El artista y escritor Txomin Badiola, referente internacional del arte plástico español y que acaba de publicar la novela Mamuk, considera que son el espectador o el lector quienes “dan sentido a la obra artística o a la novela”. En una entrevista con Efe, Badiola señala que cuando a algún escritor le preguntan de qué va su obra, es imposible de explicar, porque “las obras tratan de algo que uno no tiene ni idea, y la única certidumbre es que será el lector o el espectador el que al relacionarse con esa forma va a producir ese algo”.
Y añade con firmeza: “Siempre he pensado que es el espectador o el lector al final quienes dan sentido a la obra, porque la obra en sí misma no es más que un campo de especulación para el que la observa”.
Mamuk (Acantilado) nace, según Badiola, como cualquiera de sus creaciones, de “un sentimiento de desasosiego”, de la necesidad de comprender, y en este caso el origen de ese desasosiego tenía que ver con la vuelta a Ondarroa, después de cuarenta años, el lugar donde había pasado casi todos los veranos de su infancia.El sentimiento de desasosiego surgió, relata Badiola, de sentirse “completamente ajeno, de un enajenamiento, que contrasta con un entorno conocido”.Dentro del paisaje construido de Ondarroa, destaca la iglesia fortaleza tardogótica, situada sobre una mole, a modo de rompeolas, y “con un repertorio de estatuas muy particulares”.
La novela se mueve en un doble plano temporal: A finales del siglo XV, Béranger de Bourgogne recibe el encargo de proseguir la construcción de una iglesia en una próspera villa de la costa de Vizcaya tras el repentino fallecimiento del anterior maestro de obras y su plan incluye una misteriosa decoración con relieves y monstruosas figuras, símbolo de la pugna entre el bien y el mal, que los lugareños pronto bautizarán como mamuk, ‘fantasmas’”.
Iglesia de Santa María de Ondarroa
El relato de este proyecto se entrevera con el presente, construyendo un diálogo a través del tiempo, con la iglesia de Santa María de Ondarroa como testigo del devenir de los seres humanos. Badiola se sirve de sus personajes para explorar los conflictos sociales de ayer y hoy, así como el papel del arte y la religión.
En Santa María de Ondarroa, comenta Badiola, “además de las clásicas gárgolas del gótico, hay una serie de personajes, casi retratos, en el que aparecen burgueses, cortesanos, todos alrededor del rey y la reina, a los que se llama mamuks, fantasmas, espectros con los que se asustaban a los niños cuando se portaban mal”.
Por otro lado, eso se relaciona con una historia más contemporánea, un personaje innominado, Él, “un artista que intenta tratar con sus propios fantasmas y lo hace a partir de unos recorridos por la villa de manera voyeurista y a partir de conversaciones con gente que no es del pueblo”.
En esas conversaciones evoca sus experiencias como artista en ciudades como Londres, Nueva York, Barcelona, Madrid y afloran todos los fantasmas que sobrevuelan. Confiesa Badiola que ese personaje tiene bastante del autor, porque “los personajes son como hijos que comparten el ADN y experiencias, pero no son lo mismo, a partir de un punto tienen vida propia”.
Entiende el autor que hay muchos puntos en común entre su práctica artística y literaria: “Comencé a trabajar en arte clásico a finales de los 70 y entonces mis intereses discursivos tenían que ver con las teorías del lenguaje, la deconstrucción, cuyo campo de experimentación solía ser la literatura”.