H ay gente que huye de la tele cada vez que ponen unos anuncios. Han decidido no malgastar su tiempo viendo spots invitándoles al consumo. De esta sangría de gente que va abandonando la televisión convencional es de la que se nutren las nuevas plataformas que cobran una pasta gansa por que puedas verla sin anuncios. Va a ser que ya valoran lo de meter algún anuncio antes o después de que hayamos visto un contenido. De hecho, en plataformas como Movistar ya lo están haciendo y eso que avisaban que era una televisión sin interrupciones. Ahora, los que han lanzado el globo sonda de meter publicidad entre la exhibición de los títulos de su catálogo son los de Netflix. Aviso a navegantes que seguramente acabará en falso ya que si este videoclub mundial mete publicidad, lo más fácil es que buena parte de los 140 millones de clientes con los que cuenta en todo el mundo salgan de estampida; habida cuenta de que casi todos apenas llevan el tiempo suficiente como para haberse encariñado con el invento. Digo esto apenas dos días después de que se celebrara el Día Mundial de la Publicidad. Un día señalado para todos los medios de comunicación ya que es gracias a ella que el periodismo y el entretenimiento siguen adelante en cualquiera de sus formas y medios. Hoy, las nuevas maneras de recibir publicidad están cruzando todas las líneas rojas de nuestra intimidad. Vamos dejando tantas pistas por los medios digitales por donde pasamos -incluidas las elecciones que hacemos de películas y series en las plataformas de televisión de pago-, que somos lo que antes se llamaba un libro abierto. Saben tanto de nuestros gustos que tienen muy fácil sorprendernos con sus propuestas. En realidad somos culpables por la naturalidad con la que exhibimos nuestros gustos a quienes sabemos que venderán nuestros datos sin miramientos. Desparasitemos nuestros terminales de estos chivatos antes de que conviertan en infierno nuestras vidas predecibles.