Corría el año 2017. En aquellas fechas tuve el privilegio de estrechar tu mano y charlar un rato en la calle Estafeta. No todos los días surge la ocasión de hablar con el alcalde de Pamplona. Gran satisfacción para mí. Cuando me identifiqué, nombre y apellidos, me comentaste que habías leído una reseña en Cartas al Director. Soy lector empedernido de DIARIO DE NOTICIAS.
Tu escrito del pasado 27 de junio sobre Baldomero Barón me retrotrajo a la niñez. Lo conocí cuando el que suscribe rondaba diez-once años. Ha llovido bastante desde entonces. Y nuestra querida Iruña ha cambiado mucho.
Quien esto lea y conozca la capital de aquellas fechas, recordará los cuarteles militares dotados de campo de fútbol, piscina, frontón… Allí hice mis primeros pinitos chapoteando. No podría clasificarse de natación. Hasta que llegó Baldomero. Nos enseñó a nadar en distintos estilos: braza, mariposa, crol… Lo mío era la braza. Pero lo que más nos ensimismaba eran sus saltos del trampolín. La precisión, la elegancia de sus movimientos, era un genio. Y si había algo que destacar en su proceder era que sabía tratarnos, aunque fuésemos unos chavales. Lo rodeábamos ante la mirada asombrada de los allí presentes.
El tiempo no pasa en balde. Cómo has cambiado, Iruña maitia. Trasladaron la instalación deportiva junto a los fosos, o sea, donde ponían las barracas en San Fermín en aquellas fechas.
Ezen denborak! Agur, alkate jauna.