Ramoncín: “Un artista tiene que ser controvertido, tiene que agitar a la gente”
A estas alturas, pocas presentaciones necesita Ramoncín, un artista que siempre ha mantenido una relación especial con el público navarro. Este viernes repasará su carrera en Zentral
Otra vez en Pamplona, una plaza fuerte para Ramoncín…
–Pues sí, otra vez en Pamplona. La verdad es que tengo muy buena relación con esa ciudad, tengo amigos y tengo gente aquí. También hay público que se desplaza de un lado a otro, pero hay una base de que está ahí y que parece que va a estar siempre. También viene gente más joven, así que es maravilloso.
La última vez que vino se cumplían cuarenta años del disco que grabó en directo en el Anaitasuna. ¿Por qué decidió grabarlo en Pamplona, entre los cientos de conciertos que hizo en aquellos años?
–Teníamos que elegir un sitio porque, entonces, Televisión Española, que era la única que había, grababa conciertos. Mandaban un camión de televisión con cámaras y todo lo necesario para hacerlo. Nos pareció que era un sitio estupendo y un momento ideal. Llevamos de invitados a Barricada, que entonces estaban empezando, no les conocía prácticamente nadie más allá de la Txantrea. Fue un concierto larguísimo, ellos tuvieron su concierto y luego ya salimos nosotros.
Hay que recordar que en aquellos años Ramoncín era, muy posiblemente, el artista de rock más popular del país. ¿Cómo fue su relación con la fama?
–La fama me persiguió desde el primer minuto de mi oficio. Recuerdo perfectamente la primera vez que alguien me reconoció. No había salido aún en la tele, pero había dado ya un par de conciertos estando en la mili, escapándome para tocar. Iba en el metro de Madrid, vestido de militar, y un tipo me paró y me dijo: “Hostia, Ramoncín”. Después de eso, salir en la tele, en el 78, cantando Marica de terciopelo, con un rombo en un ojo, y dedicándole la canción “a todos los presos que aún tenéis en la cárcel”… era someterse a mucho. De allí nos fuimos a unos conciertos que hice en París. Volvimos a España una semana más tarde y vimos en los kioscos que yo estaba en todas las portadas. En una revista, alguien había dibujado una viñeta que se titulaba la polla de Ramoncín, y era un pene con un imperdible. Fue una locura, una auténtica locura.
¿Y cómo lo asimiló?
–Ahí te planteas cómo vas a afrontarlo. Te puedes disfrazar, ir con guardaespaldas, no salir a la calle… Yo tomé la decisión de salir a la calle. La gente de barrio somos así, las cosas las hacemos como hay que hacerlas. Cuando volvíamos de Francia, llegamos al País Vasco, y entramos en un asador que estaba a reventar de gente. Imagínate todo el ruido que había; bueno, pues entré yo y en ese momento se produjo un silencio absoluto. Todo el mundo volvió la cabeza y yo entré de manera normal. Al momento todo el mundo se volvió hacia sus platos y yo seguí hablando como si nada. Nunca me ha agobiado la fama, lo que sí me ha molestado es cuando alguien me ve como un famoso. Cuando alguien dice: “Hombre, un famoso”, esta persona no me interesa, porque a esta persona le da lo mismo que sea famoso por estar en una casa haciendo un reality, por haber cometido un delito o por haber grabado un disco. Yo he sido famoso por mi trabajo y por las cosas que he ido haciendo a lo largo de mi vida
¿No le agobia que todo el mundo le reconozca?
–No me agobia demasiado. Es una putada, te condiciona en muchas cosas, pero decidí estar en la calle, ya está. Un muy buen amigo mío del barrio que ya no está, Vicente Serna de León, el Serni, me dijo una vez: “Un gilipollas nunca se recupera de un éxito, pero una persona inteligente siempre sabrá salir de un fracaso”. Le agradeceré esa frase toda la vida.
Aquellos años ochenta de los que hablamos, ¿están hoy un poco idealizados?
–Creo que sí, hay mucha idealización. Se fue muy injusto con los setenta, aquellas bandas maravillosas, Bravos, Brincos, Canarios, Pop Tops, Lone Star, Salvajes… Ahí había unos niveles de calidad altísimos, mucho mayores que los de casi todo lo que ocurrió en los ochenta. Pero lo que perduran son las canciones. Tú pones en una fiesta Litros de alcohol y la va a cantar todo el mundo, niños, mujeres y ancianos. De todas formas, siempre he dicho que yo no pertenezco a la movida, no tengo nada que ver. Cuando se inventa la movida en el 83 ya había grabado cuatro discos, o sea que estoy en otra cosa.
Algo de lo que se habla mucho: ¿tenían los artistas más libertad en 1985 que en 2025?
–No lo sé. Desde luego, lo que no me aplico nunca es la autocensura. Un artista tiene que ser controvertido. Esto de yo le gusto a todo el mundo… Si le gustas a todo el mundo, la has cagado. En un momento dado puede haber algo tuyo que le guste a todo el mundo, pero tú tienes que ser controvertido. Un artista tiene que agitar a la gente, tiene que provocar un rechazo en una gente determinada. Seguro que cuando salí en aquel programa del 2x2, cantando Marica de terciopelo, con el rombo en el ojo y hablando de los presos políticos, en una familia, el abuelo diría que me tenían que fusilar o echarme de España, el padre pensaría que a dónde íbamos a llegar, y el hijo querría ser cómo yo. Esa es la clave, eso es lo que tiene que pasar con un artista en 1985 y en 2025. Si había más libertad en el 85 es por la autocensura y por la censura más sofisticada que hay, que es la falta de difusión. Esto vale para la música, para el teatro, el cine, la literatura o lo que sea. En el momento en el que los grandes medios deciden no dar difusión a ciertas cosas, están censurándolas.
También están las redes sociales…
–El problema que tenemos los artistas, y sobre todo los artistas jóvenes, es que han perdido el misterio. Yo tengo poco misterio que esconder, pero el que lo tengo, lo he tenido siempre. Nadie sabe dónde vivo, con quién vivo, quiénes son mis hijos, cómo se llaman, dónde paro, cuánto dinero tengo, cuántas propiedades tengo, si es que las tengo, qué conflictos tengo, cuándo me he divorciado… He conseguido mantener todo eso en secreto. No en secreto, simplemente no le he dado importancia, es la vida de una persona normal, que es lo soy, aunque mi oficio sea subirme encima de un escenario. Con las redes sociales, la gente lo cuenta todo: dónde va, qué hace, dónde come, cuándo come… Se pierde completamente el misterio que yo creo que deben tener los artistas.
En cualquier caso, usted no se corta a la hora de opinar.
–No, yo voy a decir lo que pienso siempre, pero siempre habiéndolo pensado primero. Me puedo equivocar como cualquiera, pero yo no hablo por hablar ni digo cualquier cosa que se me ocurra. Intento estar siempre informado y saber lo que digo. Me esfuerzo en estudiar, dedico mucho tiempo a eso. Leo mucho, es importantísimo. Creo en eso: en la lectura, en la sabiduría, en que el que sabe puede, y en que si sabes y puedes, no te engañan,
Hablando de libros: ¿no ha pensando en escribir una autobiografía? Su vida ha dado para mucho…
–Sí. De hecho, ahora estamos hablando de eso con una editora que está muy interesada, pero eso requiere una dedicación absoluta. También requiere llegar a una edad, que yo ya he llegado, en la que puedes decir todo lo que ha pasado, incluso contar cosas que antes no contabas por no hacer daño a alguien. Pero creo que tengo dos biografías: una, desde que nazco hasta que salgo cantando Marica de terciopelo en la tele, y otra, desde ese momento hasta ahora. La primera me gusta mucho: mi vida, mi barrio, mi historia, mi familia, mis amigos, cómo eran las cosas, el mundo en el que viví… En esa pelea estoy. A lo mejor hago esta y luego me dejo la otra, no lo sé (risas).
¿Y para cuándo un nuevo disco? El último con canciones nuevas es de 2011…
–Tengo muchas canciones nuevas que no he publicado. ¿Por qué? Pues no lo sé, no se ha dado el momento. Ahora me apetece. Y me apetece tanto que durante esta gira vamos a ir estrenando canciones y grabando cosas. Acabo de oír la primera versión ya terminada de un tema de se llama No volarán, que lo hemos tocado varias veces, ya grabado y mezclado. No está hecho en estudio, está hecho en directo. Me apetece mucho, muchísimo. Y en eso estoy.