Los otros ochomiles de Pasaban
ALPINISMO | LA TOLOSARRA IMPARTIÓ UNA CONFERENCIA EN LA Universidad sobre cómo llegar a lo más alto
Pamplona - Pasión, compromiso, ambición, aprovechar las oportunidades, equipo, comunicación, confianza, reconocimiento, pedir ayuda, saber escuchar y saber adaptarse a los cambios. Estos son algunos de los ingredientes con los que Edurne Pasaban y sus compañeros llenaron sus mochilas en cada una de sus expediciones. La tolosarra de 42 años, primera mujer en coronar los 14 ochomiles, impartió ayer una conferencia en la Universidad de Navarra. El aula uno del edificio Amigos se llenó para escuchar las experiencias de la alpinista que desde los 15 años ha estado vinculada a la montaña. Edurne Pasaban cumplió su sueño de escalar montañas, se convirtió en deportista profesional y pudo vivir del alpinismo.
Desde pequeña tuvo claro que lo que le gustaba era la escalada. “La montaña me enganchó porque me sentía libre”. Sin embargo su padre tenía una empresa familiar y lo de la montaña no le hacía especial gracia. Con 18 años empezó la carrera de Ingeniería Industrial, pero lo que realmente le gustaba era la escalada. “Tengo que estudiar para que esto se termine cuanto antes. Fui sacando la carrera, pero paralelamente hacía montaña. Terminé y empecé a trabajar en la empresa de mi padre”.
En 1998 el equipo de Tolosa organizó la primera expedición a un ochomil. “Organizamos la expedición al Dhaulagiri (Himalaya). No es la mejor para empezar, pero vimos que Gregorio Ariz ya había ido y nos animó a que fuésemos. Nos volvimos sin hacer cumbre”.
Para hacer un ochomil se necesitan dos meses. “La primera vez que le pedí permiso a mi padre para dejar el trabajo no le pareció mal, la segunda no le pareció tan bien y a la tercera me dijo que tenía que decidir lo que quería hacer en mi vida”. Fue entonces cuando tuvo que tomar una de las decisiones más difíciles y “elegí lo que me apasionaba”.
El primer ochomil que consiguió fue el Everest, en 2001, y para 2004 ya había coronado seis. Ese mismo año cambió mi vida. “En 2004 me llamó el director de Al filo de lo imposible y me dijo que iban a subir al K2 y que a ver si quería ir con ellos en una expedición que la formaban los mejores alpinistas del momento”. Pasaban aseguró que “es la montaña que más me ha costado, pero no pudo desaprovechar la oportunidad y lo intenté”.
El K2 marcó un antes y un después en la carrera deportiva de Edurne Pasaban: “Empecé a trabajar con TVE y además gané en confianza”. A pesar de hacer cumbre, “no bajé del todo bien y debido a congelaciones me tuvieron que amputar dos dedos de los pies”. Tras varios años malos en los que empezó a plantearse si su decisión había sido la adecuada y que desembocaron en una depresión, volvió a la montaña en 2007 con la idea de terminar el proyecto de hacer los 14 ochomiles. “Así como en su momento rechacé la montaña por la enfermedad, luego me di cuenta de que gracias a ella salí adelante”.
La alpinista es consciente de que todo lo que ha conseguido no lo hubiera logrado sin su equipo, “Se necesitan grandes profesionales, pero los mejores equipos están formados por buena gente. Esa gente que nunca os va a dejar tirado a 7.500 metros”. Cuando formas parte de un grupo de gente una de las cosas más importantes “es la comunicación y la confianza”. Además es bueno que “sepáis pedir ayuda”. Tras hacer cumbre en el Kanchenjunga y pasar noche en el último campamento, “me empecé a encontrar mal. Mi cabeza funcionaba perfecta, pero no podía moverme. Les dije a mis compañeros que me dejaran allí, que había llegado el final”. Su equipo decidió dejar todo el material que tenían “y arrastrarme desde allí arriba hasta el campamento base. Les debo el estar hoy aquí”, expresó emocionada.
En 2009 “me hice deportista profesional cuando conseguí 11 montañas de ocho mil metros. Fue la primera vez que pude ganarme la vida con lo que yo estaba haciendo”. En 2011 conquistó su último ochomil y se convirtió en la primera mujer en conseguir las 14 cumbres.
Edurne Pasaban no se olvidó de los invisibles, “aquellos sherpas sin los cuales no podríamos empezar una expedición. Unas 125 personas que te ayudan en cada salida”.
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