pamplona - Si a la familia Mendióroz Unzu le dicen que dos de sus hijos iban a acabar jugando en el Rayo Vallecano, no hubieran dado crédito. Hasta el club madrileño llegó Amaia hace seis temporadas, para jugar en Primera División, y este verano le abrieron las puertas a su hermano Miguel, un portero que por fin ha encontrado en el filial de Tercera los minutos que buscaba.
El cuentakilómetros de la familia echa humo. Si antes recorrían los casi 400 kilómetros que separan Villava de Vallecas para ver a Amaia, ahora los viajes son más habituales, con dos partidos.
Amaia ha sido la clave para que los dos defiendan la misma camiseta. Miguel quería salir en busca de una oportunidad y el Rayo necesitaba un portero joven y con proyección. En el club madrileño ya sabían que el apellido Mendióroz es sinónimo de trabajo y compromiso. No se lo pensaron dos veces. Llamaron a Miguel para una prueba en junio y a las pocas semanas estaba haciendo la pretemporada a las órdenes de Míchel, el míster del equipo de Primera. Actualmente es titular en el filial de Tercera.
Amaia está contenta. Y Miguel, feliz. “Yo salí de casa con 19 años”, recuerda Amaia. “Cumplí 19 en mayo y en julio me marché. Acabábamos de ascender con el Lagunak a Primera y me dio pena marcharme, pero no me arrepentiré nunca de esa decisión. A día de hoy llevo once temporadas en Primera División, con muchos minutos jugados. A pesar de la pena que me dio abandonar mi tierra, después me repuse. Compartía piso con mis compañeras de equipo y te arropas en ellas, pero no es lo mismo que tener a alguien de la familia a tu lado. Para Miguel, dentro de lo duro que es el primer año fuera de casa, lo bueno es que me tiene a mí. Estamos en familia y nos arropamos el uno al otro”.
Miguel tenía claro que necesitaba volver a ser importante en la portería después de dos temporadas en el Tudelano de Segunda B. “Apenas jugué. Lo que necesitaba eran minutos. Aprendí mucho en Tudela, con compañeros que han vivido el fútbol profesional. La primera temporada tuve oportunidad en algún partido, pero la segunda apenas jugué y tuve una lesión en el dedo. Quería buscar un equipo en el que tuviera la oportunidad de ganarme el puesto. El Rayo me llamó para hacer una prueba en junio. No me lo pensé dos veces. Y me cogieron. Estando mi hermana en Madrid y en el mismo club, sabía que la experiencia iba a ser más fácil. Aunque es la primera vez que sales y dejar a la familia en Pamplona siempre es complicado, tu hermana está contigo y su apoyo es fundamental”.
Si Vallecas ya era un destino habitual para los Mendióroz Unzu, la llegada de Miguel ha disparado los viajes. “Es duro decirlo, pero mi padre viene más a Madrid desde que está mi hermano (bromea Amaia)”. Miguel lo corrobora. “Ahora que estamos los dos, mi padre se escapa casi todos los fines de semana y aprovecha para ver a los dos”. Amaia le busca explicación. “La verdad es que son otros tiempos. Antes por tema de trabajo mi padre no podía venir tanto y mi madre dependía de mi padre por el coche. Estoy segura de que si hubiera sido este el primer año que yo vine a Madrid, seguro que mi padre habría venido más, pero en once años las circunstancias cambian y lo entiendo. Ahora es verdad que yo tengo un fin de semana libre y me voy a Pamplona y mi padre viene aquí a ver a mi hermano. No le veo (se ríe). Pero bueno, como yo lo pasé tan mal, en realidad estoy contenta de que cuando yo me voy a Pamplona, Miguel no se quede aquí solo. Me quedo más tranquila”.
Después de su padre, Amaia es la mayor seguidora de Miguel, y Miguel de Amaia. “Mis amigas no me ven el pelo desde que estoy con mi hermano, porque prefiero ir a verle jugar. Me gusta y lo sufro igual que él cuando tiene algún error, y lo disfruto cuando lo hace bien. Es mi sangre y creo que al revés también le pasa”.
familia futbolera Su padre fue el que les metió el fútbol en las venas. “Era jugador del Beti Onak y de pequeña yo me escapaba a verle. Que juegue su hija a fútbol le llena de orgullo. Y a Miguel le llevo ocho años y siempre venía a verme al Amaya, cuando yo jugaba en Segunda Nacional. Se ponían en la portería contraria y yo marcaba muchos goles. Como he sido siempre mayor, a mis hermanos (tiene tres) les enseñaba fútbol, les decía cómo tenían que golpear el balón, les hacía entrenamientos personalizados (se ríe)”.
Empezaron a dar las primeras patadas al balón en la Presentación Dominicas de Villava. Miguel empezó siendo jugador, pero acabó como portero. Los dos son titulares en sus equipos. “He conseguido el objetivo de jugar. Empecé haciendo la pretemporada con el primer equipo. Jugué en la Copa Federación y ahora tengo muchos partidos en Liga. Lo que necesitaba era tener continuidad. Cuando estás dos temporadas casi sin competir, esa inactividad te crea cierta incertidumbre. Cuando vuelves a jugar, recobras la confianza que te dan los minutos de juego”. Amaia asegura que “Míchel está muy contento con él. Que siga trabajando, que es joven y tiene mucho futuro. Llegar a Primera no es fácil”.
Sólo tienen buenas palabras para el Rayo. “Es un club muy humilde de Primera División, pero muy rico en otras cosas, con mucha humanidad. Desde el primer día me estrecharon la mano y me facilitaron las cosas y con mi hermano ha sido lo mismo. Del Rayo mi hermana me había hablado muy bien. Es un club muy familiar, de un barrio humilde de Madrid, y la gente te ayuda mucho”.
comparten piso y tareas Amaia tiene su propio piso en Madrid, y desde el verano lo comparte con Miguel. “Me dieron la posibilidad de ir a un piso con jugadores del equipo, pero decidí compartir el piso con mi hermana”. Además de espacio, se dividen las tareas. “Al principio él llegó a mi casa y estaba un poco desubicado, pero nos apañamos bien. El primer plato corre por mi cuenta y el segundo es cosa suya. Nos repartimos las tareas a la hora de limpiar, le enseñé a poner la lavadora... Porque lo primero que le dije es que aquí mami no hay, así que le tocaba hacer cosas de casa, ya que su hermana trabaja y entrena, no está todo el día en casa. Pero en ese sentido, ningún problema. Hace muchas más cosas de las que le digo. Yo según llego de trabajar cojo la mochila y me voy a entrenar. Él tiene más tiempo”. Y Miguel lo corrobora: “Hacemos cosas entre los dos y nos apañamos bien. Sé que mi hermana salió de casa siendo casi una niña y la experiencia le ayudó mucho en la vida”. En la familia no ocultan su alegría de que estén juntos. “En casa están muy orgullosos, ya desde que mi hermana salió de casa. Es un orgullo para ellos tener a dos hijos en un club en Madrid jugando a fútbol”.
objetivos deportivos Cada uno tiene sus objetivos deportivos con su equipo. Para Miguel, el Rayo B “aspira a acabar en play off. La Tercera División de Madrid es muy complicada. Hay cuatro filiales, Getafe, Alcorcón, Leganés y nosotros, y equipos punteros. Es un grupo muy complicado. Si nos metemos, me encantaría que nos tocara jugar el play off contra un equipo navarro. Y lo primordial es sacar jugadores para el primer equipo. Casi todas las semanas alterno entrenamientos con el primer equipo, a las órdenes de Míchel. Ha sido un icono como jugador y ahora como entrenador del Rayo la gente lo quiere mucho. Cuando subo a entrenar con ellos, que son profesionales, intento aprender lo máximo y ellos también te ayudan muchísimo”.
Amaia cumple su sexta temporada en Primera con el Rayo. Son sextas. “Ahora nos meten partidos entre semana, por tema de calendario, pero el fútbol femenino ha mejorado en muchos aspectos. En algunos equipos somos semiprofesionales y en otros son profesionales. Ahora ya nos pagan. Antes te daban algo para la gasolina, siendo de Primera. Pero te daba igual lo que te dieran, que era algo simbólico, porque lo hacías porque te gustaba el fútbol. Ahora se ha avanzado mucho: en servicios médicos, en televisión... Igualarnos con el fútbol masculino no va a poder ser nunca, pero vamos dando pasos”. Por ahora, los dos disfrutan de un sueño llamado fútbol.