Pamplona - Con su mano izquierda entre algodones, Aitor Zubieta (Etxarri Aranatz, 1984) prepara su segunda participación en una final del Campeonato de Parejas de la LEP.M, competición que ya ganó hace cinco años en compañía de Xala. Lo hizo como miembro de la empresa Aspe, a la que regresará a partir del próximo 1 de mayo después de pasar los últimos meses en Asegarce producto de una cesión que le ha permitido disputar un torneo que, en compañía de Pablo Berasaluze, aspira a ganar. Reconoce que una semana más de tiempo le habría venido de perlas para preparar mejor una final para la que se clasificó tras un agónico último partido en la liguilla de semifinales. Ante Joseba Ezkurdia y José Javier Zabaleta, en Eibar y con su zurda lastrada, se armó la mano y le mente para superar un envite complicado (22-15). Admite que mereció la pena arriesgar porque ahora puede disfrutar de los días previos a la final. En Etxarri Aranatz, su localidad natal, “había una fiesta de la cerveza que se ha estirado una semana más para hacerla coincidir con el día de la final”, dice Zubieta, que, para relajarse, espera “volver a la rutina: dar una vuelta con los perros, entrenar y cosas normales”, unas costumbres que concluirán en vísperas de la final “con un poco de tranquilidad en compañía de mi mujer y algo de descanso para ir a Bilbao en buenas condiciones”. Todo le hará falta en su duelo del domingo, en compañía de Pablo Berasaluze, contra Oinatz Bengoetxea y Álvaro Untoria. La final del Parejas.

Pese a tener la mano izquierda dañada, ¿mereció la pena jugar el partido decisivo de semifinales?

-Por supuesto que sí. Después de una semana dura y bastante mala para mí, fue una alegría tremenda. Acerté con los tacos y, aunque no trabajé demasiado con la izquierda, todo salió bien y estamos en la final.

¿Tiene más mérito jugar en esas condiciones?

-No lo sé, pero ya dije al terminar el partido contra Ezkurdia y Zabaleta que había ido mentalizado para darle más con la derecha que con la izquierda. Anduve con cuidado, pero terminé con la mano dañada, aunque ganando siempre duele menos.

Sin embargo, demostró tener un cañón en la derecha...

-Desde el primer momento dije que tenía el callo caliente, pero que creía que podría llegar para el fin de semana y que lo que realmente me preocupaba era la mano izquierda. Cargué mucho la derecha, pero me salió bien.

¿Empleará la misma táctica en la final?

-Para preparar la final tengo una semana más de tiempo y eso cambia las cosas. En dos semanas se verá cómo me voy encontrando, pero espero llegar a la final con garantías. Eso sí, tendré que tener cuidado a la hora de ponerme los tacos.

Después de jugar 17 partidos de campeonato, lo raro sería no haber tenido ningún problema físico, ¿no?

-Así es. Las lesiones me han respetado durante todo el campeonato, pero en el partido contra Artola y Albisu, cuando menos lo esperábamos, vinieron los problemas. Pero pueden venirte en cualquier momento. Estamos expuestos a eso. Los pelotaris sabemos que cualquier pelota te puede entrar en la mano de mala manera y hacerte una avería en el momento menos esperado. Pero no me quejo: he jugado todos los partidos y estoy contento por eso.

Lo que está claro es que ante Ezkurdia y Zabaleta se impuso su veteranía y la de su compañero, Pablo Berasaluze.

-Puede ser, pero creo que nuestros rivales hicieron un buen trabajo. Hicieron una gran labor de desgaste durante la primera mitad del partido, pero el cansancio y la tensión les pudieron al final. Empezaron a entregar algunas pelotas que hasta entonces no habían entregado y ahí es donde Pablo acertó a hacer algún remate y algún saque que nos permitieron escaparnos en el marcador y ganar.

¿Puede acusar Untoria, el finalista más joven, la falta de experiencia en un partido de tanto calado?

-Eso siempre está ahí, pero creo que no tendrá mucha incidencia. Las finales son partidos diferentes. Ojalá acusara los nervios (risas), pero no creo que éste sea un factor determinante porque Oinatz (Bengoetxea) es un pelotari que quita muchísimo trabajo al zaguero y asume mucho la responsabilidad de la pareja.

Habla de Oinatz Bengoetxea, al que muchos señalan como el mejor pelotari del campeonato. ¿Opina igual que la mayoría?

-No sé si ha sido el mejor, pero creo que ha hecho un campeonato espectacular, muy regular, jugando muchísimo y desbordando confianza. De ahí a ser el mejor, no lo sé, cada uno tiene sus opiniones y lo valora según su criterio, pero objetivamente ha hecho un campeonato muy bueno.

Bengoetxea VI afronta su segunda final del Parejas diez años después de disputar la primera. En su caso han pasado cinco años desde que la jugara por primera vez, y la ganara. ¿La fama cuesta?

-Muchísimo. El año pasado también estuve cerca de jugarla, pero no pude. Este año, en cambio, he entrado en la final y a ver si puedo repetir título, pero para eso es vital que hagamos un gran partido y que demos todo lo que tenemos.

Da la casualidad de que sus dos finales del Parejas las ha disputado en compañía de dos pelotaris con los que mantiene una estrecha relación, Berasaluze II y Xala.

-Es cierto. A Pablo (Berasaluze) me une una gran amistad y siempre hemos tenido buen feeling entre los dos. Y qué voy a decir de Xala (con el que fue campeón en 2010). Tenemos muchísima amistad dentro y fuera del frontón. Así da gusto.

¿Con quién se queda: Xala o Berasaluze?

-(Risas) No puedo elegir. No sería justo. Son dos pelotaris diferentes y con los dos estoy contento. Con Xala he tenido la oportunidad de jugar más veces porque es pelotari de mi empresa, pero con los dos juego muy a gusto.

Es compañero de empresa de Xala en Aspe, pero el Parejas lo está disputando como pelotari de Asegarce. ¿Se arrepiente de su cambio temporal de empresa?

-Para nada. Los pelotaris estamos para jugar. Me plantearon el tema y me pareció algo novedoso y con un aliciente diferente. Ha sido una aventura que no ha estado nada mal. Sentía curiosidad, acepté y estoy contento.

¿Sabe algo de su futuro? ¿Aspe o Asegarce?

-No tengo noticias. En teoría tengo contrato con Aspe. Hicimos este paréntesis para el campeonato, me pareció bien y no puse ninguna pega, pero a partir del 1 de mayo vuelvo a Aspe. Nadie me ha comentado nada y además tengo la cabeza centrada en la final. No pierdo el tiempo en hacer cábalas ni cosas raras. Tengo contrato con Aspe, donde me he encontrado muy cómodo durante estos últimos años, pero en Asegarce también me han tratado muy bien durante estos meses.

Lo importante es jugar, ¿no?

-Está claro. Al final lo que todos queremos es jugar a pelota, estar bien, que las lesiones nos respeten y estar jugando de continuo. Es lo que vale, lo que se valora. Lo que hace brillar son las txapelas y los campeonatos, pero lo que yo valoro es estar una temporada sin lesiones, entrenando de continuo, sin parones, jugando partidos todas las semanas. Valoro eso tanto como una txapela.

Afronta su segunda final con 31 años. Tiene experiencia. ¿Y nervios?

-Estos días estoy un poquito más alterado por todo lo que se mueve y por todo lo que hay a mi alrededor, pero el día de la final espero estar sosegado para dar todo lo que tengo. Estaría contento con salir del partido satisfecho con mi trabajo. Eso sí, si gano, mejor que mejor. Pero los nervios nos afectarán a los cuatro por igual. Siempre afectan. No hay edades ni hay nada, aunque hayas ganado una txapela, dos o ninguna.

Su compañero, Pablo Berasaluze, es el más veterano de los cuatro finalistas. Tiene casi 38 años. ¿También le afectarán los nervios?

-Seguro, pero llega con muchas ganas. Para él, jugar una final después de lo que le pasó en la última, en la que se lesionó en los primeros tantos, quizá sea un poco más emotivo. Pero las finales nos gustan a todos.

Va a ser una final sin Aimar ni Irujo. ¿Qué quiere decir esto?

-Que los demás pelotaris también lo estamos haciendo bien y que es importante para nosotros jugar una final en la que no van a estar los dos pelotaris que han marcado una época durante la última década. Quiere decir que hay gente que les puede hacer sombra, y eso es muy sano para la pelota, pero todavía vamos a ver a Aimar e Irujo en lo más alto, sin ningún tipo de duda.

Para terminar: ¿Daría algo a cambio de ganar la txapela?

-(Risas) Mi máximo esfuerzo, eso seguro. No lo sé. Me hace muchísima ilusión y tiene un valor muy alto, pero más valor que todo esto tiene ver lo que se mueve alrededor, ver toda la ilusión que se crea, cómo se moviliza la familia, los amigos, todo el pueblo, con autobuses, con las entradas, con la carpa que montan para poder hacer luego la cena de después de la final. Eso significa mucho para mí. Creo que no daría nada por ganar; soy yo el que tendría que darle algo a toda esa gente que me apoya.