Andrés Suárez (Ferrol, 1983) se ha pasado toda la mañana inmerso en una infinita ronda de entrevistas en Bilbao y, cuando llega el mediodía, aprovecha el parón para desahogarse con el periodista: “¡Qué ganas de tomarme un pintxo y una caña!”, clama el músico gallego antes de responder a las preguntas como un ciclón, a toda velocidad y sin pelos en la lengua. Convertido en uno de los cantautores más importantes de su generación, defiende su oficio, el del compositor melancólico y comprometido, que en determinados círculos rock a veces es visto de manera despectiva con el término ‘cansautor’. “Ojalá se llenase el mundo de ‘cansautores’, contraataca. El autor de éxitos como Será o Te doy media noche ha lanzado el libro Todavía más allá de mis canciones, en el que cuenta con una prosa poética la trastienda personal e íntima de 30 de los temas más emblemáticos de su discografía.
¿El famoso garaje de Steve Jobs fue en su caso el Café Libertad 8 de Madrid?
-Me encanta la comparación. Aquel que se considere un cantautor, y a mucha honra, le debe (le debemos) la puta vida a Julián (Herraiz) porque por Libertad 8 han pasado ya varias generaciones de músicos, empezando por Javier Krahe y llegando a Rozalén, entre otros muchos. Julián es un hombre obsesionado con la música, en el mejor sentido de la palabra. Nos ha cuidado a todos, convirtiendo este centro neurálgico de todo tipo de cultura en nuestra casa. No puedo estarle más agradecido. Cuando al principio venían a verme tocar solo cinco personas me decía que no pasaba nada, que siguiera tocando.
Ha dicho que las canciones le ayudan a mejorar o crecer, ¿pero le ha pasado alguna vez lo contrario?
-Todos tenemos experiencias que pueden ser un lastre. No hay que hacer una lectura Disney de los recuerdos negativos o aquello que se decía en la pandemia de que de esta saldremos mejores. Pero en el libro he decidido quedarme con lo bueno. En ninguna de las 30 canciones hay remordimiento u odio.
De garitos a llenazos
El 11 de mayo de 2023, en la gira de su último álbum, Viaje de ida y vuelta, Andrés Suárez actuó frente a miles de personas en el WiZink Center de Madrid. Fue la noche mágica en la que Joan Manuel Serrat subió con el musico al escenario. “Hacer un WiZink”, como se suele decir coloquialmente en el mundillo de la música, es una manera de graduarse en el pop y pasar a jugar en la liga donde solo tocan los grandes. Para un artista como Suárez, es como para no creérselo: durante años se ha pateado bares y garitos. Es un caso atípico de perseverancia en la actual industria del pop. Pese al éxito, al cantautor no se le caen los anillos por volver a actuar en locales pequeños. La semana siguiente al llenazo fueron a verle en Buenos Aires 15 personas. “Miraba al promotor y me decía: ‘Da las gracias a que hayan venido’. Claro que sí. Me da igual que vengan 15 o 15.000 a verme. Voy a darlo todo”.
“Quién nos va a devolver nuestra generación, / cómo vamos a darles un futuro mejor”. ¿Es difícil ser optimista viendo cómo están las cosas?
-Es nuestro deber y obligación, sobre todo con la que está cayendo hoy en día, que escuchamos tambores de guerra, salir a defender una palabra tan de moda como la libertad y por la que mis padres tanto lucharon. Yo prefiero dormir bien por las noches diciendo lo que pienso y defendiendo mis ideas; plantándome, por ejemplo, contra el racismo y el machismo. Somos una generación que estamos en el sofá de casa con una cerveza pidiendo hacer un revolución en X. ¿En serio? Deberíamos estar en la calle protestando y luchando, manifestándonos por causas justas. Con esta canción quería posicionarme y hablar de cosas que la gente no se atreve a decir por el virus del miedo. Yo tengo un posicionamiento político que, desde el respeto, pienso defender siempre.
Ha publicado dos libros que desmenuzan sus canciones. Es raro: normalmente los artistas prefieren no contar sus secretos, defienden eso de que la obra hable por sí sola.
-Respeto a los compañeros que dicen que una canción no debe ser contada o explicada. Mediterráneo, de Serrat, te puede llevar a donde tú quieras y puedes pensar de ella lo que quieras, lo cual me parece de puta madre. Pero yo quiero contar lo que pasó alrededor de una canción, lo que no quiere decir que para ti signifique otra cosa distinta. Empecé con 15 años a hacer música y me he pasado toda la vida viajando y conociendo a gente maravillosa. Este libro va de explicarme y contar mis canciones.
"Reivindico mi intensidad. Yo quiero a mis padres por encima de todo y lo digo”
Afirma que nadie le ha vuelto a mirar al cantar cómo lo hizo su abuela. ¿Cómo era esa mirada?
-Uf, me emociono solo de recordarlo. Cuando escribí el libro A través de los ojos íbamos con la mascarilla puesta y para comunicarnos teníamos que mirarnos más intensamente que nunca para poder expresar las cosas. Con mi abuela era algo así. Miraba de una manera que, aunque mi voz estuviera desafinada, me hacía sentir como si fuera Pavarotti y estuviera cantando una obra maestra.
¿Se quedó con la espina de no haberse despedido de ella?
-Sí y de mi abuelo, a quién nunca escuché cantar con una voz igual en mi vida. Cuando él murió, apenas recordaba nada. Es acojonante lo que pasa con el Alzheimer. Has puesto el ejemplo perfecto de lo que quería plasmar en papel con este libro y lo que le da sentido: ahora puedo decirles adiós.
En sus textos su familia está muy presente. ¿La intensidad y emotividad de su música vienen de los recuerdos familiares?
-También viene de mi amor por una tierra salvaje, que es donde me he criado. Durante muchos años, hay quien quiso mofarse de esa intensidad. Pero yo, si acaso, me mofo de los muermos y de los coñazos que después de una pandemia mundial están en el sofá sin decir nada. Reivindico mi intensidad. Yo quiero a mis padres por encima de todo y se lo digo cada cinco segundos. No entiendo dónde está el defecto.
"Si hubiera más ‘cansautores’, el mundo sería mucho mejor”
¿De verdad lloró todos los días de su vida hasta los tres años?
-Lloraba todos los días y solo dormía una hora al día. Un día, mi padre me miro a los ojos y me dijo: “Hijo, tú ya eras cantautor de niño”. Nos partimos de risa.
Creció en Pantín, una de las mecas del surf en Galicia, pero ha salido cantautor. ¿Era el rarito de la clase?
-(Ríe) Una de las mecas del surf de Galicia y el mundo. Si te digo que sí hice surf, sobre todo bodyboard, te caes de espaldas. En Pantín no había otra cosa. Pero con 14 años cayó una guitarra eléctrica a mis manos y me puse a escuchar a Platero y Tú, Reincidentes, Sociedad Alcohólica, Barricada… Ya estaba abducido por la música.
¿No teme convertirse en un ‘cansautor’ que escribe canciones de amor o política fácil?
-Bendito sea. Si hubiera más cansautores estaríamos en un mundo mucho mejor. A mí lo que me preocupa es que un chaval de 14 años no sepa quién es Aute. Alguien que se atreva a decir que hay un genocidio en Gaza y que hable de amor es lo que hace falta. Ojalá se llenase el mundo de cansautores, en un momento en el que en las redes la gente no para de faltarse al respeto gratuitamente o las familias dejan de juntarse por temas políticos.
¿Qué se hace después de llenar el WiZink Center? ¿Volver a los bares?
-Es la suma de muchos bares... Pero si al día siguiente crees que ya has tocado techo y no tienes que trabajar más, eres un imbécil.