesta por volver a la ley de origen, que no consiste en inventarse nada, sino en restaurar la armonía y en darnos cuenta de que las personas no somos el centro de todo, sino una parte más del universo.

Después de todos estos años acercándonos historias que suceden en los márgenes o de las que apenas se habla, ¿cómo dirían que les han cambiado como personas? 

–RAÚL: Yo reconozco etapas de mi vida en función del proyecto que estábamos haciendo en ese momento. Además de eso, trabajar en estas historias nos ha permitido crear una red de gente con la que sigues vinculado de alguna manera, a la que tratas de ayudar una vez finalizas la película. Te conviertes un poco en el amigo, en el tío, y echas una mano siempre que puedes.

–AMAIA: Sí, hemos ido creando una red que abarca a muchas personas en muchos países, pero es complicado, porque, al fin y al cabo, nosotros estamos aquí y ellas viven en situaciones muy complicadas que les pueden hacer caer en la exclusión de nuevo. Con el tiempo también hemos entendido que lo mejor que nosotros podemos hacer es contar sus historias y ser muy, muy honestos con ellos y con lo que hacemos luego con ellas.