Hay una máxima en las finales, ya sea uno supersticioso o no, que dice que no hay que tocar el trofeo que se pone en juego. Basta con mirarlo, con pasar a su lado, pero manteniendo una mínima distancia de seguridad. Es algo que el futbolista conoce desde bien pequeño, desde que comienza a darle patadas a un balón. Pues justo en una cita histórica, en un derbi inédito en una final de Copa entre el Athletic y la Real Sociedad, Iker Muniain hizo caso omiso a esa máxima y tocó el trofeo según se acercaba al terreno de juego desde la bocana de vestuarios. Sonrió a la copa en un gesto cariñoso, cómplice, citándose con ella después del partido, pero el trofeo le dio plantón. A él y a todo el equipo, un Athletic gris, apagado, con todos sus futbolistas muy lejos de su mejor versión. Obviamente, la derrota no es achacable al capitán, ni mucho menos. Su gesto improvisado no fue nada más que eso, una simple anécdota.

El deseo de Daniel Ruiz Bazán deberá esperar dos semanas más. El histórico 7 del Athletic, que ansía como nadie que un nuevo capitán recoja su testigo y alce una Copa al cielo, algo que él logró por última vez en 1984, en la recordadísima cita del Santiago Bernabéu ante el Barcelona de Diego Armando Maradona, seguirá teniendo que atender a las distintas llamadas que se repiten en los días previos de las finales del torneo del K.O. El exdelantero es un personaje siempre recurrente ante citas de este calibre, pero no oculta que quiere que sea otro quien le coja el relevo. Iker Muniain estaba llamado a hacerlo en La Cartuja de Sevilla, pero parece que no hay manera.

Desde el ya citado título de 1984 son cinco las finales de Copa perdidas por el conjunto rojiblanco, que si bien le tiene tomada la medida a la Supercopa, como así acreditan sus victorias de 2015 y la del pasado mes de enero, parece tener clavaba bien adentro la espina de la Copa. La herida sigue abierta.

Habrá que aguardar a lo que acontezca el próximo 17 de abril, en el mismo escenario en el que la Real Sociedad se convirtió en verdugo del Athletic, para ver si el conjunto rojiblanco es capaz de taponar la brecha. Muniain, que ya ha conquistado dos Supercopas como rojiblanco, tiene reservado el gemelo de su pierna izquierda para la Copa, ya que en el derecho luce el trofeo logrado hace casi ya seis años. El Barcelona, como en las últimas finales de la Supercopa, aguarda en trece días a un león herido.

Contuvo como buenamente pudo las lágrimas el capitán, dolida su alma, castigado el cuerpo por los esfuerzos de los 90 minutos de un partido histórico que, lamentablemente para los intereses rojiblancos, cayó del lado txuri-urdin. Se le vio tocado al navarro, que fue uno de los últimos futbolistas del Athletic en retirarse a los vestuarios mientras los jugadores de la Real celebraran el título por todo lo alto. Un gesto que honra al capitán, que ejerció como tal en un momento tan duro como el de anoche.

Anécdota con el trofeo al margen, el Athletic echó en falta la mejor versión de Muniain en el terreno de juego. Apenas pudo asomar en ataque en dos ocasiones con cierto peligro el navarro, a quien Gorosabel tuvo controlado en todo momento. Apagada su llama, su capacidad para asociarse con los futbolistas del centro del campo, el conjunto rojiblanco no supo crearle peligro a la Real en el juego combinativo y se limitó a buscar en largo a Williams y Raúl García, otros dos futbolistas que rindieron muy lejos de su nivel.

Fue otra lección más para el Athletic y para su capitán. El fútbol no les debe nada a ninguno, porque los méritos hay que ganárselos, pero quizá la fortuna sí podría sonreírle a los leones en un trofeo del que tan buenos recuerdos guardan en el siglo XX, pero que no deja de darles la espalda en el XXI.